Albert Rivera: «Las otras regiones deben captar inversión, no impedir que llegue a Madrid»
«¿De qué vale que aumente el PIB si tu salario crece menos que el IPC?»
Si a Albert Rivera (Barcelona, 1979) le hubieran puesto sus padres Manolo o Pepe, probablemente no habría sido presidente de Ciudadanos.
«Habíamos llegado al domingo [9 de julio de 2006], último día del congreso [fundacional de Ciudadanos], y no se había logrado ningún acuerdo», recuerda en Un ciudadano libre. La negociación entre las dos corrientes que se disputaban los órganos de gobierno había encallado y Ángel de la Fuente, que era el presidente de la mesa, declaró: «Tenemos que sacar una lista y punto». Le elaboraron rápidamente una relación de militantes por orden alfabético de nombre de pila y se la pasaron. «Ya está —dijo De la Fuente—. El primero es Albert Rivera, luego va Antonio Robles. El primero es presidente y el segundo, secretario general».
«La manera en la que llegué a la presidencia de Ciudadanos —escribe Rivera— tiene mucho que ver con la forma en que me marché. Nunca estuve aferrado al cargo, porque, en realidad, nunca luché por él».
Se había comprometido consigo mismo a estar en política hasta que dejara de disfrutar, y ese momento llegó tras las generales de noviembre de 2019, cuando Ciudadanos pasó de 57 a 10 diputados. «Alguna gente se siente muy nostálgica de sí misma y se pasa el día contando batallitas —me dice hoy—. A mí me ocurre lo contrario. Yo huyo de eso, y ya está. Me podía haber quedado, como se quedan otros, ocupando un cargo, pero decidí irme de verdad».
Las últimas palabras de su discurso de dimisión fueron: «Hay vida más allá de la política», y vaya si la hay.
«Yo siempre digo que soy bilingüe, porque hablo público y privado y puedo entenderme tan bien con un empresario como con un ministro o un presidente autonómico. Y muchas compañías necesitan conocer bien la legislación que se está aprobando en España o trasponiendo de la Unión, o qué fondos europeos tienen a su disposición para, por ejemplo, digitalizarse».
Orientar esas relaciones institucionales es una de las especialidades de la consultora que ha montado junto a José Villegas, RV+ (siglas de Rivera, Villegas y colaboradores).
«La otra línea de actividad —continúa— es M&A [mergers and acquisitions, fusiones y adquisiciones] y originación de operaciones. Buscamos oportunidades para family offices [gestoras de grandes fortunas familiares], fondos o grupos industriales que desean diversificar, tanto mediante la entrada en el capital de otras empresas como de la compra de activos off market [propiedades inmobiliarias que se venden o alquilan sin publicidad]».
Finalmente, recientemente lo han nombrado presidente del club Raheem.
«Ahí conectamos a profesionales de todos los ámbitos y les ayudamos a ampliar sus negocios, a realizar rondas de inversión, a formarse o, simplemente, a celebrar eventos y pasarlo bien. —Y añade—: Estos espacios exclusivos se han vuelto supernecesarios en Madrid, porque la región atraviesa un momento de efervescencia y está recibiendo capital no ya del resto de España, sino de todo el mundo».
Lo que sigue es una versión extractada y editada de la conversación que mantuvimos para El podcast de El Liberal y que puede escucharse íntegra en la web de THE OBJECTIVE.
«Ahora voy más de segundo entrenador que de delantero centro»
Pregunta.- Muchos intentan una carrera como la tuya sin éxito, y los pocos que triunfan dedican a menudo toda la vida.
Respuesta.- Protagonicé efectivamente una trayectoria meteórica. En el año 2006, con apenas 26 añitos, me toca poner en marcha un proyecto político desde cero: ir al notario con 15 personas, gestionar a 30.000 afiliados y 4.000 cargos públicos, ser candidato a presidente de Gobierno, negociar la constitución de 400 ayuntamientos y varias autonomías, pactar los Presupuestos Generales del Estado o la aplicación del artículo 155 [para suspender parte de las competencias de la Generalitat]. Una ejecutoria semejante se puede contemplar de dos formas: con nostalgia o con orgullo, y yo lo hago con orgullo, por lo difícil y lo bonito que fue, aunque solo fuera porque, por primera vez en la democracia española, las ideas liberales se plasmaban en un partido nítidamente liberal, con fundamentos liberales en lo económico, en lo social y en lo moral, y ese proyecto recibía el apoyo de casi cinco millones de ciudadanos… Esa experiencia es la que estoy poniendo ahora al servicio de mis clientes, lo que pasa es que antes me veía y me votaba mucha gente y ahora no me ve ni me vota nadie. Y aunque es maravilloso que te vean y te voten, también te somete a un escrutinio constante: cuando tomas un café, cuando sales a la calle, cuando estás con tu familia o vas a un hotel. Toda la población se convierte en un jurado que decide si eres bueno, malo o regular, si te equivocas o aciertas… Me imagino que en otras profesiones sucede lo mismo. Al seleccionador de fútbol todos le dicen quién debe ser titular y quién no… Supone un aprendizaje brutal y lo que quiero ahora es aplicarlo a la docencia en la universidad y en el Instituto de Liderazgo. Es una aportación menos estelar, más de segundo entrenador que de delantero centro, pero también bonita.
