Quiero una Leica: ¿y ahora qué?
Comprar cámaras y objetivos de la marca más célebre de la fotografía plantea dudas y desafíos
No existe sobre la faz de la tierra una marca más mítica que Leica. Los principales genios de la fotografía han utilizado antes o después sus cámaras; las imágenes más icónicas llevan su impronta y la producción todavía se localiza en Wetzlar, Alemania, en una disciplina dominada con puño de hierro por las japonesas Canon, Sony, Nikon y (en menor medida) Fujifilm.
Dos tribus conviven en la comunidad fotográfica mundial: los haters y los amantes de Leica. Los primeros consideran que ningún elemento tecnológico justifica los desorbitados precios de la compañía germana; los segundos defienden el valor de una experiencia diferente y recuerdan que quien adquiere una Leica ejecuta en paralelo una sabia inversión.
Pese a la variedad de productos en cartera (incluidos relojes, prismáticos y televisores láser), la estrella del portafolio son las cámaras. Bajo el formato full frame (sensores de 35 milímetros) existen tres familias: Q, SL y M. Las primeras son cámaras con una focal fija de 28mm y enfoque automático; las segundas equivalen a lo más moderno de la competencia y las terceras recurren a un sistema telemétrico y recogen la herencia de modelos como las M2 y M3 o la muy célebre y reintroducida M6.
Son estas últimas las cámaras que sustentan principalmente a la empresa. Los tres últimos modelos estrenados son la M11 (8.820 euros), la monocromática M11M (9.530) y la más reciente M11-P (8.995). Todos son dispositivos sin espejo, como ocurre por defecto hoy por hoy, aunque en este caso la principal ventaja (el visor electrónico que permite ver en tiempo real cómo queda una foto tras los ajustes decididos) se pierde salvo que se use la pantalla trasera.
Por comparar con los buques insignia de la industria, la Nikon Z9 y la Canon R3 rondan los 6.000 euros y las Sony A1 (7.300) y A9 III (6.990) quedan un peldaño económico por encima, según los precios de la prestigiosa Fotocasión. A diferencia del ecosistema M, donde casi todo es manual y depende del fotógrafo (incluido el enfoque), estas bestias son aptas para fotoperiodismo, deportes, vida salvaje, paisaje, retrato, moda, belleza y fotografía de producto. Son, en esencia, propuestas sin compromiso. En marzo Leica anunciará la SL3, su alternativa en esta Champions League.
La otra mitad de la inversión
Una vez obtenida la cámara, queda otra cuesta por superar. Los objetivos Leica, increíbles en general por su relación tamaño/rendimiento, no son baratos. El 28mm Elmarit f2.8, quintaesencia de la potencia cuasi cinematográfica en apenas 175 gramos, cuesta en la Leica Store de Madrid 2.370 euros. En el extremo más exigente se sitúa, por ejemplo, el 75mm Noctilux f1.25 (13.055 euros).
Nikon vende su 85mm f1.2 por 3.390 euros; Canon el 50mm f1.2 por 2.590 y Sony su 135mm f1.8 por 1.890. Además, estas y otras firmas niponas cuentan con infinidad de zooms pensados para dar flexibilidad al fotógrafo en partidos, conciertos y mítines, por citar tres casos de uso. En la rama de las SL también hay focales fijas y zooms, pero la cuesta no desaparece: un 50mm f2 supera holgadamente los 4.000 euros y un 24-70mm f2.8, el zoom por excelencia, ronda los 2.400. Las M sólo disponen de un zoom 16-18-21mm (5.940 euros).
Reto y reflexión
Quien pueda y quiera asumirlo, ya sabe el esfuerzo inherente a enrolarse en la esfera Leica. Si opta por las M, descubrirá un mundo que combina lo mejor de lo digital y lo analógico. Enfocar con un visor óptico alineando dos imágenes hasta que coinciden perfectamente es una experiencia mucho más satisfactoria de lo que parece. Con suficiente práctica, la precisión de este método es llamativa.
Aunque haya marcas que estrechan cada vez más el cerco (Voigtlander es la principal amenaza), los ingenieros de Leica se las apañan para fabricar objetivos imperfectos y a la vez singulares que otorgan a la imagen un aura a menudo pictórica. Por otra parte, las cámaras y lentes son en sí mismas una oda al minimalismo y el gran diseño. Por último, la musculatura de estos artilugios es en esencia prodigiosa en la misma medida en que lo son las mejores cámaras de sus rivales: sensores de 60 megapíxeles, brutal rango dinámico y una ciencia de color celebrada por muchos como referente de la industria.
¿Es disparatado desembolsar más de 10.000 euros por un combo cámara-objetivo cuando Sony, Nikon o Canon ofrecen (tecnológicamente) más a mejor precio? Depende. Una M3 chrome en estado óptimo se vende hoy por 21.000 dólares. Y es una máquina de 1954 y sólo funciona con carrete. Si Leica conserva su filosofía old school, la revalorización siempre estará de su parte.