La venta de Talgo echa el freno: Sidenor duda y Moncloa busca un socio financiero
La siderúrgica vasca busca financiación, el Gobierno quiere alguien que aporte capital y la SEPI se queda a la espera
El pasado 16 de octubre, la siderúrgica Sidenor anunció su intención de entrar en el capital de Talgo, una comunicación pactada con Moncloa y con la Lehendakaritza. Se ponía fin a nueve meses de incertidumbre con una solución salomónica que cerraba la puerta al posible desembarco de un grupo extranjero hostil y que dejaba al fabricante de trenes en manos de un inversor industrial local que garantiza la españolidad en un sector considerado estratégico por el Gobierno. Sidenor era el caballero blanco perfecto para asegurar el control político de una compañía que estuvo cerca de ser comprada por los húngaros de Magyar Vagon, próximos al ultraderechista Viktor Orbán y acusados de ser cercanos a la Rusia de Vladimir Putin.
El plan ideado en los cuarteles de la Oficina Económica del Gobierno, con la ayuda del Ministerio de Transportes de Óscar Puente y el patrocinio de Ajuria Enea, parecía no tener fisuras: Sidenor adquiría el 29% que tiene Trilantic para convertirse en el primer inversor de Talgo y si hacía falta el Ministerio de Hacienda, a través de la SEPI, y el Gobierno vasco mediante su brazo inversor Finkatuz, entrarían con un pequeño porcentaje para generar un núcleo de control indisoluble en el que la siderúrgica ejecutase un plan industrial supervisado estrechamente por los intereses políticos del PSOE y del PNV.
Sidenor daría el soporte técnico para ejecutar la voluminosa cartera de pedidos de la compañía que tiene como uno de sus principales clientes a la Renfe de Óscar Puente. Todo cuadraba perfectamente en el proyecto de control de Moncloa que -después de más de nueve meses buscando- había encontrado una empresa española dispuesta a actuar en representación de los intereses gubernamentales y que además podía sustituir a uno de esos fondos de inversión que -según el relato del Gobierno- tanto daño hacen a nuestras empresas estratégicas.
Opa de Magyar Vagon
Pero midieron mal y como casi siempre… no es oro todo lo que reluce. Ha pasado casi un mes desde que Sidenor anunció la compra de Talgo y todo sigue paralizado. A mediados de noviembre la siderúrgica presidida por José Antonio Jainaga contrató a Alantra para llevar a cabo el correspondiente análisis financiero y, aunque desde algunos diarios vascos dicen que la operación se ha acelerado en la última semana y que se quiere cerrar antes de finalizar el año, lo cierto es que quedan muchos cabos sueltos, lo que hace imposible que haya claridad hasta al menos el primer trimestre de 2025. De momento, la siderúrgica sigue analizando la operación y buscando los recursos para poder asumirla, sin cerrar ningún pacto formal con Trilanic ni con otro accionista para adquirir su participación.
El principal problema de Sidenor es su financiación. El grupo quiere reducir al mínimo el desembolso para adquirir Talgo y no pagará más de cuatro euros por acción, un 20% menos que lo ofrecido por la opa de Maygar Vagon, que defenestró el Gobierno y que valoraba a Talgo en 620 millones. Jainaga no está dispuesto a gastar más de 150 millones incluyendo prima. Y si puede ser menos, mucho mejor. Algo que también generaría un problema si consideramos que la opa de los húngaros contaba con el apoyo de una mayoría accionarial que no estaba dispuesta a vender por menos de cinco euros. Sidenor descarta adquirir la totalidad -con un valor en bolsa de 450 millones- y solo llegarán a un máximo del 29,9%, el límite legal para no hacer una opa. Están interesados sí, quieren controlar, también; pero conocen sus limitaciones.
Los números reflejan que Sidenor tendrá imposible afrontar la operación con sus propios recursos. Según sus cuentas de 2023, tiene una tesorería de apenas 87 millones y unas reservas de 147, además de una deuda de 142 millones. La compra ya es de por sí compleja porque supone que la siderúrgica digiera una sociedad como Talgo de similar tamaño. Siempre con los resultados del año pasado, la primera facturó 933,9 millones, mientras que el fabricante de trenes ingresó 652 millones. Los números no dan si no se consigue el apoyo de algún fondo -de esos que no gustan en La Moncloa– o una financiación bancaria que pueda ser asumible en el medio plazo.
