Julio Henche: «Hasta la independencia, la América hispana fue una región muy próspera»
«Resulta más fácil para los gobernantes actuales culpar a Colón de sus problemas que asumir su propia responsabilidad»
Julio Henche se dedica desde 1986 a la abogacía, lo que durante un tiempo lo llevó a ocupar cargos directivos en organizaciones profesionales de Hispanoamérica.
«Un día —me cuenta— se nos acercan de una asociación americana y nos ofrecen integrarnos, básicamente porque nosotros éramos fuertes y ellos necesitaban fondos. Les hicimos el favor y cuál no sería nuestra sorpresa cuando llegamos a sus oficinas y lo primero que nos sacan son unos mapas en los que se ve cómo unos barcos españoles se llevan el oro de América. O sea, pensé, les damos dinero y nos devuelven una bofetada. No pude contenerme. ‘Oiga, les dije, y las 700 ciudades que se fundaron aquí, las catedrales, las universidades, los caminos reales, los puertos, ¿con qué oro creen ustedes que se levantaron? Con el de América, porque la mayoría de los recursos nunca viajaron a la península, se quedaron aquí’».
Esa contenida indignación traspasa igualmente Las Leyes de Indias, un libro que en alguna entrevista ha contado que escribió como consecuencia de un hecho fortuito y de una decepción.
El hecho fortuito fue que lo invitaron a participar en una conferencia sobre las Leyes de Indias y la decepción, la que se llevó cuando descubrió lo poco que había publicado sobre ellas. Le parecía inconcebible que el silencio rodeara a un ordenamiento jurídico de 6.377 disposiciones, que reguló durante siglos la vida social, civil, política y mercantil de la América hispana y del que se desprende todo lo contrario de lo que contaban esos mapas que le pusieron delante a Henche en las oficinas de la asociación profesional.
Porque la Corona nunca se planteó la colonización como un acto de pillaje o un genocidio.
La concibió como una empresa de integración, desde los (hoy cuestionables) baremos morales de la época, pero mucho más respetuosa con las culturas locales de lo que pregona la ola de progresismo que nos invade.
¿Y qué tienen que ver las Leyes de Indias con un pódcast de economía como este, se preguntarán legítimamente?
Pues mucho, porque una tesis bastante generalizada atribuye el atraso de Hispanoamérica al legado imperial. «Si estamos así —filosofaba hace años un académico de la región— es porque nos conquistaron los españoles y no los ingleses». Y más recientemente el flamante Nobel James Robinson afirmaba en BBC News Mundo: «La pobreza y la desigualdad en América Latina están profundamente arraigadas en el colonialismo [español]».
Esta es una típica mentira goebbelsiana, o sea, una de esas falsedades que, a fuerza de repetida, se erige en dogma inconcuso.
Porque es innegable que Hispanoamérica arrastra un atraso crónico, pero los datos demuestran que empezó a rezagarse bastante después de que los españoles dejáramos el continente. Yo siempre añado que incluso aunque hubiéramos dejado aquello hecho unos zorros, peor que Alemania o Japón después de la Segunda Guerra Mundial no quedaron y, sin embargo, Alemania y Japón se habían recuperado a los 10 años y Nicaragua o Venezuela ahí siguen, arrastrándose malamente cinco siglos después.
«En Hispanoamérica habían estado mejor que en la propia metrópoli. Eso no ha ocurrido con ningún imperio colonial»
Pero es que da la casualidad de que no dejamos aquello hecho unos zorros, sino todo lo contrario, y por ahí comienza nuestra conversación, que puede escucharse íntegra en la web de THE OBJECTIVE y de la que sigue una versión extractada y editada.
PREGUNTA.- A Alexander von Humboldt, el geógrafo y naturalista alemán, le impresionó mucho México cuando la visitó en 1803. La encontró más bonita y elegante que la mayoría de las ciudades europeas.
