Mbappé, un problema real
El delantero francés ha alterado el equilibrio de la plantilla sin haber llegado a aportar la calidad que prometía
El madridismo ha estado esperando la llegada del delantero francés durante siete años. Y al final está resultando que su aterrizaje está suponiendo más una involución que un progreso en el vigente Campeón de Champions y de liga. Los pronósticos apuntaban a que, con la suma de Mbappé al equipazo que ya había, el Real Madrid ganaría los siete títulos sin casi bajar del autocar. Y la realidad es que la arribada del francés está siendo más un problema que una solución, hasta el punto de que las tres derrotas sufridas y el pobre juego ofrecido han provocado una crisis que ha puesto a Ancelotti en el punto de mira.
La calidad individual de Mbappé es indudable, su encaje en este equipo es lo más discutible. Hasta el momento, su adaptación está siendo más complicada de lo que se preveía. Futbolísticamente, estaba claro que la demarcación preferida de Mbappé es la de atacante por la izquierda, justo la posición que mejor cubierta tenía el Real Madrid con un Vinícius estelar, cuya explosión se ha producido en estos dos últimos años con unas cifras de goles y asistencias que lo han convertido en el jugador más desequilibrante del equipo. Ese ya es un primer punto de partida conflictivo y pendiente de resolución.
Ninguno de los dos son delanteros centros, que es la posición que el Real Madrid estaba más necesitado de cubrir tras la marcha de Benzema. La temporada pasada se tapó esa carencia gracias a los goles de Joselu, que sí era un rematador nato de área pero que ahora ya no está, y a una sorprendente e inesperada capacidad goleadora del centrocampista inglés, Bellingham, que se reconvertió a un falso 9, pero que con la llegada del francés ha tenido que retrasar su posición.
El madridismo y, seguramente, Ancelotti, exigen que Mbappé sea determinante y lo haga como delantero centro; el problema es que nunca ha brillado en esa posición. Tanto en el PSG como en la selección francesa ha jugado por la banda izquierda. No tiene corpulencia para fajarse con los centrales y recibir de espaldas a la portería, no es muy habilidoso regateando en espacios reducidos por el centro sino que necesita campo para correr, le gusta participar mucho de las jugadas alejado de la portería y tampoco es un virtuoso en el juego aéreo.
Pero es que además, en estos primeros partidos con el Real Madrid, y pese a que lleva ocho goles en 16 partidos, su nivel de acierto de cara a puerta ha bajado, como se demostró en las claras ocasiones malogradas ante el portero del Barça, Iñaki Peña, y del Milan, Mike Maignan, cuando en el PSG parecía ser casi infalible en el uno contra uno.
El histórico delantero del Arsenal, Thierry Henry, explicaba en la CBS —con una selección de videos para analizar la actuación de Mbappé frente al Milan— que el delantero francés estaba muy estático, que no tiraba desmarques sino que pedía el balón al pie, y que tampoco seguía la jugada ofensiva construida por otro compañero para tratar de rematarla en el interior del área. Y eso provocaba que Bellingham se desesperara intentándolo hacerlo él, siendo centrocampista. Henry añadía que Mbappé seguía desconectado cuando los italianos iniciaban la salida de balón desde la defensa, desentendiéndose de sus obligaciones defensivas, sin presionar o haciéndolo esporádicamente y sin sentido. Recordemos que el primer gol del Barça viene provocado porque Mbappé no presiona a Casadó que, con todo el tiempo del mundo, hizo el pase en profundidad para Lewandowski.
Y para un equipo, peor que no hacer la presión es hacerla individual y descoordinadamente. Vinícius parece haberse contagiado de esa indolencia defensiva y ha debido pensar que si el entrenador permite que Mbappé, recién llegado, no trabaje defensivamente menos obligación tendrá él que, en teoría, se ha ganado ser la estrella del equipo por su incidencia y contribución en los éxitos del equipo en los últimos años. Hasta el día de hoy, Mbappé ha empeorado al equipo y a sus compañeros, especialmente a Bellingham y a Vinícius, cuya conexión y entendimiento deja mucho que desear.
Otra de las «víctimas» de la llegada de Mbappé es Rodrigo. Para tratar de equilibrar al equipo, Ancelotti ha pasado del 4-3-3 de la temporada pasada al 4-4-2 y ahí el gran damnificado es el brasileño, que la temporada pasada parecía un titular indiscutible en la delantera por la derecha. Otro problema pendiente de solventarse es el de egos y liderazgos. Mbappé y Vinicius son dos estrellas pugnando por jugar en la misma posición y por ocupar el mismo estatus en reconocimientos, salarios y portadas.
A Mbappé también se le exige que sea un líder en el vestuario y en el campo cuando tampoco nunca lo fue. Eso le provoca un bloqueo mental que no está siendo fácil de gestionar, hasta el punto que ha dejado de ir con su selección en las dos últimas convocatorias. No es una situación irreversible, ni mucho menos. Y está claro que todos los entrenadores querrían tener a Mbappé en su equipo. Pero la realidad es que, hasta el momento, más que una bendición, la llegada del crack francés está siendo un problema real.