Los dos caminos de Mbappé: sobreponerse a lo Vinicius o hundirse a lo Kaká
La afición madridista ha decidido darle una vida al delantero extra para demostrar su valía en el césped
Estamos a martes y aún sigo impactado por la positiva reacción del Santiago Bernabéu con su recién adquirida estrella Kylian Mbappé. Y no porque no la comparta -es más, la aplaudo-, sino porque se aleja de la habitual dureza con la que el exigente público de Chamartín ha juzgado históricamente a sus cracks.
Esto me lleva a pensar que el avezado aficionado merengue ha detectado al vuelo el bloqueo mental que atraviesa el futbolista francés y que, lejos de bajar el pulgar a lo emperador romano, han decidido darle una vida extra para demostrar su valía en el renovado coliseo madridista.
El domingo lo dejaron claro hasta en tres ocasiones. Paso a relatarles como lo viví en primera persona.
Los tres perdones del Bernabéu
Tras el que sea, probablemente, su peor partido con la camiseta del Real Madrid en Anfield, las tertulias semanales versaban en cómo respondería la tribuna blanca.
Para empezar, la grada de animación se arrancó con un «¡Kylian Mbappé, Kylian Mbappé, Kylian Mbappé!» al que se unió el resto del recinto en el minuto 26 del primer tiempo. 12 minutos después, el natural de Bondy respondió con un golazo desde fuera del área para poner el 2 a 0 en el marcador.
Al comienzo del segundo acto llegó la segunda señal de apoyo. Hernández pita penalti a favor del Madrid (que luego sería anulado por el VAR) después de un disparo de Kylian que parecía haber impactado en la mano de un zaguero azulón. La acción quedó en nada, pero lo significativo estuvo en que la pena máxima la iba a lanzar Rodrygo hasta que el graderío al unísono arranco a corear «¡Mabppé, Mbappé, Mbappé!». La pelota pasó entonces a las manos del astro galo que, tras no atreverse con el primer penal (que anotaría Bellingham), ahora sí, pretendía asumir la responsabilidad para contentar al gentío.
El tercer perdón del Bernabéu fue, a mi entender, el más masivo y coral. ‘Kiki’ se marca un jugadón que deja atrás a toda la defensa del Getafe y, por los suelos, al portero David Soria. Entonces, forzado, pero a puerta vacía, la acaba mandando fuera rozando el palo. La jugada fue de una belleza tal (me recordó al no gol de Pelé) que el Santiago Bernabéu decidió premiarle en pie con una estruendosa y duradera ovación.
Así se produjeron ‘los tres perdones’ de la, probablemente, hinchada más severa del planeta fútbol.
Zidane y Vinicius lo saben
Estrellas del calado de Zinedine Zidane o Vinicius Junior saben perfectamente de lo que hablo. Zinedine llegó como segundo galáctico en la primera etapa de Florentino Pérez desde la Juventus de Turín. La presión era máxima y las ansias del madridismo por verlo triunfar, también.
Zidane tardó mucho más de lo esperado en explotar. Como sería la cosa que transitando por este mismo mes de diciembre, pero del 2001, recibió duros silbidos de sus propios aficionados. Todo cambió en la noche de Reyes de 2002. Zizou marcó un gol de bandera al Deportivo de La Coruña y algo se activó instantáneamente en su cabeza y en la de su gente.
Vini también podría darle un máster a Kylian de lo que es ‘padecer’ al Bernabéu. En sus erráticos inicios el apremio de Concha Espina fue de tal intensidad que el jugador brasileño se echó a llorar sobre el césped después de marcar un gol al C.A. Osasuna.
En el cruce de caminos en el que se encuentra Mbappé tiene dos opciones: sobreponerse al estilo de Zinedine Zidane o Vinicius Junior o hundirse como le sucedió al genial Kaká, que venía de ganar el Balón de Oro con el A.C. Milan, pero nunca levantó cabeza tras alguna mala decisión (como fue poner a Brasil por delante del Real Madrid), o Eden Hazard al que su falta de profesionalidad, a veces, y una tremenda racha de lesiones acabaron por dinamitarle.
Los grandes futbolistas emergen en los momentos críticos y Kylyan Mbappé tiene ante sí la oportunidad de demostrarnos de qué lado está. Ha llegado el momento de demostrar que ha nacido para jugar en el Real Madrid.