El tiki-taka de Naturgy, un as en la manga y el comodín de la llamada al rey Juan Carlos
Criteria busca una ‘segunda oportunidad’ con Abu Dabi, que facilitaría a la SEPI su entrada en el capital de la gasista
La fracasada OPA conjunta que Criteria y los emiratíes de Taqa planeaban sobre Naturgy abre un insondable mar de dudas sobre el futuro de la empresa energética española a la vez que certifica de manera diáfana las aviesas motivaciones que alientan al Gobierno en su entusiasta incursión en el capital de las empresas estratégicas españolas. La refundación de la SEPI como instrumento de política industrial se ha justificado como un mal necesario para blindar aquellos servicios públicos que, aunque son gestionados por grandes entidades privadas, se consideran esenciales para el desarrollo y la soberanía económica del país. Detrás de la ferviente pulsión intervencionista se ha desatado una ola de suspicacias que originalmente obedecían a prejuicios de interés político y que ahora se han visto confirmadas, demostrando una vez más que, en el mejor de los casos, el infierno sigue empedrado de las mejores intenciones.
La moraleja del tiki-taka vivido por Naturgy con la empresa energética de Abu Dabi se manifiesta de una manera harto elocuente en su comparación con el tira y afloja que mantiene Telefónica con la ‘teleco’ STC de Arabia Saudí. El Gobierno se echó la manta a la cabeza en cuanto vio aparecer un socio con turbante por la costa de la operadora que preside José María Álvarez-Pallete. Tal fue así que la SEPI anunció primero y ejecutó después la compra de un 10% de las acciones de Telefónica para contrarrestar una participación equivalente por parte de la empresa estatal saudí que aún no se ha materializado del todo y que puede ser bloqueada de acuerdo con la ley que regula las inversiones exteriores en España. El Ministerio de Economía tiene anclado el cerrojo, por lo que no existía necesidad de causa mayor que obligase al Estado a gastarse casi 2.300 millones de euros en una operación financiera que, para más señas, no había sido presupuestada de antemano.
Muy diferente y bastante más acuciante se antoja la situación en la empresa heredera de la antigua Gas Natural, la joya de la corona que el grupo industrial de La Caixa ha cultivado con primor desde tiempos ancestrales y que a la vista de los últimos acontecimientos está abocada a un fuerte terremoto accionarial. Ahí es donde el Estado tendría que haber salido en ayuda de Criteria, convalidando el doctorado de la SEPI como socio pudiente al servicio de una causa realmente necesitada en lo más granado del Ibex. Es probable que Sánchez haya sobrevalorado la capacidad de Fainé para llevar al huerto a los pretendientes árabes, pero el Gobierno ha perdido la oportunidad de entrar en Naturgy por la puerta principal como invitado de lujo para salvaguardar la integridad nacional de la principal compañía distribuidora de gas que existe en nuestro país.
Una empresa ingobernable
Naturgy opera en régimen de cuasimonopolio y dentro de un segmento de actividad especialmente sensible desde el punto de vista social, dada la repercusión que las materias primas energéticas producen en la cuenta corriente de los consumidores. La compañía tiene que resetear ahora un plan de negocio que está totalmente bloqueado, con un accionista como es el fondo australiano IFM cada vez más hostil en sus relaciones con el equipo de gestión y otros dos socios históricos locos por salir del capital. A CVC y GIP les han birlado la miel de los labios cuando estaban salivando con las multimillonarias plusvalías que habría de generar la venta a Taqa. La víctima propiciatoria del fiasco es el presidente Francisco Reynés, enfrentado ahora a una situación ingobernable y con las manos atadas hasta que el consejero delegado de Criteria, Ángel Simón, no encuentre otro mirlo blanco dispuesto a desenredar la trama societaria en la que está atrapada su empresa.
El verdadero factótum de Criteria, que no es otro que Isidro Fainé, se resiste a echar por la borda todo el trabajo desplegado con Taqa y ha dado instrucciones para explorar la reapertura de negociaciones con la dirección del grupo emiratí que encabeza el todopoderoso ministro Mohamed Hassan Alsuwaidi. Entre los múltiples asesores que han estado merodeando en la operación no se descarta la conveniencia de recurrir esta vez al comodín de la llamada, buscando la mediación del rey emérito, residente en Abu Dabi desde hace cuatro años y cuyos contactos podrían resultar determinantes para que ambas partes se concedieran una segunda oportunidad. La intervención de Don Juan Carlos fue desechada de plano en primera instancia a fin de evitar suspicacias en Moncloa, pero ahora se considera que podría ser muy útil para echar pelillos a la mar y retomar el memorándum de acuerdo que se frustró de mala manera a última hora.
La sensación es esperanzadora por cuanto que buena parte del trabajo se considera que está hecho. Es verdad que Taqa se descolgó con un planteamiento que no era de recibo para Fainé y que suponía la toma de una posición mayoritaria en Naturgy acorde con su multimillonaria inversión. El desenlace estratégico apuntaba además a una exclusión del valor en bolsa si no existía una garantía expresa de compra posterior de acciones por parte del grupo industrial de La Caixa. La alternativa pasa ahora lógicamente por un escenario con un nuevo actor, a modo de estrella invitada, que sirva de bisagra en el capital y permita dar salida en comandita a los tres fondos institucionales en discordia, incluido IFM, cada vez más en las antípodas de Criteria. Aparte del rey mago es menester un príncipe azul y nada tendría de extraño que el Gobierno se ofreciera ahora en plan superhéroe para tomar una participación equivalente a la que ha adquirido con muchos menos motivos en Telefónica.
Repsol, una opción natural hasta ahora desechada
La configuración de un eje corporativo de naturaleza público-privada entre la SEPI y La Caixa ha arraigado en el seno de Telefónica como taller de reparaciones ante la crecida de un capital extranjero que el Gobierno necesita cuidar con mimo para acreditar su política económica en los mercados internacionales. En Naturgy los condicionantes apremian porque si algo está muy claro es que Criteria no cuenta en estos momentos con ningún socio realmente fiable que garantice el desarrollo estratégico de la empresa gasista. Mientras Fainé cierra filas con Moncloa, su flamante CEO se muestra más cauteloso ante las consecuencias que podrían derivarse si el Estado irrumpe como teórico salvador de la filial energética. En la mano de Ángel Simón reside, no obstante, la opción de buscar un plan B por la vía rápida que resuelva el entuerto.
El as en la manga que los analistas más independientes barajan es Repsol, en lo que supondría una vuelta al pasado para afrontar el futuro de la transición energética con dos proyectos paralelos que asegurarían importantes sinergias operativas. La cuestión estriba en saber por qué una fórmula que se supone tan natural y que, de hecho, ya fue experimentada con éxito en su día, no se ha formulado ahora ni siquiera sobre el papel. Habría que repasar muchos años de historia y no pocas vicisitudes en las relaciones de poder dentro de La Caixa para responder con exactitud a una pregunta tan simple y, a la vez, tan enigmática. De momento, baste decir que donde hay patrón no manda marinero y a la hora de elegir entre Pedro Sánchez y Antonio Brufau el barquero de Criteria no tiene muy claro que lo bueno conocido sea mejor que lo malo por conocer.