Luis Garicano: «Hay que desmantelar el aparato de extracción de rentas que tenemos montado»
«Nos gobiernan con las recetas de Latinoamérica, pero con las antiguas, porque allí no se ven ya las cosas que hacemos»
Luis Garicano (Valladolid, 1967) tiene un impresionante currículum académico. Es licenciado en Ciencias Económicas y Derecho por la Universidad de Valladolid, doctor por la de Chicago y máster por el Colegio de Europa de Brujas. Ha enseñado en los centros más prestigiosos del mundo, como la propia Universidad de Chicago o la London School of Economics, y ha firmado investigaciones sobre la economía del conocimiento que son de obligada lectura en cualquier curso de posgrado sobre organización empresarial.
Con todo esto quiero decir que Garicano es un economista brillante, pero tiene además una fuerte vocación de servicio público. En sus días de estudiante, en Valladolid, fue miembro del Consejo Social y peleó por que se introdujera la evaluación del profesorado (tema por el que aún sigue luchando, sin éxito).
Luego pasó una temporada en la Comisión Europea, donde tuvo ocasión de vivir los orígenes del euro, y mucha gente le ha dicho: «¡Qué suerte, Luis!». Pero él no está muy de acuerdo, porque le tocó armonizar los índices de precios y aún recuerda con angustia aquellas reuniones eternas en las que analizaban las encuestas de presupuestos familiares de cada país, veían lo que gastaban en calefacción y en comida, calculaban las ponderaciones… En fin, que se aburrió como un oso, de modo que se fue a Chicago, se metió en la clase de Gary Becker y allí ya no se aburrió. Allí las pasó canutas, porque Becker era un hueso y si te ponía un tres eras feliz. Luis aguantó, de todos modos, el tirón, se doctoró y empezó a dar clases y a realizar esas investigaciones que he comentado antes.
Pero ya digo que la vocación de servicio lo puede y, cuando en 2009 el entonces director la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, Pablo Vázquez, le propuso poner en marcha un blog (que titularon Nada Es Gratis) y participar en el debate sobre política económica de España, aceptó encantado.
Aquello era una novedad, casi una extravagancia. La opinión pública seguía dominada por los colosos del papel, El País, El Mundo, el ABC. ¿Qué podía pintar un humilde blog?
Pues resultó que mucho.
Nada Es Gratis se convirtió en un fenómeno y las críticas independientes y bien argumentadas que en él vertían Luis, Jesús Fernández-Villaverde y Tano Santos, entre otros, les granjearon, primero, la enemistad del PSOE y, a continuación, la del PP.
Así fue como Luis acabó en Ciudadanos, en donde Albert Rivera le encomendó el proyecto económico de la formación, con una única condición: «Vamos a tratar a los españoles como adultos», le dijo.
Visto cómo han evolucionado las cosas, no sé yo si esa es la mejor estrategia electoral. Vivimos tiempos de maximalismos. Inicialmente, dominaban los de izquierdas, pero ahora se han puesto de moda los de derechas, con Donald Trump a la cabeza, y precisamente por ahí empieza esta entrevista, que puede contemplarse íntegra en la web y de la que sigue una versión editada y extractada.
Pregunta. ¿Qué te parece el presidente de Estados Unidos? De acuerdo con los manuales, se está cargando su economía…
Respuesta. En Estados Unidos existía una gran insatisfacción con la Administración Biden. Se había tolerado la entrada de muchos inmigrantes ilegales, el wokismo y las políticas de diversidad se habían llevado demasiado lejos y, finalmente, la inflación era alta y el gasto público estaba disparado. Trump lo tenía fácil. Habría sido un gran presidente de haberse limitado a restablecer el control fronterizo; reintroducir el mérito y la objetividad en el empleo; acabar con la discriminación por temas raciales y de género, y atajar el despilfarro y la inflación. Por desgracia, ha adoptado decisiones demenciales. En una reciente entrevista en Fox hablaba con absoluta seriedad de convertir Canadá en el estado 51 de la Unión, y tú a un vecino le puedes plantear la renegociación de ciertos aspectos comerciales, pero no una anexión, porque te granjeas su enemistad eterna.
La sensación de que Estados Unidos está fuera de control ha asustado a sus aliados tradicionales: Japón, Corea, Australia, Nueva Zelanda, la Unión Europea, Inglaterra… Un político danés declaraba el otro día que ya no pueden usar los cazas americanos porque el Pentágono podría apagarlos en cualquier momento. Algo así era impensable hace solo unos meses.
«Sánchez tiene mucha suerte, su intento de república bananera ha coincidido con Orbán y Trump y en la UE piensan que ya tienen bastante lío»
P.- De todo esto, ¿qué consideras lo más preocupante?
