Que inventemos nosotros: una española, finalista del Eurovisión de los inventores
Elena García Armada opta al premio que otorga la Oficina Europea de Patentes con un exoesqueleto desarrollado y comercializado por una empresa ‘spin-off’ surgida de su investigación en el CSIC
Miguel de Unamuno era muy inteligente. Y un gran escritor. Pero, a veces, se creía más listo de la cuenta. En 1906 escribió una de esas frases redondas que pasan a la historia en el ensayo ‘El Pórtico del templo’: «Que inventen ellos». El latiguillo comercial, tan propio de cuando don Miguel se ponía estupendo, resulta aún más lacerante en su desarrollo: «Que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones. Pues confío y espero en que estarás convencido, como yo lo estoy, de que la luz eléctrica alumbra aquí tan bien como allí donde se inventó». Ese truco de la ciencia para crear (literalmente) luz comenzaba a cambiar la faz de la tierra… pero no era cosa de hidalgos. Tras la previsible polvareda que levantó, Unamuno remató el asunto en las conclusiones de su clásico «Del sentimiento trágico de la vida»: «¿Que no tenemos espíritu científico? ¿Y qué si tenemos algún espíritu? […] Ellos a la ciencia de que nos aprovecharemos, nosotros a lo nuestro. No basta defenderse, hay que atacar. Pero atacar con tino y cautela. La razón ha de ser nuestra arma. Lo es hasta del loco. Nuestro loco sublime, nuestro modelo, don Quijote…».
La cosa acabó regular en España. Alejandro Amenábar describió hace poco en Mientras dure la guerra el disgusto de Unamuno al darse cuenta (tarde) de los errores sistémicos que terminaron en los horrores trágicos que todos conocemos. La agresión dialéctica a los inventores no resulta tan impresionante como las retorcidas figuras del Guernica, pero quizás haya tenido repercusiones más dañinas a largo plazo. En ¡Crear o morir! Cómo reinvertarnos y progresar en la era de la innovación, por ejemplo, Andrés Oppenheimer parte del hito de la muerte de Steve Jobs para explicar hasta qué punto perdió su apuesta Unamuno. El capitalismo que ha terminado imponiéndose prima la creatividad porque, una vez inventados y diseñados tanto el producto como su estrategia de comercialización, se puede producir en cualquier sitio con mano de obra barata. Al final quedan dos extremos: el Steve Jobs de turno, forrado y enaltecido hasta la náusea en California… y nosotros, intentando no caer en la larga lista del paro español para poder comprarle un iphone.
Lo más sangrante es que, cuando nos ponemos, el ingenio surge. Otra de las manías (intermitentes) de Unamuno era el africanismo, alternativa a esa gris Europa que nos quería fagocitar. No hay Quijotes en Alemania. Y, precisamente, la noticia más reconfortante de los últimos tiempos sobre el ingenio español tiene que ver con la Oficina Europea de Patentes (EPO, por sus siglas en inglés). La científica española Elena García Armada ha sido nominada finalista de su European Inventor Award 2022, que se anunciará en una ceremonia virtual el 21 de junio. Compite con el primer exoesqueleto robótico adaptable del mundo para niños, una iniciativa preciosa en lo humano y apasionante en lo tecnológico.
La historia de su creación tiene un valor doble: el narrativo de la peripecia personal que enraíza una idea a la realidad y el analítico de los procesos económicos que pueden hacer crecer (o no) un país. Tras conocer a Daniela, una niña que no podía andar por un trágico accidente, García Armada, profesora del CSIC, cambió su línea de investigación para dedicarse a los exoesqueletos pediátricos. Se pasó cerca de una década trabajando en un traje que, alimentado con una batería, se va adaptando a la evolución de diferentes tipos de pacientes. Hay demanda: unos 10 millones de niños se enfrentan al mismo problema que Daniela. En su perfil en la web de los European Inventor Award aparecen los detalles técnicos.
Hasta ahí, la parte técnica y emocional del relato. El quid de la cuestión consiste en caer en la cuenta de la conexión ineludible con la siguiente, sin la cual Daniela no podría echar a andar. Una senda por la que ni Unamuno ni El Quijote, demasiado «puros», querrían cabalgar. García Armada no se limitó a inventar el exoesqueleto. Para empezar, lo patentó, primer impulso hacia el mercado y, por lo tanto, la demanda, o sea, Daniela y sus 10 millones de equivalentes. En un principio, tenía en mente darle la licencia a un fabricante ya establecido, pero decidió implicarse aún más en la carrera hacia las piernas de Daniela y optó por fundar la ‘spin-off’ Marsi Bionics para probar ella misma el exoesqueleto con más medios. Una ‘spin-off’ es un tipo de empresa promovida por la comunidad universitaria para explotar económicamente los resultados de la investigación académica.
La universidad española ha tenido, tradicionalmente, una actitud muy de hidalgo. El dinero es algo vulgar. De hecho, un hijo de algo no puede trabajar, aunque se muera de hambre. Eso es de villanos. Cuentan que, en lo más profundo de nuestros tiempos imperiales, el hidalgo pobre, flaco como el Caballero de la Triste Figura, se paseaba por su pueblo con un palillo entre los dientes para que la gente creyera que había comido carne. Unamuno fue rector de la Universidad de Salamanca. Afortunadamente, algo está cambiando. En un artículo sobre la biotecnología española ya conté el caso de éxito de la ‘spin-off Vivet’. Gloria González-Aseguinolaza, subdirectora del centro de investigación del que surgió, el CIMA de la Universidad de Navarra, explicaba en el congreso Biospain cómo sus jefes académicos la instaron «a empujones» a encontrar un hueco para salir de su laboratorio y hablar con inversores y gestores empresariales. ¿Algo puede estar cambiando?
La historia de García Armada tiene el siguiente final (feliz desde el punto de vista de Daniela, no sabemos desde el de Unamuno): tras probar el exoesqueleto, se dio cuenta de que podía fabricarlo ella misma y… el año pasado le concedieron el permiso para su uso en centros médicos, con lo que la empresa empezó a mandarlo a hospitales españoles y mexicanos. ¿Se imagina una España en la que los European Inventor Award del 21 de junio tuvieran la misma (o, por lo menos, la mitad de) audiencia que Eurovisión?