Nothing, a la vanguardia de esas marcas que se oponen a subir sus precios
Que un sinfín de compañías se apunte al guateque de la hiperinflación no significa que no haya alternativas razonables
En 2007, Steve Jobs presenta ante un público entregado a la par que perplejo el primer iPhone. Incluye tecnología 2G y se vende a partir de 499 dólares en la versión básica de 4 GB. El iPhone 15 Pro Max, epítome del poderío innovador californiano, cuesta hoy, sin extras, 1.469 euros (unos 2.000 dólares al cambio de hace 17 años).
Salvo por el colosal pico registrado en el IPC en 2022, cuando la variación interanual se desmadró debido a la pandemia, el atasco en las cadenas de suministro y la invasión rusa de Ucrania, España y la economía mundial han registrado varios ejercicios con tasas negativas, aunque también algún curso peleón (2008, 2011, 2021 y 2023). En la ascendente curva que se dibuja entre 2007 y 2024, sin embargo, el dispositivo insignia de Apple termina costando un 400% más. No hay lugar en el mundo que pueda afirmar que los salarios han subido al mismo ritmo.
El pecado en el que incurre Apple es el mismo que afecta a tantas otras compañías: aprovechar la excusa de la coyuntura para cargar cada vez más por sus productos, con el consiguiente riesgo de que el consumidor de la desmochada clase media decida un día abandonar esas marcas o alargar el ciclo de vida de lo que ya posee. Existen, sin embargo, alternativas.
Una de las más interesantes en la esfera tech es la de Nothing. Se trata de una compañía con sede en Londres y cuenta entre su elenco de fundadores con el español David Sanmartín. Desde el minuto uno, impulsada por un CEO tan atípico y audaz como Carl Pei, que procede, como Sanmartín, de OnePlus, esta empresa ha dejado claro su triángulo virtuoso: un diseño muy original y cuidado, unos precios al alcance del bolsillo convencional y una interfaz que aspira a ser, junto a la que implementa Google en sus Pixel, la referencia absoluta en Android.
Pei es un iconoclasta. Aborrece la obsolescencia programada, critica los alocados precios de sus competidores y explica por qué un teléfono puede funcionar perfectamente sin recurrir al último procesador o a la pantalla más brillante del mercado. Del dicho al hecho: el Nothing Phone 2 se vende en la web de la compañía por 499 euros, el 2a por 299 y los auriculares Ear por 149.
No se vayan, aún hay más
Pero Nothing cuenta además con una submarca, CMF, el acrónimo de colour, material, finish, que juega aún más con el precio a partir de la misma filosofía que inspira a la matriz. Hace unos días se estrenó su primer smartphone, el CMF 1, cuyo importe parte de 269 euros y permite desmontar las carcasas y customizar el aparato. La pantalla es solvente, funciona con 5G y porta un sensor fotográfico de 50 megapíxeles firmado por Sony.
Este planteamiento consistente en achicar el abismo que aún separa en muchos casos valor y precio es transversal. Nomade Nation, la catalana especializada en furgonetas camperizadas que recientemente levantó 850.000 euros, hace exactamente lo mismo que Nothing: diseño exquisito (como Apple) y barrera de entrada menor si su oferta se compara con propuestas como la de Volkswagen con su afamada e inalcanzable California.
En la industria fotográfica, los franceses de Pixii oponen su cámara telemétrica de 4.000 euros y formato completo a los 8.820 euros que Leica carga por su M11. La finesa Suunto comercializa su reloj deportivo Race S (349 euros) por una cantidad muy inferior a los modelos equivalentes de Garmin (el Forerunner 965 cotiza a 649,99 euros). Y la española Velca vende su moto eléctrica Tramontana S por 4.800 euros cuando la Vespa equiparable no baja de 6.999.