«La sociedad acabará pidiendo una IA confiable y ahí es cuando se verá la ventaja de Europa»
Rouyet advierte que empresas e instituciones hacen la guerra por su cuenta y esto retrasa la universalización de la IA
Juan Ignacio Rouyet (Madrid, 1967) lleva tiempo hablando de inteligencia artificial y advirtiendo del gigantesco desafío que supone utilizarla en beneficio y no en detrimento de la humanidad. Senior manager en la consultora Eraneos y profesor en la Universidad Francisco de Vitoria, en octubre del año pasado presentó Estupidez Artificial, ensayo donde aborda estas cuestiones.
PREGUNTA.- En la esfera tecnológica, un año da para mucho. ¿Hacia dónde se mueve la foto panorámica que usted capturó en 2023?
RESPUESTA.- La IA generativa ya estaba presente, pero en estos 12 meses se ha democratizado. Lo que antes apenas salía del ámbito de las empresas, ahora forma parte de la sociedad. Ya no se trata, como ocurría con ChatGPT, de trabajar a partir del texto. Ahora se fabrican audios, vídeos, imágenes… un material que también nutre fenómenos como el deep fake.
P.- ¿Y la regulación?
R.- Va por detrás y tiene que ir por detrás. Primero hay que ver qué hay que regular y cuáles son los peligros y malos usos. La regulación preventiva no tiene sentido: cortas las alas a una industria antes de que empiece a volar. La ley europea entrará en vigor en 2027 y no creo que sea un obstáculo para la innovación. La sociedad no es consciente de los riesgos asociados a la IA. Cuando entienda lo que tiene delante, igual que pasó con las redes sociales, demandará esa IA confiable y ahí Europa estará mejor preparada que el resto.
P.- Afirman los expertos en la materia que los algoritmos no dejan de ser matemáticas y que la sala de mandos siempre estará a cargo de un humano.
R.- La IA consiste en la simulación de procesos mentales con matemáticas. Todo depende de los cálculos que apliques y los objetivos que impongas a esas matemáticas. Siempre debe existir ese DJ que pincha un disco u otro, pero luego está la música que el disco contiene. Un chatbot puede programarse para que resuelva las dudas al usuario o para hacerle una venta cruzada. Son las mismas matemáticas, pero con objetivos diferentes.
P.- ¿Debería advertirse, en los usos más artísticos o creativos de la IA generativa, que se ha usado esa herramienta para crear una obra?
R.- Tal advertencia forma parte de la explicación del proceso creativo, igual que uno visita El Prado y lee junto a un cuadro de Goya óleo sobre lienzo. Hay que abandonar el pensamiento de que recurrir a la IA es un demérito.
P.- También hay ámbitos donde el impacto de la IA será indiscutiblemente positivo. Es el caso de la medicina, tal y como demuestran los ejemplos de Idoven y Quibim, empresas españolas con soluciones de vanguardia.
R.- La idea general es que la IA está aquí para potenciarnos. De cualquier modo, en los próximos meses creo que se vivirá una especie de decepción. Pondremos los pies en la tierra y sabremos cuáles son los límites de esas herramientas que quizás nos han vendido como todopoderosas aunque aún disten de serlo. Al principio nos maravillaba que ChatGPT contestase a nuestras preguntas, pero ahondando un poco te dabas cuenta de que hay fallos, las famosas alucinaciones.
P.- ¿Cuánto tardarán estas soluciones en ser masivas y alterar los flujos de trabajo de empresas y administraciones públicas?
R.- Apuntaría aquí dos elementos. El primero es que las expectativas han sido excesivas. Oye, la IA te va a arreglar la vida. Pues no. Queda desarrollo tecnológico por delante y todo se irá corrigiendo. El segundo es que la implementación de la IA está fallando en las organizaciones porque falta una visión global que diga: esta es nuestra estrategia de IA generativa, estos son los usos que queremos, estos los riesgos que percibimos y estas las responsabilidades asociadas. En la IA generativa, cada uno hace la guerra por su cuenta.