El plan secreto de Illa para que las empresas (y La Caixa) vuelvan a Cataluña
Cementos Molins es flor de un día, pero puede ser la primera semilla para la vuelta de la diáspora empresarial catalana
El 4 de octubre de 2017 comenzó el terremoto: una oleada de empresas convocaron de urgencia sus consejos de administración para sacar su sede social de Cataluña en medio de las amenazas de declaración de independencia tras el referéndum ilegal del 1-0. El 6 de octubre, el Gobierno de Mariano Rajoy aprobó un decreto -apoyado por el PSOE- para facilitar esta salida y solo una semana después se habían marchado hasta 40 de las mayores compañías catalanas entre las que se encontraban históricas como Axa, Bimbo, Planeta, Catalana Occidente, Abertis, Colonial, Cellnex, San Miguel, Aguas de Barcelona, Gas Natural (Naturgy), Caixabank y el Banco Sabadell.
Para final de mes ya eran un centenar las ‘fugadas‘, principalmente a Madrid, Zaragoza, Valencia y Palma de Mallorca, con un saldo definitivo desalentador: 1.863 sociedades al cerrar ese fatídico año 2017. Quienes vivieron esta diáspora concuerdan en que nunca habían visto nada igual: un goteo incesante que a la postre se convertiría en el mayor éxodo empresarial de la historia de España. Momentos de alta tensión en despachos en los que se impuso la cordura financiera por encima del apego histórico a Cataluña. «Era la única manera de salvar los muebles y no perder la confianza de los mercados», dice un directivo que vivió en primera persona la vorágine de acontecimientos. Una solución de emergencia que -el tiempo ha demostrado- no fue temporal.
El resto de la historia es conocida: el 27 de octubre se declaró y se suspendió simultáneamente la declaración de independencia de Cataluña, tres días después el entonces president, Carles Puigdemont, se fugó a Bélgica, el Gobierno de Rajoy intervino la Generalitat y se sucedieron ocho años de gobiernos independentistas, con Junts y ERC desafiando constantemente al Estado, sin renunciar a la independencia, pero sin volver a mover ficha para un nuevo referéndum. Y el resultado post 1-0 para el mundo corporativo siguió siendo desalentador: 8.000 sociedades con ventas de más de 56.000 millones de euros abandonaron la región. Desde entonces, ninguna de las grandes ha vuelto. El mejor ejemplo de que la economía y la empresa han estado siempre divorciadas del procés.
Elección de Salvador Illa
Hasta ahora. El 10 de agosto de este año, Salvador Illa se convertía en el tercer president de los socialistas catalanes desde que comenzó su autonomía en 1980 y el primero desde que en 201o José Montilla estuviera al mando de la Generalitat. Un hecho simbólico que daba carpetazo a 14 años de gobiernos que abonaron el terreno al procés (Artur Más), que lo proclamaron (Carles Puigdemont) y que intentaron mantenerlo con vida (Quim Torra y Pere Aragonès). El nuevo inquilino apostó por el reencuentro, por olvidar las disputas y por construir una nueva Cataluña desde la moderación y la estabilidad. Curiosamente -quizás apremiado por las urgencias- el tema económico no fue protagonista de la campaña del exministro de Sanidad, ni tampoco ha formado parte relevante de su agenda ni de sus compromisos públicos.
Aunque esto no significa que no sea una de sus prioridades. Por el contrario, quien conoce de cerca sus movimientos no duda en calificarlo como uno de los ejes de su mandato. Discretamente, Illa lleva meses trabajando en un plan para fomentar la vuelta de las empresas a Cataluña: las pequeñas, las medianas, pero sobre todo las grandes. Iconos como Caixabank, Criteria, Cellnex, Sabadell, Colonial y Naturgy, que permitían a la región rivalizar con Madrid y que les devolvería el liderazgo de la producción y la productividad. El diagnóstico del PSC -que realiza todos estos movimientos con el conocimiento, pero no la supervisión de Madrid- es simple: la fuga del tejido productivo ha llevado a la región a que pierda prosperidad y esta prosperidad, y la estabilidad, no retornarán hasta que la última gran empresa vuelva.
La idea fuerza de este plan que algunos califican de «secreto» –aunque no se ha ocultado, sino que simplemente se ha manejado de forma silenciosa para no generar falsas expectativas– es solo una: generar las condiciones para que esta vuelta se produzca sin amenazas. Y pivota sobre tres ejes: estabilidad política, desburocratización de la administración pública e incentivos fiscales. Un proyecto que no por casualidad está en las antípodas de Junts, que a comienzos de año agitó el avispero exigiendo a Pedro Sánchez perseguir y multar a quienes no quisieran volver a la región. El plan además cobra especial relevancia en momentos en que los de Puigdemont quieren recuperar la histórica convergencia y acercarse al mundo empresarial.
