Manhattan llora la victoria de Trump… y baja a Wall Street a recoger sus frutos
Los analistas de los fondos recuerdan la anterior legislatura del republicano y predicen jugosas posibilidades de inversión
¡Que viene Trump! Zozobra y desconsuelo, horror post Halloween teñido de deja vù en Manhattan. La otra vez que el monstruo de pelo naranja asaltó la Casa Blanca a lomos de sus «deplorables» votantes (Hillary Clinton dixit), unos cuantos progresistas de la izquierda exquisita, de esos con piso en el Upper East Side y casa veraniega en los Hamptons, amenazaron con el exilio. Lo contó David Leavitt en su muy descacharrante novela A resguardo. A lo mejor ahora vuelven a planteárselo.
En aquella novela, la protagonista se comparaba sin pudor con la Resistencia francesa al nazismo. Solo que su plan de fuga consistía en comprarle un trozo de su mansión en Venecia a una aristócrata italiana venida a menos. La patrocinaba su marido, que trabajaba en algo de finanzas que ella no entendía muy bien. Ni ganas. El marido, también demócrata, of course, no le decía (para no preocuparla), que a veces charlaba con un vecino partidario del Innombrable («en esta casa no se pronuncia ese nombre», dictaminó ella como regla de mínima higiene política-doméstica).
La novela acaba en el principio de la primera legislatura trumpiana. ¿Cómo sería una hipotética continuación? En su análisis económico postelectoral, Miguel Ors recuerda que, con Trump, la economía americana creció, hasta que estalló la pandemia, y la geopolítica discurrió por caminos mucho más serenos que los de Obama o, no digamos, Bush hijo. O sea, que el proveedor de la mártir progresista sería ahora un poco más rico. ¿Le podría comprar otro piso en París, por ejemplo, para calmarla? Mientras ella se entretendría con su decorador sus amigos cool, él podría seguir haciendo caja. Otra cosa es lo que pase con el resto del planeta. Pero, como dice Ors, ese resto iba a fastidiarse igual con los demócratas: parece que a los ricos (y ya a nadie se le escapa que los que manejan el partido Demócrata lo son y actúan como tales) ya no les mola la globalización.
El titular al respecto de The Economist sintetiza la situación: «El regreso de la Trumponomics [la economía trumpiana] excita a los mercados, pero asusta al mundo«. Básicamente, explican, porque «podría traer consigo un mayor crecimiento, una mayor inflación y una guerra comercial global». Debo ser parte de ese «mundo» porque, efectivamente, la inflación me aterra, ya he tenido bastante, y en una guerra comercial no tengo claro el ganador, pero sí que, como españolito de a pie, voy a estar entre los perdedores.
Vamos, pues, a la otra parte, la que se excita. Los gestores de fondos están empezando a mandar sus primeros pronósticos. Por supuesto, hay prudencia. Si estuvieran eufóricos, probablemente tampoco lo dirían, supongo… Desde T. Rowe Price, por ejemplo, dicen que «una vez finalizados los resultados de las elecciones, debería ponerse fin a una gran incertidumbre para los mercados. Sin embargo, los mercados seguirán muy atentos para ver si se promulgan las políticas propuestas por el nuevo presidente y de qué manera».
Pero en seguida viene la chicha: «Las acciones de pequeña capitalización podrían beneficiarse, mientras que las expectativas de inflación potencialmente más altas podrían elevar los rendimientos de los bonos». Esto último parece obvio. Más interesante se antoja la idea de que «las empresas estadounidenses de pequeña capitalización podrían beneficiarse de la victoria de Trump, especialmente si su Administración reduce la regulación y adopta una postura más suave en materia de fusiones y adquisiciones. Las pequeñas empresas se han mostrado cautelosas antes de las elecciones, por lo que una mayor claridad en la política podría impulsarlas a reponer inventarios y aumentar el gasto empresarial. La posibilidad de nuevos recortes del impuesto de sociedades y de que la Reserva Federal flexibilice la política monetaria también serían vientos de cola».
Entre las grandes corporaciones hay que afinar más: «Los resultados de las elecciones son probablemente desiguales para la energía. Mientras que las empresas petroleras y gasísticas podrían beneficiarse de un entorno normativo más favorable, las empresas vinculadas a las energías renovables podrían verse presionadas por la preocupación de que se deroguen partes de la IRA. Por otra parte, el sector financiero podría beneficiarse de la esperanza de que la Administración Trump adopte un enfoque más laxo en materia de regulación y supervisión».
Los analistas de Freedom incidían en los «riesgos en el sector tecnológico»: «Las empresas con estrechos vínculos con China, como Nvidia, Broadcom y Tesla, podrían enfrentarse a una mayor volatilidad debido a una probable escalada de las tensiones comerciales». La manía de Trump con «los aranceles y unas normas comerciales más estrictas» podría «interrumpir las cadenas de suministro y afectar negativamente a las empresas tecnológicas dependientes de los mercados mundiales». Bueno, a Elon Musk no se le ve muy agobiado. De momento.
Los de Freedom coinciden en que «se espera que los valores energéticos tradicionales se beneficien de las políticas de Trump». Pero no tienen problemas en dar nombres concretos: «Su postura a favor de los combustibles fósiles, prometiendo levantar las restricciones a la producción de petróleo y gas, será optimista para empresas como ExxonMobil, Chevron y ConocoPhillips». Y dejan claro que es «probable que las acciones de gas natural y petróleo muestren ganancias impulsadas por un posible retroceso de las regulaciones ambientales y un enfoque en la producción nacional». También mencionan las buenas perspectivas de empresas de defensa, como Lockheed Martin y Northrop Grumman, «dado que se espera que el gasto en defensa sea una de las principales prioridades de la administración Trump». Y, de postre, ofrecen una delicatessen un poco tenebrosa: «Los operadores de prisiones privadas como GEO Group y CoreCivic podrían crecer gracias a unas políticas de inmigración más estrictas».
Aunque el mayor subidón del segundo advenimiento de Trump quizá se lo lleven las criptomonedas. En Freedom recuerdan que el futuro presidente «ha dejado atrás su escepticismo previo hacia las criptomonedas e incluso ha propuesto convertir a Estados Unidos en la «capital mundial de las criptomonedas». Y, efectivamente, el ETF Bitcoin de BlackRock, por ejemplo, está registrando días récords de volumen negociado.
Matices como este aparte, tampoco hay muchas sorpresas. Gordon Shannon, gestor de TwentyFour, resume la cuestión: «Hasta ahora los mercados están repitiendo el guion de 2016 ante la victoria de Trump: la renta variable está subiendo, mientras que los bonos del Tesoro estadounidense a largo plazo están retrocediendo ante la expectativa de una expansión fiscal». Sus conclusiones, como las de casi todo el mundo, son muy generales, de momento: «Creo que la atención se desplazará a las repercusiones inflacionistas de los aranceles y el control de la inmigración». Pero queda la sensación de fondo en los mercados: si no nos fue mal la otra vez…