«Se culpa a la ultraderecha de la crispación, pero quien la ha liderado ha sido la izquierda. Zapatero es un buen ejemplo»
P.- ¿Y a qué atribuyes el auge meteórico de Ciudadanos? ¿Al estallido de la burbuja inmobiliaria y a todas las cosas que han pasado en este siglo? Porque ha pasado de todo, desde el 11-S a la pandemia…
R.- La irrupción de Ciudadanos tuvo que ver sobre todo con la crisis institucional provocada por el nacionalismo. El detonante fue la preocupación de una parte de la sociedad catalana ante el avance del separatismo, una herida que sigue abierta después de tantos años. También influyeron la Gran Recesión y la corrupción… Hubo varios drivers, como se dice ahora, varios motores, que es lo que pasa siempre que algo gordo sucede. Todo ello contribuyó al ascenso de Ciudadanos. Es verdad que muchos otros lo han intentado y no lo han conseguido. ¿Por qué nosotros sí? Es como si le preguntas a los dueños de Amazon o de Glovo qué parte de su éxito corresponde a la digitalización o a la afición que hay ahora por el delivery [entrega a domicilio]. Te dirán que mucha, que los hábitos importan, pero también hay que saber construir una alternativa.
P.- Ahí estaba UPyD, que defendía posiciones parecidas a las de Ciudadanos y no llegó a cuajar [Obtuvo un máximo de cinco escaños en el Congreso y otros tantos en la Eurocámara].
R.- Por eso he hecho antes énfasis en que Ciudadanos no se quedó en un manifiesto, sino que encarnó el ideario liberal en un partido que recibió votos, que tuvo cargos públicos, que se integró en el Grupo Liberal Europeo y desempeñó en él un papel muy importante.
«Nos hemos instalado en la superficialidad. Cuando ves los tiempos de lectura en los digitales, alucinas. A muchos un tuit se les hace ya largo»
P.- Me imagino que habrás repasado millones de veces tu declive. ¿En qué te equivocaste?
R.- Lo mejor para no equivocarse es no hacer nada e, inevitablemente, los que hacemos muchas cosas nos equivocamos muchas veces. Lo que hay que procurar es aprender de los errores y, en general, cuando algo importante se tuerce, no suele ser por una única causa, suele haber varias, ajenas y propias. En el caso de Ciudadanos, una de ellas fue la polarización sin precedentes que todavía sacude no solo España, sino todo Occidente. Las formaciones moderadas están desapareciendo de la faz de la Tierra, literalmente. Solo crecen la extrema derecha y la extrema izquierda. Los propios partidos tradicionales están cada día más polarizados, toda la sociedad lo está.
«En un mundo así, es difícil argumentar algo complejo. La política se ha contagiado de las prisas de la sociedad y se ha reducido a una cuestión de likes»
P.- Yo tengo una teoría sobre la polarización, y es que a lo largo de las últimas décadas se ha producido una convergencia entre conservadores y progresistas. Los conservadores han aceptado el Estado del bienestar y los progresistas el mercado, de modo que, para diferenciarse electoralmente, la batalla se ha trasladado al terreno cultural, donde los consensos son más complicados, porque los problemas no son divisibles. No es lo mismo repartir el PIB entre el trabajo y el capital que ponerse de acuerdo sobre el aborto.
R.- La izquierda se ha quedado sin discurso. La consolidación de los derechos laborales y sociales, de las pensiones, de la sanidad y la educación universales eran la bandera de la socialdemocracia y, cuando todo eso se incorpora a la Constitución, se da cuenta de que puede morir de éxito.
