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La otra cara del dinero

Los millonarios de verdad rescatan dinosaurios, la mascota más 'cool'

«Las subastas de restos prehistóricos está creando un fructífero mercado que suscita el debate sobre la convivencia de ciencia e inversión financiera»

Los millonarios de verdad rescatan dinosaurios, la mascota más ‘cool’

Muchos famosos han comenzado la aficion de coleccionar huesos de dinosaurio | EuropaPress

¿Un Ferrari? ¿De verdad? Qué vulgaridad… En determinados entornos, el nivel está un poco más allá, por favor. Entre los millonarios de verdad, si quieres ser alguien, tienes que enseñar en el salón de tu casa por lo menos… No sé. ¿Un dinosaurio?

The Economist (más que un semanario, recordemos, no solo informa: su marca crea tendencias) plantó el mes pasado este titular: Trade in dinosaur fossils is good for science (El comercio de fósiles de dinosaurios es bueno para la ciencia). El subtítulo explica (predica, casi podría decirse) que «el mercado de especímenes debe regularse, no prohibirse».

The Economist es un medio de lo que podríamos englobar en el concepto progre (mucha Agenda 2030), pero en la variante indisimuladamente exquisita, dinero mediante, claro. El laborismo de Ton(r)y Blair, por ejemplo. Nos gusta forrarnos, pero metiéndole al mercado solo la puntita (o que lo parezca, más bien).

Aunque, británicos al fin y al cabo, hay que reconocerles un sentido del humor a veces brillante. El artículo apareció en la sección «Líderes» de la edición impresa bajo el titular «Capitalismo cretáceo».  

Recordaba que, en 2020, Christie’s (casa de subastas británica, por cierto) remató (en el sentido financiero, nada a lo Parque Jurásico) a Stan, uno de los especímenes de Tiranosaurus Rex más completos jamás descubiertos, por una cifra récord de 31,8 millones de dólares (29,04 millones de euros al cambio). 

Tres Tiranosaurios Rex

El pasado abril, Trinity, un compuesto de tres ejemplares de T. Rex, alcanzó los 6,1 millones de dólares en la casa de subastas Koller de Zúrich. Se trata de uno de los seis lotes de dinosaurios que han superado el umbral de los seis millones desde la venta de Stan. Y, a finales de julio, Sotheby’s subastará otro ejemplar casi completo. Al parecer, hay mercado.

Problema. Los compradores no suelen ser instituciones públicas o fundaciones científicas, sino ricos coleccionistas. De la veta más excéntrica. The Economist pone el ejemplo del actor Leonardo DiCaprio

La revista Far Out publicó el año pasado un divertido reportaje sobre el pique en 2007 entre el protagonista de Titanic y Nicolas Cage por el cráneo de un Tyrannosaurus Bataar de unos 67 millones de años de edad. Al final se lo llevó Cage por 270.000 dólares. 

Unos años después, The Telegraph desveló que la casa de subastas había obtenido el cráneo de un sujeto con pocos escrúpulos científicos y conocido por importar ilegalmente fósiles de China y Mongolia. 

Ya de paso, el diario conservador por excelencia del Reino Unido (casi bicentenario, cargado de deudas y en venta, por cierto: la asociación con los dinosaurios resulta inevitable), aprovechó para describir la lista de la compra completa de Nicholas Cage ese 2007 glorioso, revelada por su asesor financiero en un juicio dos años después: aparte del dinosaurio, tres casas, 22 coches (incluidos nueve Rolls Royces) y 47 obras de arte y «artículos exóticos» (sic).

The Economist no se entretiene en detalles tan horteras. Se limita a hacerse eco de la «alarma de muchos paleontólogos, que temen que los museos y otras instituciones científicas se vean excluidos del mercado por individuos que guardarán sus colecciones bajo llave». E incluso cuando los científicos tienen acceso a especímenes privados, «muchas revistas se han negado en los últimos años a publicar las investigaciones resultantes». Demasiada vulgaridad. 

