THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

¿Cuál es la mejor pregunta que puedes formular a un directivo durante una entrevista de trabajo?

No se moleste en pedirle a nadie que le diga cuál es su peor defecto. Le contestará que peca de perfeccionista o que se entrega demasiado a los proyectos

Las pestañas de tu navegador o cómo saberlo todo sobre ti con solo formular una pregunta

Elon Musk, el presidente de Tesla, considera tan estratégicos los recursos humanos que entrevistó personalmente a los 3.000 primeros empleados de SpaceX. | Europa Press

«¿Qué opinas del servicio aquí?».

La pregunta quizás no le sorprenda si quien se la formula es un amigo con el que está compartiendo mesa y mantel. Pero sin duda le extrañará si su interlocutor es el dueño de la gran compañía a la que pretende incorporarse. Los autores de Talento, el economista Tyler Cowen y el emprendedor Daniel Gross, recomiendan, sin embargo, incluirla en las entrevistas de trabajo a directivos. Ayuda a descartar a los sujetos conflictivos. No quieres gruñones en tu organización, por brillantes que sean, dicen, y no les falta razón. Conocí a un abogado del estado que fue número uno de su promoción. Era certero en sus juicios y enciclopédico en sus conocimientos, pero protestaba por todo, era superior a sus fuerzas. En cuanto se sentaba en un restaurante, sometía a una minuciosa inspección los cubiertos, los platos, las servilletas y, si observaba la menor mácula en un tenedor o un cuchillo, exigía hablar con el encargado. «Pero, papá», le rogaban sus hijas, «pide que te lo cambien y ya está». «No es suficiente», respondía él, «así lo corrigen para la próxima vez». Y añadía: «Lo hago por su bien».

Una importante multinacional lo fichó tras un proceso de selección estándar. Se fio de su impresionante currículo y su gran cociente intelectual, pero el currículo y el cociente intelectual están sobrevalorados y aquello acabó fatal, con querellas cruzadas y toda la pesca.

Quizás si el dueño de la importante multinacional lo hubiera invitado a comer fuera antes de firmar nada, como sugieren Cowen y Gross, se hubiera ahorrado muchos sinsabores.

Musk entrevistó a los primeros 3.000 empleados de Space X

En la era del conocimiento, la suerte de cualquier negocio depende de cómo gestione el talento. «Si nos fijamos en Estados Unidos», escriben Cowen y Gross, «entre el 20% y el 40% del crecimiento desde 1960 se explica por una mejor asignación del talento».

Elon Musk, el presidente de Tesla, considera tan estratégicos los recursos humanos que entrevistó personalmente a los 3.000 primeros empleados de SpaceX.

Los tests de inteligencia y los expedientes académicos revisten el proceso de un aura de objetividad y pueden valer para contratar a conductores de autobús, pero aquí hablamos de conductores de personas, de líderes, de creadores «que alumbran ideas originales, impulsan instituciones nuevas, desarrollan métodos desconocidos para fabricar productos conocidos […] o inspiran a otros con su mera presencia».

Algo así escapa a los procedimientos estandarizados.

Listos que trabajan de aparcacoches

«El cociente intelectual (CI)», dicen Cowen y Gross, «no debería considerarse garantía de nada, aunque solo sea porque la ejecutoria profesional de la mayoría de quienes presentan un CI elevado no es extremadamente brillante». El mundo está lleno de listos que trabajan de aparcacoches. «La relación entre el éxito y el CI funciona hasta cierto punto», coincide Malcolm Gladwell en Fuera de serie. En cuanto se alcanza un determinado nivel, seguir sumando puntos no se traduce en ventajas adicionales. Un científico con un CI de 130 tiene las mismas posibilidades de ganar el Nobel que otro con un CI de 180. Pasa como en baloncesto: si mides metro y medio, es difícil que llegues a la NBA, pero a partir de 1,85 la estatura deja de importar. Basta con ser suficientemente alto.

En cuanto a los expedientes académicos, Occidente sufre una clara inflación. En muchas vacantes para las que hace unas décadas era suficiente el bachillerato, se exige ahora una licenciatura o un posgrado. Este credencialismo proporciona una coartada a los responsables de recursos humanos cuando una contratación sale mal («Era el mejor candidato, tenía un título de una universidad americana»), pero cierra la puerta a personas con rasgos mucho más valiosos.

El que resiste gana

El éxito no es producto de un único factor, sino de una combinación de características que se retroalimentan y refuerzan, de un modelo multiplicativo. «Para ser un compositor de primer nivel», dicen Cowen y Gross, «necesitas hábitos excelentes, genio musical, habilidad para tocar el piano y orquestar, perseverancia y haber pasado por un centro musical de Europa central. Cuando se da todo, el resultado es Mozart o Beethoven. Pero si falla algo, todo se viene abajo».