RESPUESTA.- Hasta la independencia, la América hispana había sido una región muy próspera. A principios del XIX, México y Lima tenían muchísima más población que Boston y un desarrollo económico, industrial y comercial muy superior al de cualquier ciudad norteamericana. Todo se tuerce en el siglo XIX, con unas guerras tremendas, primero entre ellos mismos y, luego, entre las naciones recién creadas. Ese es el origen de su atraso. Yo incluso me atrevería a decir que, con anterioridad, en Hispanoamérica habían estado mejor que en la propia metrópoli. Eso no ha ocurrido con ningún imperio colonial.
«El presidente argentino Domingo Sarmiento achacaba el subdesarrollo de su país al exceso de población aborigen que había dejado España»
P.- Pepín Fernández, el fundador de Galerías Preciados, aprendió el negocio de los grandes almacenes en La Habana, que en los años 20 era un lugar mucho más moderno que Madrid.
R.- Y más respetuoso de las culturas autóctonas. Ahora se ha puesto de moda entre los líderes iberoamericanos el discurso indigenista, pero Domingo Sarmiento, que fue presidente de Argentina [entre 1868 y 1874], achacaba el subdesarrollo de su país al exceso de población aborigen que había dejado España.
P.- No habíamos limpiado bien el subcontinente, como los ingleses.
R.- Lo decía sin ningún pudor. [Sarmiento creía que Argentina tenía que «absorber, destruir y exterminar» a todos esos «salvajes» si quería modernizarse]. En cuanto a las colonias de otras potencias, hay que ver también cómo están algunas. En Jamaica la renta per cápita [6.874 dólares en 2023] está por debajo de la media de Latinoamérica [10.680 dólares], y no digamos ya en Haití [1.693 dólares], que estuvo bajo dominio francés. Y en África, ¿qué han dejado digno de mención los ingleses? Ni universidades, ni hospitales, ni cabildos, ni puertos oceánicos… Hay mucho mito y mucha propaganda y muy poca verdad histórica.
«La primera ley de Indias insta a Colón a que trate ‘muy bien y amorosamente a los dichos indios’ y si alguien se excedía, debía castigarlo»
P.- El hilo conductor de esa gigantesca recopilación normativa que son las Leyes de Indias es la defensa de los indígenas. Esa fue expresamente la voluntad de los Reyes Católicos.
R.- La primera ley de Indias se dicta en Barcelona en mayo de 1493, nada más llegar Colón a Barcelona, y en ella se insta al almirante y a quienes van con él a que «traten muy bien y amorosamente a los dichos indios» y les den «mucha conversación». Y si alguien se excediera, Colón, «como Visorrey y Gobernador de su Alteza», debía castigarlo. Esta disposición daría la pauta al resto de la producción normativa, porque no olvidemos que la finalidad última de la reina Isabel era la evangelización. La conquista de tierras paganas era una prerrogativa del Papa que este delegaba en los príncipes. Ese era el fundamento jurídico. A cambio, los príncipes debían conseguir la conversión pacífica de los aborígenes. Dicho esto, que hubiera desviaciones y abusos no me cabe la menor duda. El propio Colón fue un excelente navegante y un extraordinario explorador, pero un gobernante pésimo, contra el que se sublevaron los propios españoles y que regresó encadenado tras su tercer viaje.
«La conquista de tierras paganas era una prerrogativa del Papa que delegaba en los príncipes. A cambio, estos debían conseguir la conversión pacífica de los aborígenes»
P.- A pesar de ese escarmiento público, los abusos persistían y, en 1511, fray Antonio de Montesinos los denuncia en un famoso sermón de Adviento.
R.- Aquello suscitó una fuerte polémica. Para defender sus intereses, los colonos enviaron a la Corte a un franciscano y los dominicos, a Montesinos. El resultado fue la formación de una junta de teólogos de la que saldrían las Leyes de Burgos [uno de los compendios que integran las Leyes de Indias], que son el precedente de los derechos humanos. Por primera vez se reconoce que todos los hombres, por el hecho de ser hombres, tienen derechos naturales.
