Los ocultos motivos de Sánchez para retener a Calviño
El salto de la ministra al BEI echaría por tierra el plan de escapada del jefe del Ejecutivo si la legislatura se torna imposible
El clamor de la calle contra los pactos de investidura, amnistía a la catalana y demás rendiciones a las fuerzas separatistas, no ha conseguido bajar de su pedestal narcisista al presidente del Gobierno, renovado en el cargo gracias a una democracia fundamentalista donde la soberanía popular ha sucumbido finalmente al dictado de una maleable representación parlamentaria. Pedro Sánchez tiene licencia para gobernar otros cuatro años si es que así se le puede llamar al chantaje permanente que deberá pagar para mantener viva la legislatura. Por si eso no fuera posible los estrategas de Moncloa cuentan con un plan B, una carta secreta a modo de comodín bajo la manga, que permitiría al líder socialista salir por peteneras antes de que sea demasiado tarde en busca de un destino internacional donde pasear el palmito con los más altos dignatarios del mundo mundial.
Mientras la economía aguante es muy factible que el jefe del Ejecutivo trate de agotar su mandato hasta el último suspiro si bien el populismo inherente del programa social que le abriga está amenazado a partir de ahora por la espada de Damocles de las desaprensivas prerrogativas concedidas a sus múltiples compinches, todos ellos claramente desleales al Estado español. No es sólo la medida de gracia para blanquear al secesionismo procaz e irredento, sino el precio incontable de unas tragaderas que en materia financiera dejarán exangüe la caja de caudales a partir de interminables reclamaciones fruto de unos acuerdos rubricados con luz y taquígrafos en la plaza pública. Sánchez ha traspasado esta vez demasiadas líneas rojas que van a poner a prueba el funambulismo de una política orientada exclusivamente a conservar el poder cueste lo que cueste.
Aseguran en el entorno presidencial que al gran jefe le van mejor los terrenos embarrados donde saca a relucir su extraordinario regate corto hasta alcanzar el denominado IPP (Interés Personal Puntual). El problema reside en que a partir de ahora su mandato se va a disputar en campo contrario ante rivales con aquilatada experiencia para moverse en el fango y bajo la atenta mirada de unos árbitros nombrados por Bruselas que se han mostrado especialmente consentidores hasta la fecha pero que aborrecen el juego sucio. La legislatura se va a convertir en lo que podríamos entender como un combate a la contra donde los cuates del Gobierno explotarán el arriendo de Moncloa golpeando en la ceja abierta de su inquilino mientras éste se las ve y se las desea para obtener el certificado comunitario que le permita atender las múltiples facturas con pronto pago y sin descuento.
Durmiendo con el enemigo
La cuerda de una economía cogida con alfileres se puede romper en cualquier momento a partir de enero de 2024, cuando Europa vuelva de las vacaciones presupuestarias que fueron concedidas en marzo de 2020 para afrontar los estragos de la pandemia. Mientras Alemania y Francia se tiran de los pelos para determinar los ajustes que se impondrán a los países más endeudados de la Unión, el Gobierno que no se priva de nada en España está dispuesto a dar un tratamiento específico y privilegiado a Cataluña en sintonía con el que ya disfrutan el País Vasco y Navarra desde hace cuarenta años. Más allá de la infame amnistía a los encausados del procés es la fragmentación del régimen fiscal común la que hace añicos la integridad conceptual de la nación al eliminar el principio de solidaridad interregional en el que se asienta la transferencia de rentas desde los territorios más ricos a los más pobres.
Con todo y con eso Sánchez ha salvado los muebles, pero el recorrido por delante está plagado de un sinfín de obstáculos, continuos y crecientes a medida que vaya incumpliendo las promesas —quizá dijo bromesas— que contraponen su pose presidencial con la de ese Gran Truchimán al que aludía Ortega, dispuesto a vender mercedes y dignidades para seguir manejando el timón del Estado. En dicha obsesión maquiavélica es menester aparcar pensando en una salida hacia otras latitudes donde la necesidad se siga camuflando de virtud, aprovechando para ello las oportunidades que ofrece el intenso calendario electoral. Hay quien piensa que los comicios en el País Vasco de la próxima primavera pueden suponer el primer clavo en la tumba del sanchismo pero no se olvide que al poco tiempo se abrirán también las urnas al Parlamento Europeo con una suculenta renovación de cargos institucionales capaces todos ellos de resucitar a cualquier moribundo político.
Además de la presidencia de la Comisión Europea, donde la alemana Ursula von der Leyen trata de aquilatar el respaldo de la Internacional Socialista que preside el propio Sánchez, está en juego también la jefatura del Consejo Europeo, actualmente en manos del que fuera primer ministro de Bélgica, Charles Michel. Esta es la posición que mejor satisfaría las ambiciones del presidente del Gobierno si después de acostarse con los recalcitrantes independentistas se muestra incapaz de conciliar el sueño en Moncloa. No será por exceso de escrúpulos, que nunca afectan al que no los tiene, sino por la innata escasez de recursos para colmar los apetitos insaciables de esos sabuesos que habiendo mordido la carne se disponen ahora a rebañar hasta el hueso. El líder socialista está durmiendo con los enemigos declarados de España y no tardará en sufrir graves pesadillas.
Parco apoyo a Calviño en el BEI
Sánchez necesita la melatonina de Europa aunque solo sea en forma de placebo y eso explica el sutil y parco esfuerzo con que el presidente del Gobierno hasta hace poco en funciones ha dejado al albur la candidatura de Nadia Calviño como titular del Banco Europeo de Inversiones (BEI). El sillón financiero de la Unión es homologable al de las más altas y reseñadas instancias comunitarias, por lo que entra en competencia directa con las ocultas aspiraciones de nadar y guardar la ropa que alberga el jefe del Ejecutivo. La continuidad de Calviño en la repleta mesa ovalada del Consejo de Ministros evidencia por lo demás que la susodicha tampoco las tiene todas consigo y que, más bien al contrario, necesita seguir como máxima representante de la política económica para que su candidatura mantenga la mínima virtualidad que se exige a todo mandatario en expectativa de destino.
El fracaso de la todavía vicepresidenta en su nueva intentona por dar el salto a Bruselas dejaría intactas las posibilidades de Sánchez para presidir el Consejo Europeo a partir de la segunda mitad de 2024. El presidente del Gobierno dispone pues de un cierto margen de tiempo para organizar su plan de fuga antes de achicharrarse en el brasero de una legislatura que huele a cuerno quemao. El ascenso a una de las siete grandes cumbres comunitarias sería compatible con la alternativa que también persigue Calviño de formar parte de la nueva Comisión Europea que surja de las elecciones de junio. Aun a riesgo de confundir los deseos con esa misma realidad que tanto le gusta manipular a Sánchez es cierto que hombre precavido vale por dos y una retirada a tiempo equivale a una victoria. Sobre todo si con ello consigue mantenerse en el machito.