R.- Yo destacaría tres errores. El primero y más grave es la política comercial: un Estado grande puede intimidar a otro pequeño y arrancarle concesiones, pero las cadenas de valor están muy integradas y las empresas estadounidenses acabarán sufriendo; ya lo están pasando mal con el encarecimiento del aluminio y el acero. El segundo error ha sido el cambio en defensa, y el tercero, el deterioro institucional. Contrariamente a lo que prometió en su campaña, hay ahora menos libertad en Estados Unidos que antes, la gente teme represalias si dice lo que verdaderamente piensa… En general, Trump está siendo muy negativo, tanto en lo económico como en lo político. La única ventaja marginal que yo le veo es que nos ha obligado a los europeos a reaccionar.
P.- El tradicional dilema de Paul Samuelson, «cañones o mantequilla» (que aparentemente tomó de Goering), se ha reformulado ahora como «drones o pensiones», dando a entender que en le UE vivimos por encima de nuestras posibilidades porque la seguridad la hemos externalizado al Pentágono.
R.- Los estadounidenses llevan desde Barack Obama insistiendo en que tenemos que gastar más en defensa, y no andan desencaminados. Nos hemos aprovechado de ellos. Les dábamos tímidamente la razón cuando se quejaban, pero luego no actuábamos. Pedro Sánchez y el excanciller alemán Olaf Scholz son unos expertos en asentir y no hacer nada. El motivo es que nos resistimos a recortar el mastodóntico estado del bienestar que hemos levantado. En Francia el gasto estatal supone casi el 60% del PIB. La parte de la economía que lo sostiene todo es cada vez más pequeña y debe soportar una carga creciente a medida que la población envejece.
«Hemos levantado un estado del bienestar mastodóntico. La parte que sostiene todo es cada vez más pequeña»
P.- ¿Nos ayudará Trump a ponernos las pilas?
R.- Tal vez. Inglaterra acaba de anunciar que va a reducir el gasto en discapacidad. Sus beneficiarios han aumentado en un millón desde el covid, en parte como consecuencia de la picaresca. Hay tutoriales en TikTok que te explican cómo obtener la invalidez permanente y cobrar del Estado toda la vida. ¿Se le hubiera ocurrido al Partido Laborista reconsiderar estas ayudas de no existir la presión de Trump? Lo dudo. ¿Podría cundir el ejemplo y que el resto de Europa empezara a reducir el peso del Estado en la economía? Ojalá. Me temo que la mayoría de los Gobiernos van a intentar financiar la defensa vía deuda y, a corto plazo, puedes permitírtelo. Pero si ese mayor gasto más en cañones pretendes consolidarlo, debes abrirle un hueco en tus Presupuestos y, salvo los ingleses, nadie lo está haciendo.
«Los despilfarros del Superbonus italiano o del kit digital español habrían sido impensables si los Gobiernos hubieran tenido que pedir el dinero en los mercados…»
P.- Mario Draghi ha publicado un informe bastante pesimista sobre el futuro del Viejo Continente. ¿Compartes su diagnóstico?
R.- Lo comparto al 100%. En la UE hemos creado un nivel regulatorio adicional, porque las directivas no han sustituido a la legislación local, sino que se han reinterpretado y superpuesto, con lo que donde antes había dos capas de normas ahora tenemos tres: la regional, la nacional y la europea. El resultado es la fragmentación del mercado interior y por eso Draghi advertía con toda razón que el verdadero problema de la Unión no son las barreras comerciales que quiere levantar Estados Unidos, sino los que nos hemos impuesto nosotros mismos. El arancel implícito entre países europeos es, según Draghi, del 45%, mucho mayor que el 25% que baraja Estados Unidos.
Hay que acabar de una vez por todas con este exceso regulatorio. Por ejemplo, la ley de protección de datos, que los ciudadanos conocemos bien por las famosas cookies, impone unos costes enormes a las empresas. Si eres un checo, igual no puedes vender en España porque incumples la normativa específica de una comunidad autónoma. Es un desastre.
En lo que discrepo de Draghi es en su propuesta de lo que él llama inversión, pero que en realidad es más deuda. Cuando fue primer ministro de Italia, implementó el Superbonus, una iniciativa de mejora de la eficiencia energética de los hogares para la que había inicialmente asignados 35.000 millones de euros y que terminó costando 220.000 millones. Hacienda aplicaba una deducción del 110 % a los gastos incurridos y ¿qué hacían los beneficiarios? Pedían a los contratistas que les inflaran el presupuesto.
En España está ocurriendo algo similar con las ayudas a la modernización. Hay consultoras que te proponen crear una sociedad para que tengas derecho a un ordenador y al kit digital, y se quedan con la mitad del dinero. Estos estímulos son una locura. Aparte de que el kit digital consiste básicamente en un portátil que se ha fabricado en el extranjero. ¿Qué efecto multiplicador tiene eso sobre nuestra economía? Ninguno. Es un dinero que se va a Estados Unidos o Taiwán.

«…pero todo el mundo sabe que el BCE está detrás, dispuesto a intervenir al menor atisbo de dificultad, y esa falta de consecuencias ha llevado a Europa a endeudarse en exceso»
P.- ¿No te parecen alarmantes los niveles de deuda que se han alcanzado en la mayoría de las economías occidentales?
