Aranceles, sanciones y crisis logística, las claves económicas de 2025
Los problemas de transporte en el mar Rojo y el equilibrio entre EEUU, Europa, China y Rusia condicionarán a España
Grandes tensiones e incertidumbres marcarán el panorama económico mundial de este 2025. La guerra comercial a tres bandas (Estados Unidos, China y Europa), reavivada tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, definirá el ritmo de los mercados internacionales. La economía española se verá afectada por la dinámica que sigan los aranceles, que podrían dañar las exportaciones y lastrar el crecimiento.
Una de las circunstancias más preocupantes es que actualmente España depende excesivamente del gasto público para expandirse económicamente, un modelo de crecimiento que requiere de subidas de impuestos, pero también de una descontrolada emisión de deuda en un momento en el que el Estado ya paga cerca de 40.000 millones de euros anuales al sector financiero en forma de intereses. Aunque la banca no es una comunidad autónoma española, recibe casi el doble de dinero que regiones como Cataluña.
En paralelo, el consumo de los españoles se está ralentizando, lo que puede indicar que gastan menos porque los ahorros que generaron durante la pandemia, y que han estimulado la recuperación posterior, se están agotando. Desde 2023 se ha observado una ralentización casi constante de este parámetro, que antes crecía con mayor rapidez. Y en algunos casos, como el de las tiendas físicas de ropa, el consumo ya ha entrado en terreno negativo. El turismo sigue arrojando buenos datos, aunque se encuentra en niveles récord que serán difíciles de mantener, especialmente con otros rivales mediterráneos como Italia y Turquía protagonizando un resurgir importante.
En manos de Moscú y Ankara
Turquía es indudablemente el país a seguir de cerca en 2025. A pesar de contar con un sistema político cada vez menos libre en el que el presidente Erdoğan concentra más y más poder, la economía turca vive un momento dorado y Estambul no está mal posicionada para recuperar el esplendor del que gozó en su etapa bizantina y otomana como nexo comercial entre Europa y Asia. Lo permiten el hecho de que China cuenta con Ankara para recuperar la Ruta de la Seda y la nueva posición de Estambul como el mayor aeropuerto de Europa, por encima de Heathrow y Schiphol.
También contribuye la necesidad de Rusia de contar con un intermediario para vender hidrocarburos a Europa, con planes para convertir Turquía en hub gasístico que podría repartir el combustible llegado del país eslavo, pero también de puntos de Oriente Próximo como Catar a través de Siria, ahora que la nación del país del Levante mediterráneo está en manos de HTS, grupo yihadista con vínculos con Ankara. Sin embargo, Moscú buscará reducir su dependencia de Turquía en las negociaciones para la paz en Ucrania, con las que intentará librarse de parte las sanciones occidentales. Trump parece dispuesto a ello, pero este reajuste geopolítico puede generar nuevas tensiones entre el Kremlin y Bruselas.
Agricultura, inflación y aranceles
En este contexto, el Banco Central Europeo (BCE) tratará de seguir manteniendo a raya la inflación, de modo que tendrá que equilibrar su política de tipos de interés. Si los reduce de forma rápida, se acelerará la ya de por sí preocupante escalada de precios en países de la Eurozona como Croacia, Austria y Estonia, pero si mantiene elevado el coste del dinero, Alemania notará la falta de liquidez y su delicada economía puede sumirse en una crisis todavía más profunda, con repercusiones para el resto de socios del club europeo.
En España, el sector agrario está siendo uno de los más castigados. La prolongada sequía y las tensiones en los mercados internacionales de cereales, agravadas por la inestabilidad en Ucrania, han disparado los costes de producción. Además, los efectos del aumento de los precios de la energía y los fertilizantes están obligando a muchos productores a replantear sus cultivos, lo que podría tener un impacto a largo plazo en la seguridad alimentaria del país. Queda por ver cómo impactará el acuerdo europeo con Mercosur y la política arancelaria de Trump a los agricultores españoles. La pesca tampoco vive su mejor momento, y habrá que analizar el impacto de la nueva normativa ambiental de Bruselas.
Crisis logística, energética y laboral
Otro punto crítico para España y Europa es la logística marítima, que se está encareciendo, lo que significa que nuestra economía sufrirá, pues depende del comercio exterior, y cuando sube el coste del transporte se encarece cualquier artículo importado, desde ropa hasta los coches. Un dato muy revelador es que Egipto ya está inmerso en turbulencias económicas porque sus ingresos procedentes del canal de Suez se han desplomado. A los aranceles de Trump se añade el arancel de los hutíes, grupo miliciano que, junto con los yihadistas de Hezbolá y Hamás, forma parte del Eje de la Resistencia iraní y que se ha empeñado en dificultar el tránsito de mercancías por el mar Rojo y por el atajo de Suez, lo que generará problemas para Egipto pero también para puertos mediterráneos como Barcelona, además de encarecer y demorar cualquier envío procedente de Asia.
El sector energético también se encuentra en el epicentro de las preocupaciones económicas. Aunque el precio del petróleo ha mostrado cierta estabilidad en los últimos meses, los recientes conflictos en Oriente Medio, sumados a las tensiones entre Irán y Arabia Saudí, están alimentando la volatilidad en los mercados. Para España, altamente dependiente de las importaciones de energía, esto puede implicar un aumento en los costes de producción y una presión adicional sobre familias y empresas. A nivel europeo y más general, la competitividad está siendo erosionada por la necesidad de adaptar las industrias a las normativas climáticas más estrictas.
En cuanto al mercado laboral, el crecimiento del empleo en España se ha ralentizado, especialmente en sectores como la construcción y el turismo. Las empresas tienen dificultades para atraer y retener talento en un entorno marcado por la incertidumbre económica y los elevados costes laborales. El paro juvenil es alto, no ya para estándares occidentales, sino mediterráneos: el desempleo en esta franja de edad es cuatro veces el de Alemania, pero también es superior al de Italia, Grecia y hasta Turquía, Egipto o Marruecos. A diferencia de otros países europeos, España no ha recibido inmigrantes jóvenes de países árabes porque tiene menos oportunidades laborales, pero esto puede cambiar con la inminente llegada al mercado laboral de una generación formada de nuevos trabajadores en los países árabes, que difícilmente podrán absorber toda esta mano de obra. Si el paro juvenil en esta región supera el de España, es de prever que una nueva ola migratoria llegue a nuestras fronteras.