Estabilidad institucional
Quienes siguen este plan dicen que estamos a medio camino y subrayan que el primer objetivo -estabilidad política e institucional- se está cumpliendo con nota. Empresarios con los que ha hablado este diario -alguno del Ibex que se marchó en 2017- indican que «el clima ha cambiado radicalmente». «Hay tranquilidad, se respira confianza y dan ganas de estar allí. Estamos camino de recuperar la seguridad jurídica», dice otro directivo que tomó rumbo a Levante durante el procés. Se refieren a gestos puntuales como el hecho de que Illa no tenga miedo a reunirse con el Gobierno central ni con el Rey Felipe VI, ni que rehúya la representación institucional de Cataluña en toda España y en instancias de colaboración con el Estado y el resto de autonomías. Desplantes recurrentes de los últimos gobiernos de Junts y de ERC y que siempre molestaron al mundo corporativo.
En cuanto al segundo eje -el de la burocracia-, esta misma semana Illa se reunió con el ministro de Economía, Carlos Cuerpo (otra muestra de normalidad institucional) para abordar la iniciativa ‘Régimen 20’, un plan destinado a eliminar obstáculos y cuellos de botella para el funcionamiento de las empresas, con menos burocracia y reduciendo el tiempo para los trámites corporativos. El president es uno de los primeros líderes regionales en interesarse y su objetivo es liderar su implantación para que Cataluña «recupere el liderazgo y vuelva a ser motor de crecimiento».
Y falta la tercera parte del plan de Illa, quizás la más compleja y la que tarde más tiempo en materializarse. Los incentivos fiscales no son fáciles de conseguir, en especial porque Cataluña no tiene un concierto equiparable al vasco que le permita realizar deducciones. Sin embargo, los equipos de la Generalitat trabajan a pleno rendimiento -en directa sintonía con Madrid- para encontrar esas fórmulas que les permitan bonificar a quienes quieran volver a la región. La prórroga del impuesto a la banca y la posibilidad de que se extienda a las energéticas son una buena oportunidad para que los grandes del sector puedan buscar un refugio fiscal en Cataluña, aunque todavía queda mucho para afinar esta fórmula.
Cementos Molins
En medio de estos movimientos ha llegado la primera alegría para Illa. El 3 de diciembre, Cementos Molins ponía fin a su periplo en Madrid y su consejo de administración aprobaba la vuelta de su sede social a Sant Vicenç dels Horts (Barcelona), convirtiéndose en la primera gran empresa en volver. Han pasado más de siete años desde que el 20 de octubre de 2017 decidieron marcharse por el procés. Y volvió por su propia voluntad y sin ninguna presión, ni llamadas de la Generalitat mediante, lo que confirma que ha sido un retorno amparado por este nuevo clima institucional.
Pero es flor de un día. Se reconoce que todavía queda mucho camino por recorrer y que ni mucho menos se producirá ahora una oleada de sociedades que quieran volver. De hecho, ninguna de las grandes se plantea por el momento emprender este camino de vuelta y oficialmente ni siquiera está sobre la mesa. Lo que sí reconocen es que se está abonando el terreno y que se está en la buena dirección, aunque la gran duda es saber si es que lo que construya Illa se consolide en futuras legislaturas. «Con cuatro años no se puede reconstruir todo lo que ha tumbado más de una década de independentismo radical», dice un empresario, por lo que ven vital que el PSC pueda seguir en la Generalitat más allá de 2028 o que tome el testigo un nacionalismo moderado al estilo de la vieja CiU de Jordi Pujol.
El efecto del ‘mundo Caixa’
En cualquier caso, en todo este ‘juego de tronos’ el movimiento del ‘mundo Caixa’ es clave, ya que un retorno de Caixabank a Cataluña podría generar un importante efecto arrastre en empresas de similar tamaño. Hubo una época en los que el poder catalán se cimentaba en cuatro pilares fundamentales: la Generalitat, Convergència i Unió, el FC Barcelona y La Caixa. Pilares que garantizaban estabilidad y generaban tranquilidad en el mundo inversor. Pilares que saltaron por los aires tras el procés. Hoy, la Generalitat intenta recuperar la credibilidad institucional, CiU fue devorado por Junts, el Barça estuvo al borde de la quiebra y La Caixa está fuera, con su sede social en Valencia y la de Criteria -su todopoderoso brazo industrial- en Palma de Mallorca.
Acontecimientos que -dicen los entendidos- son un buen termómetro de la actual realidad de Cataluña. Por ello es muy importante, por el simbolismo que implica, que Caixa vuelva a Barcelona. «Sería cerrar el círculo y colofón de la vuelta a la normalidad», dicen algunos. E Illa lo sabe. Evidentemente su plan pasa porque vuelvan todos, que se rehaga el tejido industrial de las pymes, que se reestablezcan las grandes compañías fabriles e industriales y que vuelva el Ibex con Sabadell, Naturgy, Colonial o Cellnex. Pero nadie duda de que el gran objetivo -y la culminación de todo- sería el retorno de Caixabank. ¿Volverán más empresas como Cementos Molins? Con toda seguridad ¿Volverán todas? Es imposible ¿Qué pasará con las grandes? Solo el tiempo lo dirá. ¿Volverá La Caixa? Es el gran interrogante.