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Economía

Trump ama a Musk (y viceversa): los riesgos del idilio entre política y empresa

No está claro que el perfil del hombre más rico del mundo sea el adecuado para reformar la Administración de EEUU

Trump ama a Musk (y viceversa): los riesgos del idilio entre política y empresa

Elon Musk y Donald Trump. | Zuma Press

El idilio entre Donald Trump, candidato a repetir como presidente de EEUU, y Elon Musk, el hombre más rico del mundo, crece según avanza la campaña electoral estadounidense. Musk, dueño de compañías como Tesla, SpaceX, Neuralink, X (Twitter), The Boring Company y xAI, es considerado en la literatura del emprendimiento y la tecnología un genio, casi un mesías, aunque sus recetas, tal y como se vio tras desembarcar en Twitter, levanten ampollas y generen errores y rectificaciones

En principio, el idilio parece acotado a una suerte de comisión que Musk lideraría con la misión de auditar el funcionamiento del gobierno federal en busca de ineficiencias y mejoras. El propio Trump admite que Musk es un hombre tan ocupado que le cuesta creer que tenga tiempo para una tarea de semejante calado, pero es conocido que Musk apenas duerme y ama el modo multitarea. «Mi cerebro es una tormenta», recuerda con frecuencia. 

Aunque se trate de un salto político limitado, si Trump vuelve a la Casa Blanca y Musk cumple su promesa, la humanidad asistirá a un nuevo aterrizaje desde lo privado hacia lo público. Desde luego, Musk no es Silvio Berlusconi ni Jesús Gil, pero tampoco está claro que cuente con una fórmula infalible o que sea capaz de capear las críticas inherentes a esta aventura. El propio Trump admitía en una entrevista reciente con el científico y divulgador Lex Fridman que tiene muchos amigos de primera línea empresarial deseosos de saltar a la política pero incapaces de reunir los atributos necesarios para hacerlo con garantías.  

Evaluar el desempeño de la función pública es un asunto espinoso. En España, la figura del funcionario es intocable y los intentos de medir su productividad tibios (en el mejor de los casos). Mariano Rajoy barajó en su momento reducir los organismos públicos y Alfredo Pérez Rubalcaba concedió que sobraban entes intermedios. Estas reflexiones nunca se tradujeron en reformas drásticas. Está por ver qué pretende Musk. Antes, claro, Trump debe ganar a Kamala Harris.  

Precedentes para alcanzar conclusiones

Cuando compró Twitter por 44.000 millones en octubre de 2022, Musk reivindicó la red social como un espacio sagrado para la libertad de expresión. En realidad, del dicho al hecho van dos trechos: desde que posee la plataforma, X atiende el 80% de las peticiones de censura de los gobiernos y los vetos de Musk y su equipo a periodistas críticos son una constante

En una pieza de 42 minutos publicada en YouTube, el reportero Johnny Harris (5,53 millones de seguidores) describe a Musk como un «adicto a la crisis» dispuesto a empujar a sus plantillas al límite. Parece obvio que, con tales antecedentes, el sudafricano podría concluir que la Administración Pública estadounidense es un desastre y debe ser sometida a profundos cambios (recortes) destinados a disparar la productividad, sin tener en cuenta que algunas de las políticas de un Estado del bienestar son en esencia a fondo perdido (las becas son un buen ejemplo, como también lo son las pensiones no contributivas).

Conflicto de intereses 

Convertirse parcialmente en regulador otorgaría a Elon Musk un enorme poder para nutrir aún más sus intereses comerciales. Al fin y al cabo, el hombre posee la firma de coches eléctricos más importante del mundo, tiene contratos multimillonarios en vigor con la NASA a través de SpaceX y aprieta a su antojo el botón rojo de X para que determinados mensajes lleguen al público y otros se queden por el camino, otorgando así una clara ventaja a Trump sobre cualquier narrativa contraria a sus posturas.

Harris lo explica muy bien en su vídeo-artículo: «Aunque a Musk le mueve más que ninguna otra cosa su afán por ayudar a la humanidad, los seres humanos (las personas) le dan completamente igual». Imaginen a este señor con una enorme guillotina abriéndose paso en Washington DC. 

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