Entonces The Economist dicta sentencia: «El antagonismo de estos científicos hacia el comercio está fuera de lugar. Un mercado floreciente de fósiles debería conducir a más descubrimientos que, si el comercio se regula adecuadamente, beneficiarán a la ciencia y al público».

Lo argumento acudiendo a la historia. «La paleontología siempre se ha apoyado en los buscadores y coleccionistas privados. Mary Anning, una de las pioneras en este campo, alcanzó el estatus de celebridad en la Inglaterra victoriana tras descubrir los primeros ejemplares fósiles de ictiosaurios y plesiosaurios (contemporáneos marinos de los dinosaurios) que erosionaban los frágiles acantilados costeros de Dorset, en el suroeste de Inglaterra, conocidos como la ‘costa jurásica’».

Hoy en día, sin embargo, la mayoría de los fósiles que se venden en subasta proceden de América. Hace poco, The New York Times explicaba, alarmado, hasta qué punto: «Los fósiles son un negocio multimillonario, que trae consigo disputas legales, acuerdos de confidencialidad y marcas registradas en el mundo de la paleontología».

«En muchos otros países los fósiles pasan automáticamente a ser propiedad del Estado. «La ventaja de animar a los ‘cowboys de los dinosaurios’ de Montana, Wyoming y Dakota»

Lo que para el diario estadounidense es un problema, para el semanario inglés es una oportunidad: «Una vez descubiertos allí [en EEUU], pertenecen al propietario y pueden comercializarse legalmente». En cambio, en muchos otros países los fósiles pasan automáticamente a ser propiedad del Estado. «La ventaja de animar a los ‘cowboys de los dinosaurios’ de Montana, Wyoming y Dakota -que comparten un gran yacimiento geológico- a ponerse a excavar es que, una vez expuestos, los fósiles son tan vulnerables al viento, la lluvia y las mareas como lo fueron en su día a ser mordisqueados por un terópodo», comentan los británicos con su habitual sentido del humor. «Al derrumbarse los acantilados de Dorset, por ejemplo, aparecen constantemente nuevos fósiles, pero pueden perderse a medida que continúa la erosión. A menudo, los científicos carecen de recursos para encontrar, recoger y conservar todos los fósiles con valor científico antes de que la naturaleza los destruya».

Aquí es donde «el sector privado cubre este vacío respondiendo a las señales de los precios». Así, la prospección se disparó tras la venta de Sue (otro famoso ejemplar de T. Rex), en 1997 al más solemne Field Museum de Chicago (eran otros tiempos), por 8,3 millones de dólares. La catarata actual de ventas está provocando otra «fiebre por los huesos». Y, matiza The Economist, «no siempre es cierto que los tesoros resultantes acaben fuera de la vista. El Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dhabi compró Stan, que se expondrá en 2025». Los petrodólares. Acabáramos.

The Economist admite que «el temor a que los científicos y el público se vean desbordados no es totalmente infundado. A veces los especímenes desaparecen tras ser comprados de forma anónima». Pero, por otro lado, considera que «nacionalizar la propiedad de los fósiles no hace desaparecer el deseo de comprarlos y venderlos. Al contrario, empuja el comercio a la clandestinidad». El mercado negro es una amenaza mayor para la ciencia que el comercio legítimo, sostienen: «Los contrabandistas tienen estándares mucho más bajos que las casas de subastas, y con frecuencia dañan o destruyen especímenes, y es aún menos probable que los fósiles robados acaben en los museos».

Además, hay formas de preservar el valor para el público de los fósiles de propiedad privada. «Los gobiernos podrían redactar normas que insistieran en que se catalogara el descubrimiento de fósiles y a quién pertenecen. Podrían exigir que los especímenes se pusieran a disposición del público para su estudio o garantizar que los museos pudieran hacer moldes. Y, aunque las casas de subastas ya exigen garantías sobre la procedencia de los fósiles, podrían establecer unas normas mínimas de excavación y manipulación para disipar el temor a que la prospección se convierta en el Salvaje Oeste». 

La conclusión apela al argumento vital definitivo: «Es mejor regular el mercado y dejar que prospere que forzar su extinción». Desde luego hay administraciones públicas más pesadas que el peor meteorito…

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