China sacude el tablero de la inteligencia artificial
‘El Gris Importa’ analiza el impacto de la aparición de DeepSeek y su impacto en esta tecnología
Hasta hace una semana, muy pocos habían oído hablar de DeepSeek, pero el martes 28 de febrero, salvo cuatro ermitaños, no quedaba nadie en este planeta que no supiera qué era DeepSeek.
Tras digerir el paper en el que explicaba cómo había desarrollado un modelo de inteligencia artificial capaz de competir con ChatGPT, el Nasdaq, que es el índice que recoge la cotización de las grandes tecnológicas, caía casi el 3% y Nvidia, el fabricante de chips de gama alta, se pegaba una costalada del 17% y perdía casi 600.000 millones de euros de capitalización, que es, para que nos hagamos una idea, el PIB de Argentina o de Irlanda.
¿De dónde salen estos tíos? DeepSeek empezó como una división de High-Flyer, un fondo que se dedica al trading de alta frecuencia. Este tipo de operadores rastrean el mercado en busca de pequeñas discrepancias. Por ejemplo, cuando salta una noticia que afecta a una compañía que cotiza en dos mercados, el ajuste de precios no se produce simultáneamente en ambos. Durante un tiempo hay un desfase, de modo que si compras donde está barato y vendes donde está caro obtienes un beneficio.
Esto no lo puede hacer, sin embargo, una persona física. Hablamos de ventanas temporales mínimas, del orden de los milisegundos. Ningún bróker es capaz de reaccionar con semejante rapidez. Para detectar y explotar una oportunidad así necesitas programas informáticos muy potentes, y a Liang Wenfeng, uno de los fundadores de High Flyer, se le ocurrió que una división de inteligencia artificial podría venirles muy bien.
Como Estados Unidos no había restringido aún la venta de chips a China, High Flyer le compró a Nvidia unos cuantos H100, que son los de gama más alta, armó con ellos unos superordenadores y contrató a estudiantes de doctorado de las mejores universidades chinas para que desarrollaran un modelo de lenguaje que les ayudara en sus inversiones.
Entonces pasaron dos cosas. La primera fue que Biden impuso controles a la exportación de los microprocesadores más potentes. La segunda fue que Liang escindió la división de inteligencia artificial y constituyó con ella una nueva empresa, DeepSeek, más por curiosidad científica que por ganar dinero, según él mismo ha confesado.
Las perspectivas no eran muy halagüeñas. Después de todo, era una «startup destartalada», como dice el New York Times, integrada mayormente por becarios, equipada con microprocesadores de segunda y cuyos competidores eran los gigantes tecnológicos mejor financiados del planeta. Microsoft, Meta y Google han invertido decenas de miles de millones de dólares en inteligencia artificial, y OpenAI planea gastar nada menos que medio billón de dólares en una joint venture con Oracle y Softbank.
Sin embargo, en apenas año y medio, DeepSeek ha alumbrado un modelo que es más potente que todos los demás, con la excepción del O1 de OpenAI, con un presupuesto de apenas seis millones y con un coste de uso que no llega ni a la décima parte del de ChatGPT.
¿Estamos ante un fraude? Y si como todo parece indicar, no es así, ¿cómo lo han conseguido? ¿Y qué consecuencias económicas, sociales, geopolíticas y de todo tipo puede tener el abaratamiento de la inteligencia artificial? ¿Se acerca la humanidad a un momento Terminator?
Sobre ello debaten Javier Díaz-Giménez, profesor del IESE, y Miguel Ors Villarejo, corresponsal económico de THE OBJECTIVE, en este nuevo episodio de El Gris Importa.