P.- Esa es la tesis del historiador Gabriel Tortella.
R.- ¿Y cómo se reinventa? Busca nuevas minorías oprimidas, para que siga habiendo víctimas y verdugos, y las víctimas sean naturalmente de izquierdas y los verdugos de derechas. Es una actitud absurda, porque el feminismo no es de izquierdas ni de derechas, como tampoco lo es la defensa del medio ambiente. Pero han articulado ese relato para instaurar una dicotomía y polarizar, y lo han logrado, porque han provocado la aparición de movimientos de derechas muy duros, que se rebelan contra esta revolución woke. Ahí están Giorgia Meloni en Italia, Marine Le Pen en Francia, Donald Trump en Estados Unidos, Vox… Muchos los culpan de la crispación, pero quien la ha liderado, y de manera deliberada y racional, ha sido la izquierda. [José Luis Rodríguez] Zapatero es un buen ejemplo. En un momento dado se dio cuenta de que era el único modo de que la derecha no gobernara. Y [Pedro] Sánchez lo ha sabido interpretar muy bien.
«Si durante la Transición se hubieran radiado las negociaciones entre Alfonso Guerra y Abril Martorell te aseguro que no habría habido pacto constitucional»
P.- Tampoco han ayudado las redes sociales.
R.- No es lo mismo una comunicación sosegada y tranquila, en la que el público lee, observa y escucha, que un modelo informativo que consiste básicamente en titulares. Cuando ves los tiempos de lectura en los digitales, alucinas. A muchos un tuit se les hace ya largo, y un vídeo de 30 segundos ni se lo descargan. Nos hemos instalado en la superficialidad. No es que antes bajáramos al fondo del océano, pero a tres o cuatro metros sí que íbamos. Ahora no pasamos de los 15 centímetros y, en un mundo así, es difícil argumentar algo complejo. La política se ha contagiado de las prisas de la sociedad y se ha reducido a una cuestión de likes, como los restaurantes y los viajes. Consumimos la política como un contenido de internet, al instante, cuando requiere calma y discreción. Si durante la Transición se hubieran radiado las negociaciones entre Alfonso Guerra y [Fernando] Abril Martorell [vicepresidente con Adolfo Suárez], te aseguro que no habría habido pacto constitucional.
«Madrid atraviesa un momento de efervescencia y está recibiendo capital no ya del resto de España, sino de todo el mundo»
P.- Tu padre procedía de la Barceloneta, que es un barrio humilde de pescadores, y tu madre era una inmigrante andaluza. Lo lógico es que hubieras salido de izquierdas. ¿Por qué te hiciste liberal?
R.- La lógica de que uno tenga que ser de izquierdas porque es de origen humilde no la entiendo mucho…
P.- No es una lógica, tienes razón, es más bien la probabilidad de que fueras de izquierda.
R.- Vamos a ver, lo liberal es pensar que cada uno es lo que quiere ser, no lo que son sus abuelos o sus padres. Aparte de que mis padres, precisamente por ser comerciantes, es decir, autónomos, tampoco es que fueran unos fans del intervencionismo. Tampoco me parece adecuado considerar inmigrante a mi madre. Un inmigrante es alguien que procede de otro país…
P.- Correcto.
R.- Cuando tú te vas de Barcelona a Teruel, no eres un inmigrante, eres un ciudadano español que ha cambiado de provincia. Por desgracia, los nacionalistas han impuesto maquiavélicamente ese uso, para que quienes se mudaban a Cataluña se sintieran distintos. Es otro éxito de [Jordi] Pujol y los suyos… En cualquier caso, soy hijo de pequeños empresarios hechos a sí mismos, a los que nadie ha regalado nada y que han triunfado, pero que también han sufrido reveses. Eso te enseña a pelearlo todo, a levantarte si te caes… Es una actitud que me ha sido útil en la política y me es útil ahora, porque el mundo de la empresa está lleno de personas interesantísimas, muy low profile, como se dice ahora, fuera de radar, que tienen iniciativas magníficas y únicamente necesitan que les ayuden a ponerlas en valor. A eso me quiero dedicar. Es importante que los emprendedores españoles tengan el mismo protagonismo que los políticos o los deportistas o los artistas, porque los emprendedores son indispensables y hace falta una sociedad que reconozca su importancia y no solo los critique.
«Lo que tienen que preguntarse otras regiones es qué deben hacer para captar ellas más inversión, no para impedir que siga llegando a Madrid»
R.- Has mencionado antes que Madrid se encuentra en un momento de efervescencia.