P.-La gente se acuerda mucho de la Inquisición, pero omite que la monarquía española reconocía que los indios eran libres. Establecía también que sus condiciones laborales no podían ser insoportables, que había que dotarles de casa y hacienda e incluso prohibía el trabajo infantil.
R.- Eso es muy revelador. En Inglaterra hay que esperar a la Ley de Fábricas de 1802 para que se deje de emplear a los niños de nueve años. En Francia, la primera norma que regula el trabajo infantil es la Ley Guizot de 1841. Y solo en 1836 el estado de Massachusetts estableció que las empresas debían permitir a los menores de 15 años que fueran a clase un mínimo de tres meses, los otros nueve podían trabajar perfectamente.
«Colón fue un excelente navegante y un extraordinario explorador, pero un gobernante pésimo, contra el que se sublevaron los propios españoles y que regresó encadenado»
P.- Las Leyes de Indias se adelantaron varios siglos.
R.- También en lo que respecta a la mujer. Prohibieron vender a las hijas y a las esposas, o saldar deudas con ellas. Tampoco se podía ya enterrar a dos jóvenes hembras con el cacique muerto, una práctica aberrante que se daba en algunos pueblos. La mujer se convirtió en un sujeto de derecho. Es verdad que seguiría sometida a la tutela del varón hasta el siglo XX, pero dejó de ser un objeto, una mercancía o un animal de carga.
P.- Desde el primer momento se fomentó el mestizaje, algo que contrasta con la prohibición de los matrimonios interraciales en varios estados de Estados Unidos hasta 1967.
R.- Es algo que nos resulta inconcebible, pero que seguía vigente cuando yo nací. En 1959, un juez de Virginia condenó a un año de cárcel a Richard Loving y Mildred Jeter por cohabitar siendo él blanco y ella negra, aunque les conmutaba la pena si no volvían a pisar el estado en 25 años. En la España colonial era todo lo contrario. Se animaba a la población autóctona a casarse con la española.
P.- ¿A qué se debía? ¿A la falta de mujeres? Porque de España llegarían sobre todo varones, ¿no?
R.- Ese es otro mito. Según los catálogos de viajeros que conservamos en el Archivo de Indias, durante el primer siglo el 25% de los viajeros eran mujeres. Iban familias completas. No, el motivo por el que se fomenta el mestizaje no es práctico, sino religioso. Lo que Isabel la Católica quería impedir a toda costa era que nacieran hijos fuera del sacramento del matrimonio y quedaran sin bautizar.
«Las Leyes de Indias son el precedente de los derechos humanos. Por primera vez se reconoce que todos los hombres tienen derechos naturales»
P.- Vamos ahora con las partes malas. Había esclavos.
R.- Los había en todo el mundo, los propios indios los tenían, indios en su mayoría, aunque algún español también, como Gerónimo de Aguilar, el intérprete de Hernán Cortés, que fue apresado por los mayas. La esclavitud era la norma. [Durante la Edad Media, la doctrina común en toda Europa permitía que se privara de libertad a los salvajes y los bárbaros; formaba parte del derecho de conquista]. La cosa empieza a cambiar justamente a raíz del descubrimiento de América. La reina consulta si es lícito esclavizar a los indios a sus consejeros teológicos y estos concluyen que no. «Si la finalidad de la empresa era la evangelización —le vienen a decir—, debemos preservar la libertad de la población. ¿Cómo vamos a esclavizar a alguien a quien queremos convertir a nuestra fe?» Todo giraba en torno a lo mismo: la cristianización.
«España prohibió el trabajo infantil en 1512. En Inglaterra hay que esperar a la Ley de Fábricas de 1802 y en Francia, a la Ley Guizot de 1841»
P.- Uno de los aspectos más criticados es la crueldad de los encomenderos, a los que se atribuye la práctica desaparición de la población indígena del Caribe.
