THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Rusia también amenazó a España antes de entrar en la OTAN

La Alianza siempre ha sido incapaz de esconder su información a los espías rusos

Rusia también amenazó a España antes de entrar en la OTAN

Felipe Gónzalez y Javier Solana, durante la campaña a favor de la entrada de la OTAN. | Europa Press

«Sin desconocer que la incorporación de España a la OTAN está vinculada a otros condicionantes de nuestra política exterior, el Gobierno que aspiro a presidir reafirma su vocación atlántica, expresamente manifestada por la Unión de Centro Democrático, y se propone iniciar las consultas con los grupos parlamentarios a fin de articular una mayoría, escoger el momento y definir las condiciones y modalidades en que España estaría dispuesta a participar en la Alianza».

Han pasado 40 años desde que Leopoldo Calvo Sotelo anunciara el 18 de febrero de 1981, durante su sesión de investidura en el Congreso de los Diputados, la puesta en marcha del proceso de integración en la OTAN. Un proceso que al releer su discurso de entonces, nos recuerda lo que está pasando actualmente en Ucrania: «No toleraremos que terceros países, concretamente la Unión Soviética, se arroguen el derecho de vetar la entrada de España en la OTAN, ni aceptamos, por tanto, las doctrinas de la congelación en sus actuales dimensiones de las alianzas existentes, ni la doctrina de que nuestra soberana voluntad de acción en este campo suponga un gesto agresivo susceptible de quebrar el equilibrio de fuerzas en Europa».

Si Adolfo Suárez no aceptó las presiones de Estados Unidos para llevar a España a la Alianza Atlántica, lo cierto es que hasta la llegada del rey Juan Carlos al poder era la OTAN la que no quería tenernos en su seno. Nadie deseaba relacionarse oficialmente con una dictadura como la española cuando la organización nació en 1949, aunque como les era imprescindible para combatir al enemigo del Pacto de Varsovia, hicieron una envolvente y Estados Unidos firmó con Franco unos acuerdos que suponían contribuir por la puerta de atrás a esa Alianza. 

Calvo Sotelo nos metió por votación parlamentaria. Tras el golpe de Estado fallido del 23 de febrero, sumó como pretextos la necesidad de asentar la democracia, que los militares miraran hacia la política exterior y no a la interior, poder contar con apoyos para luchar contra ETA y que los países miembros nos ayudaran a ingresar en la Comunidad Europea. La OTAN era el refugio para una joven democracia desnortada que necesitaba huir de los fantasmas del pasado.

Al llegar al poder en 1982, Felipe González había prometido un referéndum de salida, pero cambió de opinión y lo que convocó fue uno de permanencia. Utilizó todas las triquiñuelas a su alcance para ganarlo y permanecer en el bando de Estados Unidos. Hasta formuló una pregunta al pueblo español en la que no aparecía la palabra OTAN, sustituida por Alianza Atlántica. Las promesas realizadas se incumplieron todas: que España no se incorporaría a la estructura militar, que los estadounidenses no metieran armas nucleares en nuestro territorio y que se reduciría progresivamente su presencia. 

Muchos años después nos enteramos de datos curiosos gracias a la desclasificación de documentos de la CIA. Los espías estadounidenses vaticinaron -¡vaya ojo!- que Felipe González había convocado «un referéndum que probablemente perderá». 

La OTAN, un coladero

Es importante recordar la manera en que España entró en la OTAN porque el 29 y 30 de junio se celebra una cumbre en Madrid de especial trascendencia, la primera tras la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin, a la que están invitados dos futuros socios, Finlandia y Suecia.

Pero también es importante saber que esa organización tremendamente poderosa comandada por Estados Unidos ha sido desde sus orígenes, en realidad antes incluso de nacer, un coladero incapaz de tapar las vías para que el Pacto de Varsovia primero y Rusia después, tuvieran acceso a su información más confidencial. 

Dejadme que os cuente algunos casos especialmente representativos. El Quinteto de Cambridge lo formaban cinco dobles agentes nacidos en Reino Unido y fichados por el NKVD, predecesor del KGB. Uno de ellos era John Cairncross. Hablaba alemán y francés, no era de familia de pasta, ingresó secretamente en el Partido Comunista y aprobó la oposición a funcionario del Foreign Office. Después formó parte del MI6 y en el otoño de 1948 lo destinaron a la sección encargada de la financiación de la OTAN, cuando todavía la Alianza no había sido creada, que lo fue en marzo de 1949. 

Gracias a él la KGB conoció antes de su entrada en funcionamiento toda la información secreta, entre ella los efectivos militares de la OTAN, la contribución de cada país, el tipo de tropas y sus armas, cuál sería la estructura…. Y en cuanto se puso en marcha, supieron al detalle el coste de las bases americana en Turquía, Noruega, Islandia e Italia, qué material proporcionaba el Reino Unido, quién mantenía las bases, qué armas empleaban, el coste…

Romeos y Julietas

Una gran operación que dañó enormemente a la Alianza tuvo su origen y ejecución en la Stasi, el servicio secreto de Alemania Oriental, uno de los brazos armados del KGB ruso. Su director, Markus Wolf, en el que se inspiró John Le Carré para crear a su tenebroso personaje Karla, puso en marcha la Operación Romeo en 1952. El objetivo era que muchos de sus agentes enamoraran a solitarias secretarias o mujeres mandos intermedios de la OTAN y de Alemania Occidental con acceso a información secreta.

La operación fue un éxito. Desde que se inició en 1952, no se produjo ninguna detención hasta 1979. En marzo Ingrid Garbe, secretaria de la misión de Alemania Occidental ante la OTAN en Bruselas fue acusada de espiar para el Este, en lo que ya se bautizó como «espía por amor». Después vendrían muchas otras.

En mi opinión, el caso de Julieta más escandaloso fue el de Gabriele Gast, una alemana occidental que de jovencita fue a hacer su tesis doctoral a la Alemania del Este. Fue seducida y para conservar ese supuesto amor se convirtió en colaboradora de la Stasi. En unos años entró en el BND, el servicio de espionaje enemigo, y poco a poco fue ascendiendo hasta llegar a ser la responsable del departamento relacionado con el Pacto de Varsovia. Todo lo que Alemania sabía de la OTAN llegó a Moscú. Eso sí, tras la caída del Muro de Berlín, no tardó en ser detenida y condenada a seis años de cárcel. Desde entonces no han parado las expulsiones de agentes y colaboradores rusos acusados de seguir con ese espionaje intenso.

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