R.- No es nada que no sea notorio y obvio. En la última década ha recibido mucho capital mexicano, venezolano, colombiano, chileno y argentino, porque es un lugar amable en lo personal e interesante en lo profesional. La región acapara siete de cada 10 euros de inversión extranjera. Esto es un dato, no una opinión y, a partir de ahí, lo que tienen que preguntarse otras regiones es qué deben hacer para captar ellas más inversión, no para impedir que siga llegando a Madrid.
P.- ¿No ha influido la capitalidad?
R.- Influye ser atractivo, lo que implica una fiscalidad moderada, menos burocracia, fast track… Lo que no puedes es sentarte y esperar a que vengan a verte. El otro día el Gobierno de Asturias abrió una oficina en Madrid para captar inversión. Me parece una decisión pragmática e inteligente. Si aquí abunda el dinero extranjero, pues ten un pie aquí. Esa es la manera sana de competir [y no ir contra Madrid].
«Cuando tú te vas de Barcelona a Teruel, no eres un inmigrante. Por desgracia, los nacionalistas han impuesto ese uso. Es otro éxito de Pujol y los suyos»
P.- Hace unos meses pasó por aquí José Carlos Díez y me decía que en España se invierte poco no por culpa de Pedro Sánchez, sino porque a los españoles nos gusta el ladrillo y nos cuesta meternos en aventuras probablemente más rentables, pero también más arriesgadas.
R.- La falta de cultura financiera de los españoles es un problema. No entendemos la lógica de la bolsa o del capital riesgo, pero sabemos perfectamente lo que es comprar un piso y por eso, cuando disponemos de ahorros, los metemos en el ladrillo. Yo animaría a todos a participar en alguna compañía que conozcan o en un fondo de fondos, siempre de la mano de expertos, claro, porque con la ley de vivienda que acaba de aprobarse la rentabilidad del mercado residencial va a ser muy baja.
«Los datos macro actuales son bastante razonables, y decir lo contrario sería mentir, pero están dopados por el endeudamiento»
P.- Ya que has traído a colación la ley de vivienda, ¿qué opinas de la gestión del Gobierno? El presidente dice que España «no va como una moto, va como un cohete».
R.- Los datos macro actuales son bastante razonables, y decir lo contrario sería mentir, pero están dopados por el endeudamiento. Es como si yo miro mi cuenta del banco y me quedo encantado porque no estoy en números rojos, cuando tengo a la vez una deuda altísima en la tarjeta de crédito o una hipoteca enorme. Estoy claramente haciéndome trampas, y eso es un poco lo ocurre con la economía general. Y luego el PIB crece, pero la renta per cápita está estancada y hemos perdido poder de compra por culpa de la inflación. ¿De qué te sirve que el PIB aumente el 2,4% si estás sobrendeudado, tu renta lleva años congelada y tu salario crece menos que el IPC? No creo que debamos entregarnos a la euforia, especialmente cuando no hemos hecho ninguna gran reforma en décadas.
«La izquierda se ha quedado sin discurso y por eso impulsa la corriente woke»
P.- ¿Por dónde empezarías?
R.- Nuestro modelo educativo es un desastre en términos de resultados. Tenemos también una Administración pública sobredimensionada, en la que se dan duplicidades y que es demasiado lenta para lo que reclama la vida moderna. Finalmente, la caja de las pensiones está vacía y atiende sus pagos a base de emitir bonos y de subir impuestos. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato y decir que el sistema no funciona, cuando el problema es muy sencillo: si por un lado ingresas menos, porque nace menos gente y hay menos ocupados, y por el otro gastas más, porque somos más longevos y necesitamos más medicinas y más cuidados, las cuentas no pueden cuadrar.
P.- ¿Qué habría que hacer?
R.- Yo prefiero 20 veces que me digan la verdad y poner un dinero en un fondo, o que me lo ponga mi empresa, y saber que eso es mío. Yo quiero una caja individualizada que diga: «Esto es del señor Rivera y esto es del señor Ors». Me parece más justo y más maduro que depender de lo que decida un burócrata.
«Nuestro modelo educativo es un desastre, tenemos una Administración sobredimensionada y la caja de las pensiones está vacía»
P.- ¿Acabarías con el sistema público de pensiones?
R.- Organizaría uno mixto, como existe en otros países. No me importa que el Estado asuma la gestión, pero con cuentas individuales que digan: «Usted tiene 134.000 euros con 400 céntimos». Y que ese sea mi dinero, porque es mío y llevo cotizando muchos años y no puede ser que no pueda disponer de él.
