Rubén Ferreiro (Lanai): «Un inversor es un mal necesario, pero es un mal»
El empresario, también vinculado al capital riesgo, advierte que vender ‘startups’ supone trasladar fuera la riqueza del país
El gallego Rubén Ferreiro se mueve entre dos aguas. Como emprendedor, es CEO de Viko, una fábrica de negocios digitales que suma siete empresas y emplea a 249 personas. Como inversor, cofundó y es socio director de Lanai Partners, una firma donde todos sus miembros atesoran experiencia como empresarios. Lanai ha lanzado tres vehículos, el último dotado de 25 millones de euros. El discurso de Ferreiro, se comprobará de inmediato, es transparente y rupturista.
PREGUNTA.- ¿Qué cosas han cambiado en la última década en la esfera del emprendimiento tecnológico?
RESPUESTA.- Hoy hay más ruido porque levantar dinero se ha convertido en sí mismo en un fin, no en una herramienta. Los grandes imperios de España, los Inditex y Mercadona, se han construido sin recurrir al capital riesgo, pero ahora parece una moda. Cuando cierras una ronda es cuando apareces en los medios. Quizás sea un reflejo del cortoplacismo de la sociedad. Un inversor es un mal necesario, pero es un mal. Si puedes montar tu modelo de negocio sin ceder una parte de la compañía, hazlo.
P.- Parece que tira piedras contra su propio tejado.
R.- Apoyar a otros es como cursar un MBA actualizado y genera energía, aprendizaje y sinergias más allá del retorno financiero. Por eso estamos ahí a través de Lanai. Pero la realidad es la que es: un inversor está alineado con el proyecto hasta que deja de estarlo. El emprendedor es un ser monógamo que se casa con un ser polígamo (el inversor y su porfolio). Me llama la atención que me escriban 200 veces al día para que invierta aquí o allá, pero nunca para venderme un producto. Primero hay que obtener dinero del cliente, no de un fondo.
P.- No suele haber mucho seguimiento sobre la evolución de ese software que se pone en el mercado desde compañías jóvenes con soluciones novedosas. ¿Son siempre productos de calidad?
R.- Cuando una gestora inyecta mucho dinero en una startup, la obliga a comercializar demasiado pronto un producto que tendrá defectos. Hubo una época donde se ponía mucho capital en fases tempranas y eso forzaba a crecer muy rápido. Esa época está volviendo y es peligrosa: quieres correr más de lo que eres capaz, pero como identificas un mercado grande, sabes que puedes quemar a ciertos clientes porque detrás hay más. El problema de este planteamiento es que es finito.
P.– También revolotea la moda del exit. ¿Hay que vender una empresa para tener oficialmente más caché?
R.- Cuando metes a un inversor, estás obligado a vender en el futuro. Igual estarías encantado de seguir toda la vida en la empresa que has creado. Además, vender no es la forma natural de monetizar. Para eso están los beneficios. Otro efecto colateral del exit está relacionado con quienes compran esas compañías. Suele tratarse de capital extranjero, lo que equivale a trasladar fuera todo o parte de la riqueza generada y, desde luego, la toma de decisiones. Si Mercadona no fuese española, sino alemana, todo lo que hace por Valencia lo haría por Berlín.
P.- ¿Es España un mercado trampa? ¿Es una trampa la expansión a Latinoamérica cuando quizás hay más similitudes regulatorias y culturales con Italia o Portugal?
R.- El mercado español parece más grande de lo que es, mientras que una startup portuguesa o israelí, al operar desde un país pequeño, sabe que debe ser global desde el primer minuto. Hay excepciones donde el tamaño de España sí es suficiente, tal y como demuestra Idealista, pero no dejan de ser rarezas. Latinoamérica es un mercado muy diferente y en él existe otra trampa: el idioma, cuyos códigos de comunicación varían mucho respecto al castellano. Por otro lado, salvo México y Brasil, hablamos de mercados pequeños. La única ventaja española en Latinoamérica es que tiene más fácil llegar ahí que un alemán e incluso un estadounidense, y que es probable que ellos quieran ir de la mano de empresas españolas para aterrizar.