El mundial de ajedrez que no ha ganado Carlsen (ni falta que le hace)
La ausencia del noruego, más centrado en su relación comercial con el gigante Chess.com, ha opacado la victoria del chino Ding Liren en Astaná
La corona de campeón del mundo de ajedrez ha aterrizado sobre la cabeza del chino Ding Liren (1992, Wenzhou). La solemne importancia ajedrecística del momento se ha visto ensombrecida, sin embargo, por la alargada sombra de una ausencia. El verdadero rey es tan consciente de serlo, que ni se ha dignado a participar. A Magnus Carlsen (1990, Tønsberg, Noruega), ganador de los últimos cinco mundiales, esta vez simplemente le dio pereza. En parte, quizá, porque se celebran cada dos años, en vez de cuatro, como sucede en la mayoría de los deportes. Pero, sobre todo, porque tampoco le hace mucha falta. Está en otras cosas.
Pese a todo, tras el emocionante desenlace de la final de ayer, llegaron los fastos celebratorios auspiciados por la ciudad anfitriona, Astaná, capital de Kazajistán, república de la órbita de la antigua Unión Soviética, donde el ajedrez sigue siendo casi una religión. Aunque, signo de los tiempos, ahora paga los cheques la empresa de servicios financieros Freedom, nominalmente kazaja pero convenientemente cotizada en el muy estadounidense índice bursátil Nasdaq. Su CEO, Timur Turlov, nacido y criado en Moscú, renunció el año pasado a su nacionalidad para distanciarse de Putin… y sus sanciones. Ahora es kazajo.
Freedom consta como «general partner», muy destacado sobre el resto de los patrocinadores en la web oficial del campeonato. Abonará, por ejemplo, los dos millones de euros que se reparten los finalistas. El 55% se lo lleva el ganador; el resto, el perdedor. Contundente consolación. Curiosamente, si no hubieran llegado al desempate final, con un formato de play-off, distinto al del resto de competición, los porcentajes hubieran sido 60%-40%. La menor diferencia entre los contendientes sobre los tableros se refleja en el premio económico. Interesante perspectiva que otros deportes podrían tener en cuenta para animar la competencia incluso cuando, por ejemplo, una liga de fútbol tiene ya prácticamente decidido su campeón muchas jornadas antes del final. Se me ocurre.
Nada que pudiera impresionar a la verdadera gran rock star del ajedrez actual. Magnus (lleva la grandeza hasta en el nombre de pila) Carlsen y el tremebundo negocio que supone su nombre-marca se consideran más allá de los fastos tradicionales. El primer campeonato del mundo de ajedrez se remonta a 1886, aunque la Federación Internacional de Ajedrez, la (se ve que ya no tan todopoderosa) FIDE solo los homologa desde 1948. El escenario elegido por Carlsen el verano pasado para hacer pública su renuncia a la defensa del título fue, significativamente, el primer episodio de su podcast The Magnus Effect. «No estoy motivado con la idea de disputarlo. Pienso simplemente que no tengo gran cosa que ganar», dijo. Y siguió a lo suyo.
A propósito de Gambito de dama, la exitosa serie de Netflix, Juan Manuel Bellver reflexionó sobre El renacido glamour del ajedrez. La fascinación por el deporte más asociado a la inteligencia, sostiene Bellver, experimenta momentos álgidos (los duelos de la Guerra Fría, la batalla contra el ordenador Deep Blue de IBM…), pero nunca termina de disiparse. Carlsen lleva tiempo explotándolo financieramente.
En 2020, Forbes incluyó al noruego en su selecta lista de triunfadores menores de 30 años. La revista especializada en millonarios destacaba que había ganado cuatro campeonatos del mundo (ganaría también el de 2021 en Dubai sin despeinarse) y que fue el número uno del mundo más joven de la historia (en 2010, con apenas 20 años).
Esa precocidad lo llevó en 2013 a la prestigiosa lista de las cien personas más influyentes del mundo de la revista Time, en compañía de gente como Barack Obama, Kim Jong Un, Steven Spielberg, Justin Timberlake o Lebron James. Pero, ya sobrepasados los 30, su perfil comenzó a tomar un cariz más lucrativo, hasta el punto de ser rebautizado como Magnus Inc en un reportaje de The New York Times. «Ganar es lo que ha hecho de Magnus Carlsen un nombre conocido. Pero es enseñar y vender el juego a otros lo que le ha hecho rico», sostiene un incisivo Dylan Loeb McClain.
