El alcalde Collboni irrita al empresariado barcelonés: «Su política genera turismofobia»
Los planes del alcalde para los hoteles y apartamentos turísticos barceloneses pone en alerta a parte del sector
En el empresariado turístico barcelonés se respira inquietud. Casi un año después de las elecciones municipales que dieron como vencedor a Xavier Trias (Junts), pero que permitieron al segundo candidato más votado, Jaume Collboni, su ascenso a la alcaldía de la ciudad, todavía no se ha materializado la flexibilización anunciada por el socialista con respecto al veto hotelero impulsado por su predecesora, Ada Colau, de los Comunes. En las empresas que se dedican al turismo internacional, principal motor económico de Barcelona, existe el temor de que esta flexibilización sea mínima y abra la puerta a la arbitrariedad, es decir, que beneficie a algunos actores y a otros no, en detrimento de la libre competencia y la igualdad de oportunidades.
Además, los empresarios y directivos consultados por THE OBJECTIVE alertan de que la reducción de plazas para visitantes anunciada por el consistorio puede tener efectos adversos como encarecer el precio de los alojamientos sin que se haya elevado su calidad o dar alas a la turismofobia y a las crecientes tensiones entre turistas y vecinos. Todo ello en un contexto en que los residentes perciben una masificación cada vez más asfixiante en el destino, ya que el crecimiento en el número de estadounidenses que viajan a la capital catalana -un perfil de alto poder adquisitivo que ya se ha posicionado en el podio de llegadas junto al francés y británico, superando así al alemán- se ha consumado sin que se haya percibido una reducción en el conocido como turismo low cost o de borrachera.
Desde el Ayuntamiento de Barcelona señalan que «todavía no se ha hecho ningún trámite para modificar el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (Peuat)», la normativa con la que Colau impidió la apertura de hoteles como el Four Seasons previsto en Paseo de Gracia, ya que prohibe la llegada de establecimientos en buena parte de la ciudad, incluyendo zonas turísticas como los barrios del Raval, Gótico, parte del Ensanche o Poblenou. Sobre la otra regulación que genera tensión con el sector, la expropiación de licencias de apartamentos turísticos, los portavoces municipales subrayan que se trata de un decreto de la Generalitat de Cataluña, aunque esta norma autonómica, pactada entre Esquerra Republicana (ERC) y el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), deja en manos de los consistorios la posibilidad de mantener o reducir el número de alojamientos.
Expropiación de licencias turísticas
Aunque todavía existe poca concreción sobre cómo se materializarán todos estos cambios, en la institución gobernada por Collboni se remiten a las declaraciones pronunciadas por el propio alcalde y por su teniente al frente de Economía, Jordi Valls. De ellas se desprende que se podría flexibilizar el veto existente pero solo para permitir la apertura de nuevos hoteles que excepcionalmente se consideren de interés, retirando a la vez una parte significativa de las cerca de 10.000 licencias de apartamentos turísticos actualmente en vigor, de modo que el número total de alojamientos disminuya con el objetivo de desmasificar el destino.
«El Ayuntamiento tiene una voluntad clara de eliminar las 10.000 licencias empezando por el distrito Ciutat Vella y tiene cinco años para hacerlo», indica un empresario del ámbito de los pisos turísticos en referencia al plazo que fija el decreto aprobado por el Ejecutivo catalán del president saliente, Pere Aragonès, para regular esta cuestión. «Las expropiarán todas y sacarán un nuevo plan en el que se podrán dar de alta nuevas licencias», asegura el mismo interlocutor, que añade que «tal vez se persiga incrementar el coste de la pernoctación, porque si el objetivo es solucionar el problema de la vivienda, no se conseguirá».