R.- La encomienda era una concesión para explotar recursos mineros, pesqueros o agrícolas. Había que trabajar duro y, aunque las leyes de Burgos especificaban que las condiciones laborales debían ser tolerables y había que facilitar a los trabajadores casa y hacienda, se daban excesos. Quiero hacer, no obstante, varias precisiones. La primera es que se han manejado cifras que son un invento absoluto, porque no disponemos de ningún censo para saber cuánta gente murió. La segunda precisión es que los propios caciques participaban en el sistema, reclutando a los llamados «indios de repartimiento». Todo ello llevó a Carlos V a prohibir las encomiendas en las Leyes Nuevas [otro compendio de las Leyes de Indias], lo que provocó la sublevación de los españoles y hasta guerras civiles. Finalmente y por poner las cosas en sus justos términos, hay que decir que fue una institución muy poco extendida. De los 5.000 españoles que vivían en Lima en 1570, apenas había 20 encomenderos. El principal se llamaba, además, Carlos Melchor Inca y era un descendiente de Huayna Cápac [el penúltimo emperador incaico]. Y en Nueva España, la mayor encomienda era la de Isabel de Moctezuma, hija del último rey azteca.
«Hasta 1967, los matrimonios interraciales eran delito en varios estados de Estados Unidos. La España colonial fomentaba el mestizaje»
P.- Las enfermedades también desempeñaron un papel decisivo en la desaparición de los indios del Caribe y en toda la conquista de América.
R.- Es lo lógico entre dos continentes que no habían mantenido ningún contacto. Los indios contrajeron patologías europeas [como la viruela] y los europeos, americanas, como la sífilis. Lo que ocurre es que, nuevamente, se han exagerado mucho las cifras. Se comprueba fácilmente cuando se piensa en el covid. Con la red de comunicaciones tan tupida que tenemos, con aviones, trenes y camiones circulando arriba y abajo todo el día, ha habido 20 millones de muertos [sobre una población total de casi 8.000 millones]. ¿Cómo es posible que con la gente desplazándose a pie o en mula y a caballo, fallecieran en el Caribe el 90% de los indios? Es absolutamente imposible. Si se hubiera dado la extinción de la que algunos hablan, los puertorriqueños no tendrían en su ADN un componente taíno tan importante.
P.- Otro lunar en la colonización española es la mita, un tributo que se satisfacía no en monedas, sino en trabajo.
R.- La mita y el yanaconazgo [una forma de servidumbre próxima a la esclavitud] son instituciones preincaicas y una evidencia más de que el modo de vida de los indígenas se respetó. Siguieron viviendo en sus entornos naturales y uno de ellos eran las minas, donde las condiciones eran insalubres y la mortandad elevada. De todos modos, y por tercera vez, los números se han abultado artificialmente. El grueso de la población local no se vio afectada por este tipo de explotación y aceptó de buen grado los avances y la tecnología que llegaban de Europa.
«Isabel la Católica quería impedir que nacieran hijos fuera del sacramento del matrimonio y quedaran sin bautizar»
P.- La Corona mantuvo muchas formas de gobierno.
R.- La teoría de que arrasamos con sus estructuras políticas es absolutamente falsa. Las propias Leyes de Indias regulan la figura del cacique. Estipulan que se le considere señor principal y que, en general, se respeten las costumbres, siempre y cuando no sean monstruosas, como las que he contado de vender a las hijas o saldar deudas con ellas. El canibalismo y la necrofagia también se prohibieron, pero por lo demás se concedió una gran autonomía. Al cacique de los txacaltecas se le confirió categoría de gobernador, en reconocimiento a su ayuda para derrotar a los mexicas. Cortés jamás habría podido someter un reino de medio millón de kilómetros cuadrados sin alianzas.
P.- ¿Y quién impartía justicia?