Ayuda de la SEPI
Y Jainaga lo sabe. Por eso lleva semanas buscando apoyo financiero y acercándose a entidades como Fundación BBK (Kutxabank), a través de su brazo inversor Mirai. De hecho, también busca nuevos socios que puedan sumarse al capital de Talgo y reducir la factura final de la adquisición. Un consorcio de empresas y organismos vascos liderados por Sidenor que compartan riesgos. Incluso hay inversores conocedores del mundo vasco de los negocios que están en condiciones de afirmar que la siderúrgica podría bajarse de la operación si es que no consigue los apoyos necesarios. Lo cierto es que a día de hoy esos 150 millones que se necesitan para comprar al menos el 30% de Talgo no están, lo que les hace dudar de la viabilidad de la compra.
Dudas que conocen en Moncloa. El ministro de Transportes, Óscar Puente, envió esta semana un aviso a Sidenor indicando que «darían todo el apoyo necesario» a la operación; lo incluiría la entrada de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), aunque no especificó en qué condiciones y en qué porcentaje. La SEPI tiene todavía un remanente de 320 millones que no ha devuelto al Tesoro por el fondo de rescate no utilizado durante la pandemia, por lo que no sería difícil que entrase con un gran porcentaje, pero lo cierto es que en el Ministerio de Hacienda hay recelos y prefieren que el dinero salga del sector privado. Las estrecheces de unos presupuestos generales que podrían ser prorrogados sumado a los miedos a que el mercado reaccione en contra de una participación mayoritaria del Gobierno, frenan -de momento- un desembarco que aporte la liquidez que no tiene Sidenor.
En Moncloa se ha llegado además a la conclusión de que el problema de Talgo no se solucionará solo con la entrada de Sidenor, incluso dando por hecho que consiguiesen financiación. El fabricante de trenes necesita además una fuerte inyección de capital que garantice su crecimiento más inmediato y su cartera de pedidos que llega ya a los 4.000 millones. Y para ello sería necesario un segundo socio, esta vez financiero, que pueda asegurar ese extra que necesita la empresa presidida por Carlos de Palacio para encauzar su futuro con tranquilidad. Los números no mienten: los resultados del tercer trimestre publicados esta semana elevaron la deuda financiera neta estimada para 2024 hasta en cinco veces su Ebitda, desde las 2,5 veces que tenía hace solo un año.
Futuro de Talgo
Del mismo modo, Talgo mantiene un capex de apenas 30 millones por segundo año consecutivo, lo que refleja que la capacidad inversora se estanca al mismo tiempo que aumenta su endeudamiento. Al cierre de 2023, solamente las deudas con entidades de crédito representaron 393 millones de euros. El fabricante también necesita nuevos contratos y la entrada de Sidenor por sí sola no los garantiza. Jainaga no tiene cartera industrial para engordar el negocio, ni cuenta con proyectos clave para que en el futuro el fabricante de trenes deje de depender de los encargos de Renfe. La única manera de sortear esta dificultad es con liquidez y dinero para asumir proyectos internacionales cada vez de mayor envergadura. Y estas garantías solo las podría aportar un socio inversor con una fuerte inyección de capital.
En así como en el Gobierno vuelven al punto de partida. Desde marzo se viene especulando con que Moncloa negocia con Criteria para que el brazo inversor de la Fundación La Caixa aporte los recursos necesarios que garanticen el futuro de Talgo. Sin embargo, la entidad catalana -que está inmersa en su mayor plan de inversión desde su creación- no ve clara la operación lo que le ha llevado a rechazar en varias ocasiones las propuestas del Gobierno. La entidad presidida por Isidro Fainé hace cuentas y considera que entrar en Talgo no es rentable y que (incluso asumiendo que es una empresa estratégica) no tiene sentido arriesgar inversiones y menos lejos del Mediterráneo y de Madrid, donde tienen actualmente sus mayores intereses.
La negativa de Criteria lleva al Gobierno, a Sidenor y al PNV -que al igual que Moncloa quiere mandar, pero sin rascarse el bolsillo- a buscar soluciones imaginativas. La primera es buscar un socio financiero en España o en el extranjero. Ya fracasó la entrada de los checos de Skoda y en el fabricante europeo ya no hay interés por retomar una operación con Talgo. Esto devuelve las miradas a la SEPI y al Gobierno vasco. No sería difícil que con una inversión de 100 a 200 millones solucionasen los problemas, pero todavía no hay voluntad pública hasta quemar todas las naves en el sector privado. Una solución que, en todo caso, debe llegar pronto porque el mercado ya está penalizando el retraso de la operación: la compañía se ha hundido un 23,5% en bolsa desde enero, un 11% en un mes. Un puzzle de difícil solución.