Mbappé - Vinícius y la teoría del cilantro
«El paladar de ‘Carletto’ es exquisito y reputado, una mala hierba no puede condicionar ni su historial ni su trabajo»
Las celebraciones de fechas esenciales y el fútbol no suelen congeniar. Los festejos que bien empiezan terminan regular o mal. Al Madrid le amargó el Centenario el Deportivo de La Coruña y los fastos alumbraron el ‘Centenariazo’ (6 de marzo, 2002, 1-2); el 125 aniversario del Barcelona discurría como la seda desde la víspera del partido contra Las Palmas, en cuyos prolegómenos la afición culé cantó el nuevo himno. Luego vino Diego Martínez con las rebajas, armó «El gachapazo» y el triunfo voló a Canarias (30 de noviembre, 2024, 1-2). En este deporte las ventajas son efímeras y las matemáticas, ciencia por explorar. Cuando parecía que el equipo del bueno de Hansi Flick levitaba en los mundos de Yupi, despertó. Ni con Lamine Yamal mejoró el panorama azulgrana, que suma un punto de los últimos nueve. Como decía aquel, «bueno para el Madrid», para el Atleti y para la Liga.
Hace menos de un mes el Barça miraba a los rivales por el retrovisor con cierta suficiencia. En los albores de la temporada, el mundo aguardaba el advenimiento madridista a lomos de Mbappé, dispuesto el equipo a ganarlo todo sin bajarse del autobús. Nada es tan simple. Todo proceso precisa adaptación y paciencia. Por ejemplo, el cilantro, te gusta o no te gusta, marida o no marida, «es una hierba fragante, rica en antioxidantes que tiene muchos usos culinarios y beneficios para la salud». «Posee propiedades estimulantes, antiinflamatorias, antiespasmódicas y antibacterianas». ¿Quién se resiste? «Pues a mí me sabe a jabón», confiesa un detractor. Pues a mí no me gusta, así, sencillamente. Dicen que compite con el perejil. Qué más da. El perejil lo percibo insulso, no lo entiendo más allá de la ornamentación; el cilantro invade todos los sabores, es como el plátano en la macedonia. Reconozco que soy analfabeto culinario. Mas ya se sabe, para gustos… Hay quien vendería a Vinicius para hacer feliz al bloqueado Mbappé (y alejar al Madrid de todos los charcos en los que se mete el brasileño) y quien ratifica que la incorporación del francés ha sido un error: dos gallos en el mismo corral (idéntica demarcación) conducen al caos. En medio, Carlo Ancelotti, el santo Job. Dudar de la capacidad de este entrenador es como renegar de la cocina de Ferran Adriá o sospechar de la tercera estrella Michelín de Sandra, Chus, Esther y Nacho Manzano (Casa Marcial) porque utilizan cilantro, si es que lo utilizan.
Mbappé ha caído en la cocina del Madrid como esa hierba aromática, excesivamente aromática. Kylian es bueno, muy bueno, dicen que el mejor. Pero no cuaja, no marida, no termina de encajar. Con 18 años se destapó en el Mónaco, Florentino le echó el ojo y por su hucha sin fondo se lo llevó el PSG, que, con él, con Messi y con Neymar no descubrió «El Dorado». Ni un colín se ha comido Al-Khelaifi en la «Champions». Francia, en cambio, alcanzó el campeonato del mundo en 2018 y el subcampeonato en 2022 con la inestimable colaboración de Mbappé…, y de Griezmann, asistente necesario. Pero ha sido llegar al Madrid y sus números se han desplomado: siete goles en doce partidos ligueros, uno en Liga de Campeones después de cinco encuentros, su peor versión en Anfield, con el peor porcentaje de acierto (75%) en el pase de todo el equipo, además de pérdidas inexplicables, errores de concentración incomprensibles y el penalti que le adivinó el portero. Con Vini en casa, lesionado, con toda la banda izquierda para él, rozó el esperpento. Mbappé no está, se le espera, no obstante. Ancelotti confía y pide «paciencia».
Mbappé hoy es el perejil de todas las salsas, como Juan Lobato, víctima de todas las contramedidas posibles para laminarlo hasta que sucumbió. Trató de salir adelante con la verdad, su verdad relativa, y, como escribe Félix de Azúa en THE OBJECTIVE, «el pobre tipo decapitado olvidó que pertenecía a un grupo religioso que iba a pedir su cabeza en cuanto se mostrara públicamente ‘honrado’ y, en consecuencia, internamente deshonrado». Y ocurre, además, que «el partido de ese jefe se convierte en una mafia, un grupo con jerarquía y protocolos secretos de pertenencia obligatoria, donde la lealtad es imperativa y la solidaridad entre sus miembros es pasional e irrevocable»… Ovación cerrada en Sevilla. Uf, ¡menudo trago y vaya lío! Mejor descifrar a Mbappé, o al menos intentarlo. Si fuera una marca de cilantro en estos momentos tendría más críticos que defensores. Y si la etiqueta de esa hierba fuera Vinicius, el consejo general que recibiría el «chef» Ancelotti sería que administrase sin medida la brasileña, aunque fuera de mercado durante tres semanas, y redujera la francesa a lo imprescindible, incluso eliminándola de la receta cuando resultara contraproducente mientras encuentra el punto óptimo de administración. Con seis Ligas de Campeones en su palmarés, algo así como seis estrellas Michelín, el paladar de ‘Carletto’ sigue siendo tan exquisito y reputado que una mala hierba no puede condicionar ni su historial ni su trabajo. Además, tiene buena mano para manejarse en el caos de los fogones. Si fuera bombero sería el primer avisado para apagar un incendio. Su capacidad y conocimientos superan cualquier análisis.
¿Entonces? En torno a opiniones subjetivas y a teorías discutibles lo que se impone es un acto de fe, abandonarse a la capacidad de reacción del futbolista apoyado en la sabiduría de Ancelotti, más allá de la versatilidad del cilantro o de la plaga de lesiones, que influye en el rendimiento de todo el equipo, tanto como la ausencia de un Kroos, brújula y ancla, junto a Modrić, del mejor Madrid del último decenio. Lo demás es engañarse. Dicen que la mentira tiene las patas cortas, será en el Reino Unido, donde ha dimitido Louise Haigh, ministra de Transporte, porque hace más de diez años mintió a la Policía sobre el supuesto robo de su móvil, que encontró tiempo después extraviado en su domicilio. Aunque suene a chino, el ejemplo es reciente, pero británico. Palabra. Y una más: Mbappé es muy bueno, como el cilantro…