P.- El problema de una reforma así es la transición. ¿Con qué se pagarían las pensiones de hoy si el dinero de las cotizaciones se reservara para las pensiones de mañana?
R.- Es una reforma valiente y difícil, como todas las grandes reformas que hay que acometer. Tenemos un modelo excesivamente intervencionista y paternalista, y no hablo de España, sino de Europa. El Viejo Continente es más viejo que nunca. La media de edad en Estados Unidos es de 37 años, en Latinoamérica no llega a los 31, en África es de 20 y en Europa estamos en 43. Nos vamos a convertir en un parque temático de museos y catedrales. No vamos a tener ninguna gran empresa tecnológica, ni mano de obra capaz de aprovechar la revolución digital.
«El Viejo Continente es más viejo que nunca. Nos vamos a convertir en un parque temático de museos y catedrales»
P.- ¿Y cómo se resuelve el problema del envejecimiento?
R.- El Gobierno alardea de que vamos como un cohete y estamos en la Champions League de las economías mundiales, pero, como te decía antes, la renta per cápita está estancada y, como con 25 o 30 años no puedes comprarte ni alquilar un piso, tampoco te emancipas y postergas la edad a la que tienes el primer hijo. En ese retraso influyen también factores culturales, pero no son los determinantes, no se puede decir que los jóvenes no tengan niños porque no quieren. Muchos quieren y no pueden, y no hay ningún plan nacional ni ninguna política para la gente que quiere formar una familia. Esa sería una gran inversión, primero, porque el Gobierno está moralmente obligado a ayudar a sus ciudadanos a ser felices y, segundo, porque a la vuelta de dos o tres décadas vas a tener más mano de obra y más cotizantes.
«En vez de fingir que no queremos inmigrantes, como pretenden algunos para luego meterlos por la puerta de atrás, vamos a modular su llegada en función de las necesidades laborales»
P.- Otra fórmula sería la inmigración.
R.- Una inmigración regulada. En vez de fingir que no queremos que entre nadie, como pretenden algunos para luego meterlos por la puerta de atrás y sin papeles, vamos a modular la llegada en función de las necesidades laborales, económicas y sociales que tiene el país. Es lo que hacen Francia y Canadá. Saben qué empleos necesitan y en qué sectores y abren la puerta a quienes tienen ese perfil. Nosotros deberíamos imitarlos, porque hacen falta trabajadores de otros países para llenar la caja de las pensiones. Eso es una realidad y quien no la reconozca, miente. Pero, ¿qué pasa? En la era de la política del rendimiento instantáneo y del like, ¿para qué vas a meterte en un lío que no va a rendir frutos hasta dentro de 20 años? Hace falta visión de estadista, cerrar un pacto de Estado en el que entre todo: pensiones, natalidad, despoblación, educación… Pero esa agenda no existe o no interesa, porque es difícil y porque te puedes encontrar con un disgusto en las urnas.
«Con Europa hay dos opciones: o desmontamos lo que tenemos, que sería un error, o avanzamos hacia la unión política»
P.- Es lo que decía Jean-Claude Juncker: «Todos los políticos saben lo que hay que hacer, pero no cómo salir reelegidos después de hacerlo».
R.- Es una de las paradojas de la democracia. Como decía [Winston] Churchill, es el menos malo de los sistemas, pero la presión electoral impide a veces hacer lo que hay que hacer. Este inconveniente se ha exacerbado con las redes sociales y la política de titulares, que lo ha acelerado todo e impide las reformas que requieren tiempo. ¿Quiénes son los únicos que las han podido llevar a cabo estos últimos años? Los hombres de negro [los tecnócratas de la Comisión Europea y el FMI]. Es muy triste pero es así. Zapatero congeló las pensiones y bajó el sueldo a los funcionarios porque lo obligaron, y le costó la presidencia. El rescate de Portugal incluyó la aplicación de la golden visa [visado de oro], el cobro de peajes y algún impuesto especial, todo muy impopular, pero ahora resulta que Portugal va como un tiro. Lo mismo pasó en Irlanda y tengo la convicción de que, en el futuro, si se introduce alguna reforma, los gobernantes le echarán la culpa a Europa.
P.- Ya lo hacemos…
R.- Cada dos por tres, es verdad, pero en lo sucesivo lo vamos a hacer todavía más.
