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La otra cara del dinero

Mensaje del fútbol chino a la euforia árabe: «Memento mori»

La posibilidad de que ligas como la china o la árabe compitan con las ya consolidadas en el mercado es una mera entelequia

Mensaje del fútbol chino a la euforia árabe: «Memento mori»

El jugador brasileño Oscar en un partido con el Guangzhou FC. | Europa Press

En la antigua Roma, cuando los emperadores y generales romanos paseaban su gloria ante el pueblo enfebrecido después de una gran victoria, un esclavo sostenía sobre sus cabezas una corona de laurel mientras les susurraba al oído: «Memento mori». Recuerda que eres mortal. 

La Supercopa de España ha dejado un reguero de glamur y buen futbol en la ciudad saudí de Yeda. Los mandatarios árabes pudieron fotografiarse, bien ufanos, con la grana y oro del fútbol español. Tuvieron, faltaría más, su final soñada: Real Madrid-Barcelona. Y por un precio moderado para sus proporciones: 40 millones de euros. Calderilla comparado con lo que se llevan las grandes estrellas de la Liga Profesional Saudí: Cristiano Ronaldo cobra 201.5 millones de euros por temporada en Al Nassr y Karim Benzema, 200.3 en el Al Ittihad. Luego la cosa baja a los poco más de 100 millones del pobre N’golo Kanté, también en el Al Ittihad, y a los 34,9 de Kalidou Koulibaly en el Al Hilal, que abre paso a una clase media más que acomodada.

El petróleo lo aguanta todo, cierto, pero se suponía que esta tremenda inversión funcionaría como espoleta para la creación de un sólido ecosistema futbolístico que culminaría con la celebración del Mundial 2034 por estos lares. El antecedente del campeonato de 2022 en la vecina Catar es un aviso demasiado evidente: la actuación de la selección local rozó el ridículo. 

Resulta complicado armar una buena selección nacional sin auténtica pasión entre los aficionados. La asistencia media a los estados saudíes de la temporada pasada rondó los 8.000 espectadores. No basta con traer grandes nombres, es necesario un ambiente competitivo, una sensación de que está pasando algo «real». Los pinchazos de adrenalina con equipos extranjeros (élite «de verdad») como la Supercopa apenas funcionan como revulsivos. El fútbol árabe tiene que crecer con sus equipos, con sus competiciones. 

Complicado. Resulta significativo que los derechos de retransmisión para España de la Liga Saudí los tenga el diario Marca, que los da gratis en streaming. DAZN cobra 19.99 euros al mes por ver las principales ligas europeas. GolStadium, 5,99 por otras menores como la belga, la brasileña o la China. 

Esta última, por cierto, es noticia últimamente. China había entrado en el siglo XXI por la puerta grande. Se sentía orgullosa de su crecimiento económico imparable y quería gritarlo a los cuatro vientos. Los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 fue el gran aldabonazo, pero los gobernantes querían más gloria para la nación. En 2012 llegó al poder el actual presidente chino, Xi Jinping, líder fuerte, pragmático y… fanático del fútbol. 

Ambicioso y con el poder de una economía en plena forma, presentó en 2016 un plan para hacer del país una superpotencia mundial de fútbol en 2050. La idea era tener ya para 2020 a 50 millones de niños y adultos jugando. Algo asumible teniendo en cuenta los más de 1.400 millones de habitantes disponibles y que se aprobó una inversión en infraestructuras para que en 2030 hubiera un campo de fútbol por cada 10.000 habitantes.  

Para animar a la masa, el Gobierno tiró de chequera y trajo jugadores extranjeros para mejorar el nivel de la liga. El que más llamó la atención en un primer momento fue un tal Darío Conca, argentino que había hecho cierta fama en la liga brasileña. Las dudas sobre la aventura se le despejaron cuando le dijeron el sueldo: un contrato de dos años a 50 millones de dólares al año. Un jugador de nivel medio no demasiado conocido internacionalmente se convirtió de la noche a la mañana en el jugador mejor pagado del mundo. 

Por supuesto, los agentes orientaron inmediatamente sus antenas hacia China. Comenzaron a llegar jugadores cada vez con más nombre hasta el hito del Oscar. En 2017, el Shanghái SIPG FC fichó al jugador del Chelsea y estrella de la selección brasileña. Poco a poco fueron llegando nombres como el actual jugador del Atlético Axel Witsel o los ex Jackson Martínez y Yannick Carrasco, además de los cotizadísimos Carlos Tévez o Hulk. Y poco a poco se fueron yendo. Oscar, el último de los grandes que resistía, acaba de anunciar que se vuelve a São Paulo… después de cinco años cobrando a 24 millones por cada una. 

La huida de futbolistas confirma que el barco se hunde. Al Guangzhou FC, el club de fútbol más laureado de China, se le ha denegado la licencia para la temporada 2025. Como sentencia SportBusiness, estamos ante el símbolo del «fin de una era». A Evergrande, la empresa que sostenía el club, se la llevó por delante una crisis inmobiliaria que se vio agravada por el impacto de la pandemia de Covid-19. Y el fútbol no podía subsistir por sí mismo. 

La posibilidad de que ligas como la china o la árabe compitan con las ya consolidadas en el mercado es una mera entelequia. Los chinos ya lo han sufrido en sus carnes. Los árabes tienen un plan, pero difícil de llevar a cabo: el asalto a Europa. Aunque ya en el verano de 2023 Aleksander Čeferin, presidente de la UEFA, negó cualquier posibilidad que los equipos sauditas puedan participar en las competiciones europeas, los árabes insisten. Probablemente, no tengan otra salida para evitar el camino hacia la decadencia que les ilustra China.

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