El MAGA del deporte (a tope) que se avecina
«EEUU albergará el Mundial de fútbol de 2026 y los JJOO de 2028, mientras el hijo de Trump invierte en los Enhanced Games, que enaltecen el dopaje»

Trump en la Super Bowl 2025. | Europa Press
A Donald Trump, como a la mayoría de los estadounidenses, le gusta el deporte. Dada su provecta edad, ya solo practica el golf en esa Casa Blanca 2.0 en la que se ha convertido su residencia Mar-a-Lago, en Florida. Para ver, le gusta el fútbol americano (americanísimo, en su caso). Y también para poseer, como veremos, aunque no atinó mucho. Pero, por circunstancias de la vida, su legislatura le va a permitir reinar sobre el deporte que le gusta a esa parte más o menos sobrante del mundo que no es EEUU: el próximo Mundial de fútbol (el nuestro de toda la vida) lo organiza su país junto a Canadá y México el año que viene; los próximos Juegos Olímpicos se celebran en Los Ángeles en 2028. El Make America Great Again, ese MAGA de las gorras trumpianas, se pone el chándal.
A Donald Trump, eso sí, le gusta el deporte como el resto de cosas: a tope, sin trabas. Es un tipo muy competitivo. Y parece habérselo transmitido a su prole. Su primogénito, Donald Trump Jr., acaba de invertir a través del fondo de riesgo 1789 Capital en los Enhanced Games, una versión de los JJOO que no prohíbe el dopaje y que ya ha sido rebautizada popularmente como «las Olimpiadas de los Esteroides». El Financial Times matiza que lo hace mientras su padre reestructura la política de salud y la gobernanza deportiva de EEUU. El Primogénito alega que, «durante más de 100 años, las élites a cargo de los deportes globales han sofocado la innovación, aplastado la grandeza individual y se han negado a permitir que los atletas superen los límites de lo posible. Eso termina ahora. Los Enhanced Games representan el futuro: competencia real, libertad real y récords reales que se rompen». Sin fecha ni ciudad anfitriona todavía, se sabe que incluirían atletismo, natación y pruebas de (mucha, suponemos) «fuerza».
De momento solo se ha atrevido a apuntarse un atleta, James Magnussen, miembro del equipo olímpico australiano… ya retirado. Veremos cuando se publique la cuantía de los premios. Puede que los Enhanced Games se convierten en algo parecido a la liga saudí de fútbol para atletas en decadencia que quieran exprimir los últimos dólares. Su presidente, Aron D’Souza, no se corta: le dijo al Financial Times que sus juegos serían financiados en parte por publicidad de grupos farmacéuticos y biotecnológicos. El FT recuerda que, el año pasado, Joe Biden, todavía presidente, emitió un comunicado condenándolos. Evidentemente, tampoco le hacen mucha gracia ni a la Asociación Mundial Antidopaje ni al Comité Olímpico Internacional (COI). Por lo que sea.
Con este panorama, tendría su gracia (reconozcámoslo) que surgiera algún buen escándalo de dopaje en los próximos grandes eventos deportivos.
El Mundial de fútbol, decíamos, se juega en EEUU. Pero también en Canadá, a cuyos ciudadanos ya ha invitado Trump a unirse a su MAGA, y México, a cuyo gran Golfo ya ha rebautizado como «de América». En realidad, tenían que haberse llevado el de 2022, pero se lo quitó Qatar. La FIFA decidió dárselo a los árabes en 2010, entre las habituales sospechas de corrupción. En 2015, la fiscalía de Nueva York mandó arrestar a siete funcionarios de la FIFA. Comenzaba un caso de corrupción que dejó más que tocado al hasta entonces intocable organismo rector del fútbol mundial. Los americanos, parece, no se andan con tonterías. El de 2026 ya cayó donde tenía que caer. Según Forbes, organizarlo costará 2.160 millones de dólares. Los ingresos previstos se van a los 14.300.
Dos años después se disputarán los JJOO en Los Ángeles. La candidatura compitió por 2024 con París, pero a última hora admitieron cuatro años más de espera… a cambio de que el COI subiera en 100 millones de dólares su contribución a los gastos de organización, hasta llegar a los 1.800 millones. Pero, sobre todo, como explica Robert Livingstone en Games Bid, Los Ángeles conservará cualquier superávit operativo que obtenga por albergar los Juegos porque el COI ha renunciado a su habitual derecho del 20%. Y Livingstone recuerda que los que se celebraron en 1984 «generaron un superávit que se convirtió en un valioso legado deportivo para la ciudad que aún se mantiene».
Todo esto sucederá bajo el mandato de Trump. Su toma de posesión oficial tuvo lugar a mediados del mes pasado en la Washington DC, pero su gran presentación ante las masas como renacido presidente quizá se produjera en el mayor evento de masas del país: la Super Bowl. Lo que tenía su miga. Un sabroso artículo en el Business Insider da cuenta de «la guerra de 35 años de Trump con la NFL».
Como todo magnate que se precie, Donald Trump quería su equipo de alguna de las ligas profesionales del país. A él le gustaba el futbol americano. Lo más espectacular, lo más millonario, lo más brutal. En 1983, con 37 añitos, compró los New Jersey Generals de la USFL, una liga recién nacida para hacerle la competencia a la NFL que duró solo tres temporadas. Digamos que en aquella época de los vídeos VHS y Beta, Trump eligió el Beta. Y, como era de imaginar, el desarrollo de los acontecimientos le dio mucha rabia.
En una entrevista en The New York Times dijo que podría haber comprado algún equipo de la NFL, pero no le veía potencial de crecimiento. Las uvas estaban verdes. Incluso especificó que tuvo a tiro los Dallas Cowboys por 40 o 50 millones de dólares, pero no lo vio. Es más, dijo: «Siento pena por el pobre tipo que va a comprar los Dallas Cowboys […] será conocido por todo el mundo como un perdedor». Según Forbes, los Cowboys son hoy la franquicia más valiosa de la NFL: 1.100 millones de dólares. Lo mismo sí que había negocio, Donald.
El Business Insider cuenta las múltiples batallas de Trump con la NFL. Su presencia televisada a todo trapo en la Super Bowl sugiere una reconciliación. Aunque, probablemente, a su manera. En su anterior mandato, en 2018, canceló la tradicional visita de los ganadores a la Casa Blanca como castigo por la permisividad de la liga ante los gestos despreciativos contra el himno nacional de algunos jugadores afiliados al movimiento Black Lives Matter. Da la casualidad de que este año ha ganado el mismo equipo, los Philadelphia Eagles. Los medios estadounidenses se preguntan si habrá recepción en la Casa Blanca.