«Está bien cuidar el medio ambiente, pero Europa nació para promover la paz y la prosperidad y da la impresión de que lo hemos olvidado»
P.- Europa tampoco está bien. Tanto los ex primeros ministros italianos Enrico Letta y Mario Draghi, como la actual gobernadora del BCE, Christine Lagarde, coinciden en que hemos ido perdiendo relevancia política y dinamismo económico. En algún lado he leído que tú eras partidario de unos Estados Unidos de Europa…
R.- Aquí hay dos opciones. Una de ellas es desmontar lo que tenemos, que sería un error, porque tener una moneda única es muchísimo mejor que tener 27. Los tipos de interés que tenemos en España, a pesar de que han subido, están en el 3,75%. ¡Acuérdate de cuando eran del 17%, 18% y 20%! Es verdad que podíamos depreciar la peseta cuando queríamos, pero era un modo de engañarnos a nosotros mismos, porque cada devaluación nos empobrecía. Yo prefiero la estabilidad europea, el euro, la libertad de comercio y de circulación de personas. Prefiero todo lo que tenemos. Ahora bien, hace falta dar el next step, el siguiente paso. En política exterior no hablamos con una sola voz. España dice una cosa sobre Palestina y otros dicen otra. Y en Ucrania pasó igual al principio, no se sabía para dónde tirar, hasta que, por suerte, nos pusimos de acuerdo con Estados Unidos… No queda otra, tenemos que ir a una unión fiscal y política. ¿Cómo compites en el mundo si somos 27 barquitas? Europa tiene que ser un transatlántico, a lo mejor no tan grande como China o Estados Unidos, pero sí de buen tamaño. Y luego hay otro problema, y es que Europa probablemente se ha equivocado al empeñarse en ser más papista que el Papa y autoimponerse una burocracia y unas normas que no existen en ninguna otra parte.
«Cuando nos imponemos unas cuotas de emisión de CO2 que China no va a respetar o decidimos que solo van a circular coches eléctricos, nos estamos pegando un tiro en un pie»
P.- En materia de medio ambiente y privacidad, ¿no?
R.- ¡En todo, en todo! Y al final, eso reduce la competitividad de tus empresas. Yo espero que después de las últimas elecciones a la Eurocámara [en las que el aumento de la extrema derecha se explica en parte como un rechazo al exceso de regulación de Bruselas], se acabe ese eurocentrismo y ese mirarnos el ombligo. Ya tuvimos el susto del Brexit, que no ha sido bueno para nadie. Porque los británicos han perdido mucho, pero a nosotros tampoco nos ha ido bien, y si no que pregunten a algunos agricultores y comerciantes españoles… Entonces, una de dos, o somos un poquito más flexibles con los nuestros o somos un poquito más exigente con los demás. Porque está bien cuidar el medio ambiente, pero Europa nació para promover la paz y la prosperidad y da la impresión de que lo hemos olvidado. Y cuando nos imponemos unas cuotas de emisión de CO2 que China no va a respetar, le estamos dando una ventaja. Y cuando decidimos que en 2035 solo van a circular vehículos eléctricos, nos estamos pegando un tiro en el pie, porque nos va a inundar con sus coches… Yo reivindico volver un poco a los parámetros fundacionales de la UE, de libertad, de prosperidad y de apoyo a nuestras empresas.
«Es importante que los emprendedores españoles tengan el mismo protagonismo que los políticos o los deportistas o los artistas, porque son indispensables»
P.- Esa defensa de la unión política en Europa contrasta con lo que está pasando en España, que es todo lo contrario: separatismo, descentralización, parcelación…
R.- Es otra paradoja, por no decir desastre directamente. Mientras en Europa armonizamos, en España tenemos 17 reinos de taifas que lo único que quieren es diferenciarse del de al lado porque sí. Yo entiendo que haya singularidades culturales y geográficas, que no es lo mismo vivir en Tenerife que en Madrid, en Ceuta que en Galicia, en una gran ciudad que en el campo. Pero una cosa es la diversidad y otra la fragmentación. El otro día estuve en una conferencia hablando precisamente de esto. No puede ser que existan 17 normativas distintas para un mismo producto, que lo vendas sin problemas en todo Estados Unidos y aquí tengas que hacer 17 distintos. No tiene sentido que seamos nuestro propio enemigo. Hay que volver a coger la bandera de la unidad de mercado, no por capricho ni por ideología, sino para hacer más competitivos nuestros bienes y servicios.