No existe el músico nato que se eleva grácilmente hasta la cima sin pasar por tediosas sesiones de ensayo. Y lo mismo ocurre en cualquier otra disciplina. «He conocido a muchos jugadores muy talentosos», dice el ajedrecista armenio Vladimir Akopian. «Pero el trabajo duro es muy importante. Y no solo el trabajo duro».

Cowen y Gross consideran que uno de los aspectos más subestimados por los reclutadores es la resistencia, y citan la experiencia del economista Robin Hanson. «Hasta mediados de los años 30», cuenta, «no tuve ocasión de ver a auténticos triunfadores el tiempo suficiente como para percibir un patrón claro: poseen mucha más energía». Un ejemplo claro son esos políticos que no parecen cansarse nunca de estrechar manos, conocer a gente nueva y pronunciar mítines.

Al directivo excepcional lo adorna igualmente un constante afán de superación. Nunca está satisfecho con lo que sabe, siempre está deseoso de aprender. «Si queda con alguien tres veces en tres meses y en cada encuentro advierte que ha mejorado respecto del anterior», dicen Cowen y Gross, «no lo pierda de vista».

Las preguntas que no hay que hacer…

Talent enumera muchos otros rasgos. Algunos le sonarán, como la constancia, la satisfacción profesional o la precocidad (los genios apuntan buenas maneras desde muy pronto). Otros los encontrará más rebuscados, como la viscosidad (el arte de mantener un equipo unido) o la generatividad (la producción constante de ideas).

Y aquí llegamos al nudo de la cuestión. ¿Cómo se detecta a alguien resistente, curioso, precoz, viscoso, generativo? Olvídese de los métodos convencionales. Si le pide a alguien que le señale su mayor defecto, le contestará que en ocasiones peca de perfeccionista o que su mujer le reprocha que se entrega demasiado a los proyectos. Tampoco se interese por cuál es el fracaso del que más ha aprendido. Stanford imparte un curso para ingenieros con las respuestas que hay que dar.

La clave es situar al candidato en un ambiente familiar y relajado, como una cafetería o un restaurante, y dejar que hable, que «cuente historias de sí mismo, en lugar de escupir datos y respuestas prefabricadas». Y para estimular su locuacidad, Cowen y Gross sugieren echar mano de un cuestionario poco ortodoxo.

…las preguntas que Cowen y Gross aconsejan…

¿Qué ha hecho esta mañana? Es un simple movimiento de apertura. Permite pasar de un tono formal a otro más conversacional, menos engolado. También aporta información de lo bien que se organiza el candidato, una virtud en las que las madres se han fijado mucho toda la vida.

Si yo fuera Netflix, ¿qué película le gustaría que le recomendara y por qué? Lo normal es que se obtenga de entrada un embarazoso silencio, seguido quizás de algunos balbuceos. «¡Es una gran señal!» Ha cogido al aspirante desprevenido y lo que salga de su boca será espontáneo y sincero.

¿Qué diez palabras usaría su pareja o su amigo para describirlo? Obliga a ser específico y no andarse por las ramas.

¿Quiénes son nuestros competidores? Si su interlocutor se limita a dar nombres de compañías rivales, vale, pero no basta. Se trata de mirar más lejos. «Reed Hastings, el CEO de Netflix, dijo una vez que su mayor enemigo era el sueño, y que iba ganando», cuentan Cowen y Gross. Y en el Mercatus Center, un servicio de estudios, advierten de que su peor amenaza no son los otros centros de investigación, sino Google, que es adonde acude la gente cuando tiene una duda.

…y la mejor pregunta que puedes formular

Talent incluye un apéndice con decenas de preguntas más, pero ¿cuál es la más reveladora de todas?

¿Qué pestañas tiene abiertas ahora mismo en su navegador? «En esencia», dicen Cowen y Gross, «estás sondeando sus hábitos intelectuales, lo que suscita su curiosidad y lo que hace en su tiempo libre, todo de una tacada».

«No se trata de charla barata», argumenta Cowen en su blog Marginal Revolution. «Algunos aspirantes alardean de que están fascinados por el lenguaje de programación C++, pero si además tienen una pestaña en Reddit y Subreddits sobre ese tema, estamos ante una preferencia demostrada», no una mera baladronada.

La pregunta sirve asimismo para evaluar el nivel de compromiso general. «Si la persona no manifiesta entusiasmo por ninguna de esas pestañas abiertas, quizás tampoco lo muestre por otros asuntos. Pero si se tropieza con una exaltada defensa de que esta página o tal otra es la mejor guía para conocer El señor de los anillos, habrá dado con un friqui obsesionado con los detalles, algo muy ventajoso para ciertas vacantes, aunque no todas».

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