THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

El mundo sigue expectante el último experimento de Milei con la economía argentina

Ha eliminado el déficit, reducido la inflación y devuelto el país a la senda del crecimiento, pero afronta grandes desafíos

El mundo sigue expectante el último experimento de Milei con la economía argentina

Javier Milei junto a la primera ministra italiana Giorgia Meloni durante la toma de posesión de Donald Trump. | Saul Loeb (Zuma Press)

Llevo tiempo queriendo escribir algo de Javier Milei y, aprovechando que mi amigo Caba visitaba Argentina estas Navidades, se me ocurrió pedirle que ejerciera de corresponsal para La otra cara del dinero.

«¿Estás en Buenos Aires? —le dije por WhatsApp—. ¡Qué bueno! Habla con la gente y que te cuenten, lo más objetivamente que puedan, cómo les va. Creo que el apoyo a Milei se mantiene, pero un ajuste es un ajuste y deben de estar pasándolo mal. Ahora bien, si ven luz al final de túnel y aguantan, puede ser lo mejor que les haya pasado en un siglo».

Su primera nota no fue muy alentadora: «De momento, como turistas, vemos los precios altos en restaurantes y tiendas. Según Milei, bajarán cuando haya competencia y se quite el cepo, o eso he entendido».

El segundo mensaje no mejoró el panorama: «Un uberista con el que pudimos hablar se veía que era peronista y todo le parecía muy mal. Otros echan balones fuera con su vocabulario exuberante».

Pero la que me pareció demoledora fue la tercera observación: «En el Cementerio de la Recoleta se sigue visitando el panteón de la familia Duarte. Por lo visto, cada dos o tres días le quitan flores y recuerdos para que no se recargue». Parece, pues, que Perón resiste. Y si lo piensan un poco, no es de extrañar.

Parece, pues, que Perón resiste. Y si lo piensan un poco, no es de extrañar.

Masas extractivas

La causa fundamental de los males argentinos ha sido la prodigalidad excesiva o, dicho en términos macroeconómicos, el insostenible gasto gubernamental.

«Movidos por el lema de Evita: «Donde hay necesidad nace un derecho» —escriben los economistas Philipe Bagus y Bernardo Ferrero—, [los peronistas] multiplicaron los programas sociales y aumentaron drásticamente el alcance del sector público».

Llegó, por desgracia, un momento en que ni los impuestos ni la emisión de deuda daban para saciar la voracidad de las que Benito Arruñada llamaría «masas extractivas», así que los gobernantes debieron recurrir al Banco Central de la República Argentina (BCRA) y empezaron a imprimir billetes.

Cuando en diciembre de 2023 Milei juró su cargo, la situación era dramática: la inflación rondaba el 1% diario (3.700% anual), la economía se contraía, el déficit fiscal era del 15% del PIB y el país se encontraba al borde del default, el décimo desde su independencia.

Un ajuste sin precedentes

Cómo ha cambiado el cuento. El pasado 19 de enero, la directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, colgaba en X el siguiente comentario debajo de una foto en la que se mostraba junto a Milei, ambos sonrientes, cogidos de una mano y con el pulgar de la otra levantado:

«Excelente reunión con el presidente en medio de la notable transformación de Argentina: se ha eliminado el déficit, la inflación ha caído [del 25% mensual al 4%] y el crecimiento ha repuntado con sólidas perspectivas por delante [del 5% este año y el que viene]. Estamos trabajando en un nuevo programa para apoyar una economía vibrante que contribuya a la prosperidad del pueblo».

«¿Cómo lo ha hecho? —se pregunta retóricamente Bagus en una entrevista—. Desde el primer mes ha tenido superávit presupuestario y ha recortado el gasto público en un 25%, es decir, ha reducido el Estado a una cuarta parte. No hay precedentes históricos de algo semejante, al menos en tiempos de paz».

La motosierra no se detiene

Al acabar con la monetización de déficits fiscales interminables, Milei atajó la inflación, pero también provocó el cierre de muchas empresas improductivas y una sangría de empleados públicos. Bagus y Ferrero sostienen que el Gobierno actual ha establecido un nuevo récord, el de funcionarios despedidos en un semestre: 30.936, según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal. Como gusta decir el presidente: «La motosierra no se detiene nunca».

La consecuencia inmediata de este brutal ajuste fue un aumento de la pobreza hasta el 52,9% en el primer semestre de 2024. Pero la retirada del Estado también creó espacio para la iniciativa privada y buena parte de los recursos liberados por el sector público no tardaron en encontrar ocupación, como revelan los datos de crecimiento. La propia tasa de indigentes habría caído al 36,8%, por debajo del 41,7% heredado de su predecesor, Alberto Fernández.

Para que esta inercia virtuosa se mantenga, Milei ha puesto patas arriba todos los mercados: los de bienes y servicios, y el laboral. La idea es deshacerse de esa bienintencionada regulación (salarios mínimos irreales, subsidios al transporte y a la energía, limitaciones de precios) que desincentiva la inversión y el esfuerzo.