R.- Las Leyes establecen un nivel inferior de justicia, que administraban los propios caciques en sus poblados, siempre que no comportara pena de muerte o de lesiones. Por encima estaban las audiencias, los virreyes y, para cuestiones comerciales, los cabildos. Y son los propios indígenas, como cuenta Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de Nueva España, los que piden que se les aplique la legislación española, porque entre otras razones está escrita y eso limita las arbitrariedades. Precisamente ahora estoy trabajando en el juicio de residencia [una revisión exhaustiva de las actuaciones de un funcionario público] contra Juan Peláez del Berrío, un alcalde que perpetró todo tipo de excesos en Oaxaca. En ese proceso se ve cómo actúan de alguaciles, es decir, de policías, los indígenas. Son ellos los que apresan a Peláez de Berrio, porque no había suficientes españoles para cubrir las necesidades de justicia. Y hablamos de 1529, apenas ocho años después de caer Tenochtitlán.
«¡Claro que había esclavos! Era la norma en toda Europa y empieza a cambiar cuando los consejeros teológicos de la Reina concluyen que no se puede esclavizar a los indios»
P.- ¿Y qué fue de todo este legado tras la independencia?
R.- Lo primero que hay que decir es que los indígenas se alinearon mayoritariamente a favor del Rey de España. Era su garante y no se fiaban de los criollos. La llegada de las repúblicas les daría la razón, porque nada más constituirse se proclamó la igualdad de todos los ciudadanos y sus privilegios desaparecieron. Las Leyes de Indias se conservaron en algunos estados como norma supletoria, pero poco a poco fueron extinguiéndose y, con ello, el estatus especial de que gozaban los indios.
P.- Fueron los Gobiernos surgidos de la independencia los que acabaron con las instituciones locales.
R.- Aunque España hubiera querido desmantelarlas, no habría tenido capacidad, pero es que ni se lo planteó. Lo que las Leyes de Indias hacen es corregir lo que les parece contrario a la doctrina católica, y siempre insistiendo en que debe hacerse suavemente y mediante la persuasión. Era el único modo de conseguir la integración. Yo siempre pongo el ejemplo de los Estados Unidos en Vietnam. Su superioridad militar y tecnológica era abrumadora, pero tuvo que retirarse, porque si no cuentas con la población local, no conservas nada. En el mejor de los casos, te haces con el control provisional de una parte del territorio. Pero tres siglos de presencia hispana en América y cuatro en el Caribe habrían sido imposibles sin que una gran parte de los indígenas participaran y colaboraran.
«Sobre la crueldad de las encomiendas se han manejado cifras que son un invento absoluto. Fue una institución muy poco extendida»
P.- Otra crítica muy frecuente es que las Leyes de Indias estaban fenomenal, pero en realidad nunca se aplicaron, porque cuando llegaba una nueva disposición de la península, el virrey o el gobernador decía: «Se acata, pero no se cumple».
R.- Eso es falso, jamás se dijo en los 320 años de vigencia de las Leyes de Indias. El historiador norteamericano Lewis Hanke, conocedor como pocos del Archivo de Indias, en donde trabajó a mediados del siglo XX, dice que la vida oficial en América «se ajustó a reglas férreas» y añade: «¡Y pobre de la persona descuidada que las desobedeciera!». Lo de «se acata, pero no se cumple» es otra incongruencia de la leyenda negra, que, por un lado, retrata al español como un ogro temible y, por otro, como un blando incapaz de imponer una disposición en tres siglos. Esto no puede ser. No hay ordenamiento jurídico que sobreviva en la anarquía o sin aplicación práctica.
P. ¿Y cuál es el origen de este mito?
R.- Nace en la Argentina de principios del siglo XX, de la mano de José Ingenieros, un gran maestre de la masonería que pretende contrarrestar la ola de hispanismo que se había desatado con motivo de la guerra de Cuba [y el expansionismo de Estados Unidos]. Fue en esa época cuando el presidente de Argentina Hipólito Irigoyen crea el Día de la Raza [en octubre de 1916] y personalidades como el poeta nicaragüense Rubén Darío o el pensador uruguayo José Rodó manifiestan sus simpatías por España. Contra esta marea se levantan otros movimientos políticos y, en ese contexto, Ingenieros afirma que las Leyes de Indias se acataban pero no se cumplían. Era mentira. Mientras estuvieron vigentes, nadie lo dijo. Pensarlo, quizás alguno lo pensó, pero decirlo, nadie.
