La competitividad española se desploma y ocupa ya los últimos puestos de la OCDE
España agranda la brecha en inversión con el resto de sus socios comerciales, según el IEE
España ha ido experimentando una cierta estabilidad competitiva en los últimos cinco años (2018-2024). Sin embargo, en 2024, nuestro país ha descendido del puesto 36 al 40 entre los 67 países analizados, lo que señala un retroceso en su competitividad global.
Además, y en relación con los países miembros de la OCDE, España ocupa el puesto 26 de los 37 países evaluados en 2024, indicando un nivel de competitividad medio-bajo dentro de este grupo.
Hoy, España se encuentra por debajo de la media de la UE-27 y de la OCDE en 2024, siendo su puntuación de 92,8 -como refleja el gráfico que hay abajo, a continuación-, de un máximo de 144,1 que ostenta Suiza, o de los 143,5 de Dinamarca, frente al 70,1 de Colombia y el 69,3 de Eslovaquia.
Datos de la OCDE, que recoge el International Institute for Management Development, y que también han sido utilizados por el Instituto de Estudios Económicos (IEE), para elaborar su último informe consagrado a la competitividad como oportunidad para la mejora de nuestro bienestar.
Síntomas de agotamiento de la economía
Tras la crisis financiera y de deuda pública, la economía y la sociedad española han registrado una profunda transformación de sus estructuras productivas que conllevó -señala el IEE en su informe- una mejora de la competitividad.
No obstante -apunta-, en estos últimos años la reversión del proceso de convergencia con Europa, en términos de renta per cápita y de productividad, podría mostrar un deterioro competitivo de nuestra estructura económica y comprometer el potencial de crecimiento de futuro, pese a que en la actualidad, se presentan tasas de crecimiento del PIB y del empleo superiores a la media de los países de nuestro entorno.
En opinión del Instituto que preside Iñigo Fernández de Mesa y dirige Gregorio Izquierdo, el modelo de crecimiento que ha caracterizado el periodo reciente de la economía española, basado tanto en el motor de la demanda interna y en concreto, del impulso procedente tanto del consumo privado y público, como de la actividad externa de los servicios, podría empezar a dar síntomas de agotamiento, como ya ha señalado el Banco de España, si no se acometen reformas para reactivar el crecimiento de nuestra productividad y, al mismo tiempo se corrigen los elevados niveles de desempleo, déficit y endeudamiento público.
La brecha
El Instituto de Estudios Económicos parte de la base de que este comportamiento también se reproduce en otras economías avanzadas, sin embargo -aporta-, su alcance sobre la evolución de la productividad de la economía española, podría ser determinante para afrontar los principales desafíos a medio y largo plazo.
Esta desfavorable evolución se explica, por el progresivo empeoramiento de la brecha de inversión de la economía española con respecto a nuestros principales socios comerciales.
Una atonía -explica el IEE- que se aprecia en la inversión empresarial de bienes de equipo y activos intangibles, lo que denota un empeoramiento de las condiciones institucionales que conforman el entorno donde operan las empresas, así como sus expectativas negativas de las empresas sobre los principales factores que determinan sus proyectos de ampliación de capital.
La inversión
La debilidad de este componente de la inversión tiene cierta relevancia, en el momento actual, entre otras razones por sus implicaciones sobre la fortaleza de la recuperación, aunque, cuando se consideran plazos más amplios, se observa que la ratio inversión/PIB en la economía española mantiene una evolución desfavorable en los últimos años, tanto en términos comparativos con periodos previos del ciclo de la actividad como en relación con los países que comparten la moneda única. Este saldo es el resultado, en gran medida, de una pérdida de competitividad continuada que se ha producido en el periodo reciente.
Según la OCDE la competitividad se define como la capacidad de un país para, en condiciones de mercado abierto, producir bienes y servicios que soporten la competencia exterior, al tiempo que se mantiene y se hace crecer la renta nacional. Como demuestran los principales estudios internacionales, España ha experimentado una cierta estabilidad competitiva durante los últimos cinco años (2019-2023). Sin embargo, en 2024, España ha descendido del puesto 36 al 40 entre los 67 países analizados.
Suiza, Dinamarca e Irlanda ocupan los tres primeros lugares entre las economías de la OCDE clasificadas por su competitividad global en lo que va del año 2024. La posición líder de estos países se basa en sus logros continuos en los cuatro factores de competitividad medidos. Suiza, por ejemplo, destaca en eficiencia gubernamental, especialmente en la gestión de las finanzas públicas. Dinamarca, por su parte, sobresale en eficiencia empresarial, destacándose en productividad y eficiencia gracias a sus prácticas avanzadas en el uso de herramientas digitales y tecnológicas, así como en la transformación digital de las empresas.
El ranking
También es importante mencionar las posiciones en el ranking de competitividad de 2024 entre los países de la OCDE de países como Alemania, el Reino Unido y Francia, que superan a España en términos de competitividad. Alemania se encuentra en el puesto 16, con una diferencia de 14,6 p.p. respecto a España.
El Reino Unido ocupa el puesto 18, superando a España por 11,8 puntos porcentuales., y Francia está en el puesto 21, con una ventaja de 10,2 puntos porcentuales sobre España. No obstante, aunque España se situó en una posición intermedia en el ranking global, es destacable comentar que está mostrando áreas de mejora, similares a las de años anteriores, particularmente en finanzas públicas, fiscalidad, empleo y legislación empresarial, aspectos críticos para el fomento de un entorno competitivo.
Por ejemplo, en 2023, entre sus principales debilidades destacaron una alta tasa de desempleo (desempeño económico), una legislación laboral inadecuada (eficiencia gubernamental), la necesidad de reformas económicas y sociales (eficiencia empresarial) y una legislación insuficiente en investigación científica (infraestructuras). Este perfil poco competitivo de España destaca la importancia de continuar con reformas estructurales y políticas que impulsen la competitividad y el crecimiento económico sostenible. La situación, por tanto, es preocupante, porque, lejos de atajarse, vemos cómo se viene agravando año tras año.
Reformas estructurales
Mantiene el IEE, que la economía española debe enfrentarse a importantes retos como el cambio que se está produciendo en la globalización de los mercados internacionales, con un mayor protagonismo de países como China e India, con un gran potencial exportador de productos y servicios con mayor valor añadido, o de los efectos de la ruptura de las cadenas de suministros y cambios que se están produciendo en las cadenas de valor globales y que afectarían a nuestras principales industrias y servicios avanzados.
Asimismo, la irrupción de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial y los desafíos que se derivan de los compromisos en materia de sostenibilidad y del ámbito demográfico -explica el organismo dependiente de la CEOE– exigen más allá de un refuerzo de las ayudas a la inversión que proceden de los Fondos Europeos. Se necesitan también -sustancia este think tank-, «cambios institucionales y reformas estructurales en la economía española que permitan flexibilizar los mercados de factores y productos y que se traduzcan en un aumento de la competencia, garantía de un mayor éxito empresarial en los mercados».