Economía circular: la teoría está clara, la práctica es lenta
El Ministerio para la Transición Ecológica revisa en un informe las palancas de un cambio que de momento no llega

La vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Sara Aagesen. | | Alberto Ortega (Europa Press)
El Ministerio para la Transición Ecológica encargó recientemente a la consultora Bionomia un informe ahora desvelado sobre las claves de la economía circular, uno de esos propósitos planteados largo tiempo atrás sin que las grandes fuerzas del mercado abracen más que en una modesta parte el paradigma.
Para arrojar esperanza acerca del cambio, el documento recoge una serie de iniciativas de referencia desgranadas por países. En Reino Unido, algunos camiones de la basura se reconvierten en vehículos eléctricos. En Suecia se instauran poco a poco las guarderías libres de tóxicos. Finlandia enseña en las escuelas de Primaria los fundamentos del reciclaje. Los Países Bajos despliegan viaductos modulares reutilizables. Francia ha creado 10.000 empleos con su programa de incentivos a la reparación. Y de España se cita el cultivo regenerativo de almendras, una acción quizás demasiado anecdótica en comparación con el vecindario europeo.
La descarbonización y la Agenda 2023, recuerda el informe, son imposibles si no se cumplen los objetivos marcados de descarbonización. A favor de esta marea juega más que nunca la tecnología. Aquí saltan a escena dos elementos íntimamente conectados: los datos, destinados a medir el progreso de estas políticas gracias en gran parte a la sensorización que deriva del internet de las cosas, y la inteligencia artificial, capaz de procesarlos y de aportar novedades como el pasaporte digital de los productos, esto es, una huella de trazabilidad que permite identificar dónde y en qué condiciones se fabrica un coche o se cultivan estos plátanos o aquellos kiwis.
En el apartado de las «tendencias y palancas para el cambio» (la prosopopeya es inevitable en el mundillo de los dosieres) se anota una reflexión tan esencial como ignorada por el sector privado: «Si los objetos no están diseñados para durar, la economía circular es imposible». Aquí emergen dos fenómenos de respaldo, el llamado derecho a reparar y las medidas que paulatinamente se introducen contra la obsolescencia programada. «Ambas medidas crean empleo», destaca el informe.
Sistemas de Producto-Servicio
Este mecanismo transfiere al fabricante o vendedor los costes del final de la vida de los productos, a diferencia de lo que ocurre ahora. Así se propicia la durabilidad (nadie querrá vender mercancía frágil que tendría que ser reparada sin coste para el consumidor) y se fomentan el diseño modular y el reacondicionamiento.
Un buen puñado de erres se cuela en el informe, comenzando por la reutilización de bienes duraderos a través de los mercados de segunda mano, que moverán este año en Europa unos 65.000 millones de euros con la moda como avanzadilla, y el uso múltiple de envases con especial atención al plástico.
Viejos como nuevos
Otro puntal de la economía circular es la remanufactura, definida en el documento como «un proceso industrial estandarizado que implica la recuperación de productos usados (núcleos), su desmontaje completo, la limpieza exhaustiva e inspección de todas las piezas, la sustitución o reacondicionamiento de los componentes desgastados y el reensamblaje del producto para cumplir o superar las especificaciones originales del fabricante. Este proceso se distingue de la reparación o el reacondicionamiento, ya que resulta en productos con rendimiento y garantía equivalentes a los nuevos».
Completa el tridente el ya clásico reciclaje, una «ficha de ajedrez» que puede resultar «útil o desastrosa dependiendo de la casilla donde se coloque». «Poner el reciclaje en el centro de la economía circular la devalúa hasta casi desactivarla. Pero al mismo tiempo, sin el reciclaje, colocado en su lugar, es imposible ganar la partida de la economía circular».