«Los indios contrajeron enfermedades europeas y los europeos, americanas. Es normal. Lo que ocurre es que, nuevamente, se han exagerado las cifras de muertos»
P.- En tu libro recoges una cita de Ramiro de Maeztu. «Generalmente —dice— en España las falsedades las hemos dejado circular sin tomarnos la molestia de enterarnos». ¿Ha sido nuestra inacción la responsable de que circulen tantas falsedades sobre la América colonial?
R.- La propaganda es un arma de guerra utilísima y España no ha sabido utilizarla. La consideraba poco caballeresca. En su lugar, montó el Archivo de Indias, donde efectivamente puede documentarse todo, pero que está ahí, muerto de risa… Existe la convicción ingenua de que la verdad siempre sale a la luz y se impone sola, pero no es así, y lo estamos viendo con esos gobernantes de Hispanoamérica que achacan hoy su postración a lo que ocurrió hace 500 años, no hace 100 o 60 años. Es lógico. Resulta mucho más fácil culpar a Colón de tus problemas que asumir tu propia responsabilidad. Y tampoco ha habido una respuesta contundente por parte de nuestras autoridades.
P.- Están presas del pensamiento políticamente correcto…
R.- Es algo incomprensible. Primero, se declaran convictos de hechos que cometieron otras generaciones. Segundo, lo hacen aplicando unos criterios morales y legales que no tienen nada que ver con los que había en 1500. Y tercero, de ser la culpa transmisible, no seríamos los españoles los herederos, sino los que se quedaron en América.
«Si en el Caribe se hubiera dado la extinción de la que algunos hablan, los puertorriqueños no tendrían en su ADN un componente taíno tan importante»
P.- Al diplomático Agustín de Foxá le pidió una vez una mujer explicaciones por las atrocidades cometidas por sus antepasados españoles en México. «Mis antepasados no, en todo caso los suyos, señora —le respondió Foxá—. Los míos no salieron de la península».
R.- Y fueron muchos más los españoles entregados al desarrollo, que no eran conquistadores, sino ganaderos, arquitectos, capataces, músicos, misioneros. Todo eso está recogido en los catálogos de viajeros, con nombre, apellidos y oficios, que se conservan en el Archivo de Indias, pero se ignora. El público se queda con los excesos puntuales. También hoy se dan abusos, hay trata de blancas y hay explotación laboral, pero a nadie se le ocurre decir que las leyes no se cumplen y que todo es un desastre. Es lo que hacemos, sin embargo, con la América española. A partir del hecho incontestable de que hubo infractores, condenamos a toda la sociedad.
«Cuando estalló la independencia, los indígenas se alinearon mayoritariamente a favor del Rey de España. No se fiaban de los criollos. El tiempo les daría la razón»
P.- El legado que dejaron esos arquitectos, capataces y misioneros de los que hablas se recoge en la película Hispanoamérica [de José Luis López-Linares].
R.- Es un gran documental, el segundo que hace. Pone en valor los monumentos, el folclore, la gastronomía, la fe y todo lo que hoy en día muchos al otro lado del Atlántico asumen como parte integrante de su identidad. Desgraciadamente y a diferencia de los anglosajones, los españoles apenas hacemos producciones cinematográficas o audiovisuales que defiendan nuestro pasado, y es un error, porque nuestro futuro pasa por estrechar los lazos con la comunidad hispanoamericana. De lo contrario, vamos hacia la extinción.
P.- ¿Por qué crees que este tema suscita tantas pasiones?
R.- Los políticos siempre han utilizado la historia para sus intereses. Lo dice George Orwell [en 1984]: «El que controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado». Hay mucho de eso, de tergiversar y manipular groseramente los hechos para colgarte medallas.