El resultado más espectacular se ha obtenido en el acceso a la vivienda: seis meses después de derogar la Ley de Alquileres, la oferta de inmuebles había aumentado un 212% y los precios habían caído un 26%.

El mayor desafío

«Y si Milei es tan libertario —se preguntarán ustedes—, ¿cómo es que no acaba con el cepo cambiario, es decir, la normativa que impide a los ciudadanos comprar y vender libremente dólares?». Ese es, sin duda, el mayor desafío que afronta, hasta el extremo de que todo su proyecto podría descarrillar si no lo gestiona adecuadamente.

El peronismo creó el cepo porque manipular el tipo cambiario permite alcanzar objetivos que de otro modo tardarían años, si no décadas, en conseguirse. Por ejemplo, puedes contener la inflación con una dolorosa restricción del crédito o puedes sobrevaluar tu moneda y abaratar las compras al exterior. También puedes impulsar tus exportaciones sometiendo tus empresas a un régimen de feroz competencia o puedes devaluar tu moneda y abaratar las ventas al exterior.

Recurrir en circunstancias puntuales a estos manejos tiene cierta justificación, pero en el largo plazo son contraproducentes, porque distorsionan la asignación de recursos y complican enormemente la vida de la gente. Los españoles apenas nos preocupamos por las oscilaciones del euro, pero muy pocos argentinos pueden ignorar a cuánto se cruza el peso con el dólar. Como señala Juan Manuel Telechea, la supresión del cepo «no solo mejoraría el funcionamiento de la economía, sino que es una condición necesaria para atraer inversiones y/o conseguir financiamiento externo».

El problema es que si Milei desmantela las restricciones antes de que la brecha entre la cotización real y la oficial se cierre, el público se abalanzará sobre los billetes verdes y hundirá el peso, disparando los precios y vaciando las reservas que el Banco Central necesita para hacer frente a sus vencimientos de deuda.

«La última vez que un Gobierno argentino levantó los controles y dejó flotar la moneda fue en 2015recuerda Bloomberg—. El tiro le salió entonces por la culata. La inflación se disparó y Mauricio Macri se enfrentó a los primeros reveses de su único mandato».

La magia de la dolarización

Llegados a este punto, cabe preguntarse si no ha perdido sentido una de las principales promesas de campaña de Milei: la dolarización.

El Nobel Paul Krugman sostiene que el hecho de que tanta gente crea que así van a resolverse las dificultades de Argentina es la muestra más reciente del «pensamiento monetario mágico». Es verdad que el dinero es algo bastante enigmático. El que persuadas a otras personas para que te entreguen bienes y servicios «a cambio de trozos de papel sin valor intrínseco» es, si lo pensamos bien, asombroso. «No debería, por tanto, sorprendernos de que la gente imagine que la introducción de una nueva divisa, unida a la recitación de los conjuros oportunos, arregle una nación. Ahora bien, choca un poco que los argentinos lo crean. Al fin y al cabo, ya han pasado por esto antes».

Su semidolarización de 1991 a través de una ley de convertibilidad que establecía una paridad fija con el billete verde, terminó en una dolorosa crisis: entre 1998 y 2002, el PIB se contrajo un 28%.

¿Qué falló en aquella magia? El eterno problema de la prodigalidad…

«Los insalvables déficits presupuestarios nunca desaparecieron», dice Krugman. La introducción de una moneda nueva puede contener la inflación si va acompañada de otras medidas, e incluso en ese caso no está claro hasta qué punto importa cambiar de divisa o seguir con la misma. Como dijo Voltaire: «Ciertas palabras y ceremonias destruirán eficazmente un rebaño de ovejas, si se administran con una porción suficiente de arsénico».

Frankenstein peronista

Los economistas de medio mundo siguen expectantes el desarrollo del último experimento económico de Argentina.

A pesar de su gran corazón, a los progres no les importaría que fracasara y sirviera de escarmiento a las fuerzas de la reacción que avanzan en todos los frentes. Por su parte, los más libertarios consideran que sería una pena que Milei se quedara en un mero ajuste y confían en que más adelante cierre el Banco Central. A mí me parece que bastaría con imponerle un estatuto de autonomía, como los que regulan el BCE o la Fed, pero ellos no se fían, y no les culpo. Si la máquina no se desguaza, el próximo ocupante de la Casa Rosada podría desempolvarla para alimentar a las «masas extractivas» y resucitar el Frankenstein peronista.

Por ahora, esa amenaza parece lejana.

Según Gallup, la proporción de argentinos que aseguran que su nivel de vida ha mejorado (53%) supera la mayoría por primera vez desde 2015. También ha aumentado la confianza en Milei. Su índice de aprobación es del 43%, muy superior al 24% de su predecesor. «El 70% de los argentinos cree que el peronismo murió con Alberto Fernández y que con Milei ha comenzado una nueva era», sentencian triunfales Bagus y Ferrero.

Yo no me apresuraría a cantar victoria. Como informa nuestro corresponsal Caba, cada dos o tres días hay que quitar flores y recuerdos de la tumba de Evita para que no se recargue.

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