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OPINIÓN

Informe Draghi: la UE contra su espíritu fundacional

«Si uno quisiera idear un plan para debilitar la UE, no se me ocurre ninguno mejor que lo que viene haciendo la Comisión Europea»

Informe Draghi: la UE contra su espíritu fundacional

Mario Draghi y Ursula von der Leyen. | Agencias

El Informe Draghi sobre el futuro de la competitividad europea, comienza con un diagnóstico en gran medida correcto. La economía y la productividad crecen de forma muy lenta, hay un exceso de regulaciones restrictivas, el objetivo de descarbonizar está siendo contrario a la competitividad. Desde el 2000, el ingreso per cápita ha crecido la mitad que en EE.UU. El presente es complicado: Europa perdió su principal proveedor de gas (Rusia), el precio de la electricidad es el triple que en EE.UU., el estancamiento de la población limitará el crecimiento, hay muy pocas empresas europeas entre los líderes tecnológicos y la geopolítica presenta más riesgos. 

Draghi propone dos cosas. Una es prepararnos para la guerra: sugiere coordinar y ampliar el gasto militar (guerra convencional) y ejecutar una «política exterior económica» (guerra comercial). Los enemigos a batir serían China y EE.UU. La otra es aplicar dosis masivas de las mismas políticas erróneas que nos trajeron hasta aquí: inversión pública en los sectores elegidos por los euroburócratas eco-friendly, a financiar con la emisión de deuda pública «europea». 

Que la misma UE incapaz de frenar las pateras que llegan a sus costas pretenda prepararse para una guerra es un insulto a la inteligencia. Que esa preparación se plantee al margen del principal socio estratégico (EE.UU.), una estupidez. El interés de los ciudadanos es vivir en paz y libertad, pero de ningún modo encarar ninguna competición por el liderazgo global.

Los «fondos europeos», que se presentaron como una «oportunidad histórica» (cuando solo fueron una colección de proyectos de inversión subóptimos), intentaron invertir 750.000 millones de euros a lo largo de varios años, lo que aún no se ha conseguido. Draghi propone invertir 800.000 millones de euros por año en nuevos proyectos subóptimos (los proyectos óptimos ya están siendo ejecutados por los empresarios, a no ser que creamos que los euroburócratas son más hábiles que estos para detectar oportunidades de inversión).

De media, los países de la UE tienen una deuda pública equivalente al 82% del PIB, pese a que el Pacto de Estabilidad dice que la misma no debería superar el 60%. Draghi invita a emitir «deuda europea» para financiar esos gastos faraónicos. «Deuda europea» que se sumará a la que ya se emitió para los «fondos europeos». Es una trampa: esa deuda será la excusa para que, en poco tiempo, nos digan que «es inevitable» crear «impuestos europeos» para pagarla. Además de impuestos municipales, autonómicos y nacionales, también habrá que pagar los europeos.

No olvidemos que el mega-plan de gasto que propone Draghi es paralelo a la ampliación de la UE con otros ocho países (Ucrania, Moldavia, etc.). Países que, como son mucho más pobres, requerirán gastos descomunales. 

La ampliación encierra otra trampa: con 35 países, las actuales normas de funcionamiento deberán ser «actualizadas». Es decir, se forzará una nueva ronda de centralización en la euroburocracia de Bruselas, alejando el poder real de los ciudadanos. De la idea inicial de un club de países que cooperaban en una serie de materias, se está pasando, solapadamente, a un poder centralizado que impone sus preferencias a los países miembro (el 80% de las normas ya surgen de regulaciones europeas).

Draghi no se plantea lo obvio: que, si el exceso de impuestos y regulaciones ha encorsetado la economía europea, lo lógico para reanimarla es reducir drásticamente ambos. 

Una frase del informe sintetiza la confusión ideológica que subyace los mediocres resultados económicos: «Los valores fundamentales de Europa son la prosperidad, la igualdad, la libertad, la paz y la democracia, en un medioambiente sostenible». La prosperidad y la paz no son valores, sino consecuencias de la libertad y la igualdad ante la ley. Draghi, como Von der Leyen, pone la «igualdad», a secas, por delante de la libertad. Pero la «igualdad», a secas, es contraria a la prosperidad, a la libertad y a la «igualdad ante la ley», pues implica la búsqueda de una igualación forzada de rentas y patrimonios, que a su vez implica el uso de medios violentos: confiscar, mediante la fuerza coactiva del estado, a unos, para dar a otros (la «justicia social»). Se mezclan la «igualdad de resultados» con la «igualdad ante la ley». La primera es enemiga de la libertad y el progreso; la segunda, su aliada.

Si uno quisiera idear un plan para debilitar o hacer desaparecer la UE, no se me ocurre ninguno mejor que lo que viene haciendo, y piensa seguir haciendo, la Comisión Europea presidida por Von der Leyen, reelegida con los votos del PP y el PSOE.

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