McClain se remonta a 2006, cuando un Magnus adolescente, ya gran maestro, tenía tanto éxito, que sus padres, Henrik y Sigrun, decidieron crear una pequeña empresa para gestionar sus ganancias: «El padre dijo entonces que esperaba que Magnus ganara lo suficiente a los 25 años para que, si decidía dejar de jugar, al menos fuera económicamente independiente». Misión cumplida. Pasados los 30, no se ha retirado, pero puede ir renunciando, por ejemplo, a un mundial en la no muy atractiva ciudad de Astaná, en mitad de la estepa.
Porque, dice McClain, más allá de sus títulos, Carlsen «ha hecho algo que ninguno de sus contemporáneos o predecesores, ni siquiera Garry Kasparov, que ostentó el título mundial de 1985 a 2000, consiguió: aprovechar su fama para convertirse en uno de los principales empresarios del mundo del ajedrez. En el proceso, ha amasado una pequeña fortuna». McClain destaca entre sus patrocinios privados los de Unibet, un sitio de apuestas deportivas; Isklar, una empresa noruega de agua, y Simonsen Vogt Wiig, un bufete de abogados noruego.
Pero el principal vehículo de sus aventuras empresariales, es Play Magnus, una empresa que cofundó en 2013, el año en que se proclamó campeón del mundo: «Diseñada inicialmente como una aplicación que permitía a los usuarios imitar el estilo de juego y la fuerza de Carlsen a diferentes edades, Play Magnus se ha expandido, sobre todo a través de adquisiciones, hasta convertirse en una empresa con una docena de filiales. Ahora incluye un sitio de juego en línea, múltiples plataformas de enseñanza y formación, y ramas de publicación digital y de libros», dice McClain.
La pandemia terminó de lanzar a la empresa. Con el deporte en espacios púbicos muy limitado, las posibilidades online del ajedrez se dispararon y, como explica Sportbusiness, Carlsen lo «capitalizó». Play Magnus organizó una serie de 10 torneos, en su mayoría online, con 1,6 millones de dólares en premios. En ellos participaron 44 de los mejores jugadores del mundo, incluido Carlsen.
McClain recuerda que «la inclusión de jugadores de primera fila, incluido el campeón del mundo, permitió a la gira atraer patrocinadores. Entre ellos, Meltwater, una empresa de inteligencia de medios de comunicación, que dio nombre a la gira; FTX, una bolsa de criptomonedas, y Mastercard. Julius Baer, un banco suizo de gestión de patrimonios, se convirtió en el principal patrocinador de un segundo circuito para jugadores prometedores». Movimientos que no hicieron especialmente feliz a la FIDE. Ahí puede estar otra pista importante sobre los motivos de la renuncia al campeonato del mundo de Astaná.
Play Magnus se convirtió en la primera empresa de ajedrez del mundo cotizada en bolsa, y llegó a tener una capitalización bursátil de unos 115 millones de dólares, pero su tirón se estancó y el año pasado la compró Chess.com por 80 millones de dólares. Chess.com, que el diciembre pasado alcanzó los 100 millones de usuarios, se ha convertido en un agente fundamental de la industria del ajedrez.
En el anuncio en su página web de la adquisición de Play Magnus, se cuidaron mucho de subrayar que el acuerdo incluía la firma de Magnus Carlsen como «embajador» de la compañía. «Participará regularmente en eventos de Chess.com», aseguraban, para a continuación recordar que «El 18 de diciembre de 2022, Carlsen disputó la final del Campeonato de Ajedrez Rápido 2022, en la que se impuso a Hikaru Nakamura en un emocionante duelo a vida o muerte. Más de 200.000 telespectadores sintonizaron este esperado encuentro». Y añadían que, «además del Speed Chess Championship 2023, se espera que Carlsen compita en la PRO Chess League, el Bullet Chess Championship, los habituales Titled Tuesdays, etc», para concluir con esta contundencia: «Chess.com está encantado de dar la bienvenida al mejor ajedrecista del mundo a la temporada de torneos 2023 de Chess.com».
La ausencia de Carlsen en Astaná adquiere otra dimensión en este contexto. ¿Se podría estar gestando un cisma parecido al que intentan crear algunos clubes europeos de fútbol con el polémico proyecto de la Superliga?
Mientras, en Astaná, la gloria aún oficial recae sobre otros dos treintañeros. La gran sensación china, Ding Liren, un par de años más joven que Carlsen, ha superado su irregularidad para batir la solidez del ruso Ian Nepomniachtchi, alias Nepo, unos meses más joven que Carlsen, que lo derrotó en la final del Campeonato del Mundo de Dubai en 2021.
Más allá de sus diferentes estilos, ambos (y sus respectivas posibilidades comerciales) tienen en común una circunstancia decisiva: no son Magnus Carlsen.