Ganadores y perdedores
La misma fuente lamenta que este proceso se está realizando de espaldas al sector, sin interlocución y con la «demagogia» como único sustento, ya la Ciudad Condal tiene diez veces más pisos vacíos que turísticos y estos últimos representan solo un 0,77% del parque residencial. «En lugar de coger el toro cuernos, se están haciendo parches», reprocha otra voz sectorial, que cree que las incidencias generadas por los apartamentos no están entre las principales preocupaciones de los barceloneses «por mucho que el Ayuntamiento pague a medios para que hagan reportajes en fincas». Considera que el señalamiento hacia esta modalidad de alojamiento es solo un chivo expiatorio para ocultar la falta de inversión pública en vivienda: «Es una forma de sacarte el muerto de encima», zanja.
«Collboni solo escucha a Clos, pero se lo va a comer, porque tanto están diciendo Collboni y Clos que los apartamentos y sus clientes son una mierda que el residente no discrimina, y se puede generar más turismofobia y crispación entre el residente y el turista«, alerta esta fuente. Se refiere a Jordi Clos, uno de los nombres que los empresarios descontentos con la deriva económica del municipio mencionan de forma recurrente como una de las personas que podría salir ganando del nuevo escenario. Con su imperio hotelero en Barcelona, Madrid y Londres, Clos ha amasado la mayor fortuna del sector turístico catalán y es uno de los 100 españoles más ricos.
El magnate hotelero, que también posee pisos turísticos en la ciudad, es una de las pocas figuras del sector que ha aplaudido públicamente los planes del nuevo alcalde: «Es loable la apuesta de Collboni por cerrar los pisos turísticos», aseguró el mes pasado en una conferencia ante otros empresarios en el Círculo Ecuestre de Barcelona. No es ningún secreto que Clos se ha reunido en numerosas ocasiones con el dirigente socialista y que fue uno de sus apoyos durante la campaña electoral local, del mismo modo que en su momento se acercó a Trias: ha mantenido una relación fluida con la institución local, con el paréntesis del gobierno Colau, que enfrió este vínculo.
Tras su ascenso al poder, el equipo de Collboni permitió que Clos fuese nombrado presidente de Turisme de Barcelona, el ente público-privado que gestiona el destino y la marca Barcelona, a pesar de ser el casero de la entidad, que le paga el alquiler de su sede. Simultáneamente, el empresario también preside la patronal hotelera de Barcelona, que celebrará próximamente su asamblea sin que haya un relevo a la vista: «No hay manera de que se jubile y el otro presidente se quedó sin hoteles y se tuvo que jubilar», apunta un hotelero en referencia a Jordi Mestre, expresidente del Gremio de Hoteles de la ciudad (GHB), que tras desprenderse de Selenta, decidió dejar la asociación y allanar el camino al regreso de Clos.
Desde entonces, el magnate de 74 años no tiene un sucesor claro como voz cantante del sector local. «Su mano derecha es Manel Casals, director general del GHB, pero no es hotelero y si Clos se va, se va él», añade el mismo empresario, que recuerda que, en paralelo, el presidente de Derby Hotels «está pasando la empresa a sus hijos», un relevo generacional que todavía no ha llegado a consumarse. Hace hincapié en que «el de hoteles es el gremio más fuerte de Barcelona, más que el de restaruación, mueve grandes presupuestos y tiene locales en propiedad» y afirma que sus socios superan el medio millar, aunque grandes cadenas como Barceló «no se meten».
Una de las fuentes consultadas va más allá y afirma que «el Ayuntamiento se ha puesto de acuerdo con Clos para darle licencias hoteleras». «El Ayuntamiento se ve con la presión de abrir el Peuat, pero en realidad es que unos sí y otros no y, en este proceso, a Clos le han dicho que sus viviendas de uso turístico podrían pasar a uso hotelero«, remacha. Una profecía que por ahora no se ha cumplido, pero que revela una de las mayores preocupaciones en algunos círculos del principal sector económico de Barcelona: que se establezcan unas normas del juego confusas que solo permitan conservar una posición fuerte en el mercado a aquellos que mejor acceso tengan a la plaza Sant Jaume.