R.- En un libro que sacaré a mediados de junio con Princeton University Press, hablo de la sucesión de crisis que han azotado Europa. En cada una de ellas, el Banco Central Europeo (BCE) ha intervenido, no digo yo que sin motivo, pero sí generando unos incentivos funestos. Los despilfarros del Superbonus italiano o del kit digital español habrían sido impensables si los Gobiernos hubieran tenido que pedir el dinero en los mercados. Los inversores se habrían puesto nerviosos, pero ya ves que Italia se ha metido 220.000 millones más de deuda y nadie se ha inquietado. ¿Por qué? Porque todo el mundo sabe que el BCE está detrás, dispuesto a intervenir al menor atisbo de dificultad. Esa falta de consecuencias ha llevado a los Estados a endeudarse en exceso y creo sinceramente que hemos entrado en una dinámica peligrosa.
«¿A qué va a destinar Sánchez el aumento del gasto en defensa? A subir los salarios de determinados colectivos, que es algo que se traduce automáticamente en votos»
P.- Muchos economistas lleváis décadas alertando sobre el riesgo que supone tanta deuda, pero el caso es que la deuda sigue aumentando y el riesgo no se materializa.
R.- Bajo ciertas condiciones, cuando una emisión pública vence, el Gobierno la renueva y así puede estar toda la vida, sin pagar nunca, porque la deuda decrece en términos relativos. La clave es el famoso «r<g», es decir, que el tipo de interés o r [del inglés rate] sea menor que el crecimiento o g [del inglés growth]. Si el PIB se expande más deprisa que la deuda, esta supondrá una porción menguante de la economía y no planteará problemas. Pero, ¿qué estamos viendo últimamente? Que los tipos reales tienden al alza y el crecimiento a la baja. En Francia y en otros países r ya ha superado a g, con lo que la deuda es cada vez mayor. O sea, que no es correcta la idea de que un Estado puede estar toda la vida sin pagar.
«Cada vez que suprimes una restricción presupuestaria, los políticos aprovechan para comprar apoyo electoral»
P.- Una deuda elevada tiene también un coste de oportunidad, porque todo lo que gastas en su servicio es dinero que no tienes para hospitales o carreteras.
R.- Los defensores de la teoría de r<g aseguran que, si hay recursos ociosos, endeudarte los moviliza y mejora el bienestar, pero existe en todo caso un claro riesgo moral, porque los políticos no suelen invertir en lo que más necesita la sociedad, sino en lo que más popularidad les reporta. ¿A qué va a destinar Sánchez el aumento del gasto en defensa? A subir los salarios de determinados colectivos, que es algo que se traduce automáticamente en votos, aunque no sea la auténtica prioridad militar. Cada vez que suprimes una restricción presupuestaria, los políticos aprovechan para comprar apoyo electoral.
P.- ¿Y qué hay que hacer entonces?
R.- El BCE debe ir retirándose gradualmente. Debemos recuperar la separación entre las políticas monetaria y fiscal. Esto lo saben hasta los presidentes más populistas de Latinoamérica. Ni AMLO [Andrés Manuel López Obrador en México], ni Lula [da Silva en Brasil], ni Gabriel Boric [en Chile] han intentado pagar deudas imprimiendo dinero. Respetan la independencia de la autoridad monetaria. Fíjate que en Perú han tenido ocho presidentes desde 2006, pero un único gobernador del banco central: [Julio] Velarde. Y no lo han cambiado porque todos los partidos son conscientes de que la estabilidad de precios es clave. Han comprendido que monetizar déficits no funciona, y nosotros deberíamos tomar nota.
«España es el país que más inmigrantes está recibiendo en proporción a su población y, como somos más, crecemos más, pero la renta per cápita sigue al nivel de 2008»
P.- ¿Qué opinan en la Unión Europea de todos los escándalos que sacuden al Gobierno español? Fiscalía general, Begoña Gómez, el hermanísimo…
R.- Pedro Sánchez tiene mucha suerte, porque su intento de construir una república bananera ha coincidido con el auge de demagogos como Viktor Orbán y Trump, y en Bruselas piensan que ya tienen bastante lío con eso. Hace unos años, la noticia de que el ministro [de Transformación Digital Óscar López] había viajado a París para que convencer a una compañía privada francesa [Vivendi] de que cambiara su voto en el consejo de administración de Telefónica [y mantener así el control de El País y la SER] habría sido un escándalo. Pero Sánchez ha conseguido normalizar estas cosas y que en la UE piensen: «Es que estos españoles son así».
P.- No les preocupa.
R.- No tiene el impacto que debiera. Sánchez ha sabido ocultarse detrás del nacionalismo de Orbán, que supone un peligro mayor para Europa, y como además se muestra cooperativo y amable, ignoran su creciente deriva populista. Es una tragedia que en el fondo es culpa nuestra, porque deberíamos ser nosotros quienes resolviéramos esto.
P.- La idea de que Europa nos va a salvar forma parte del imaginario colectivo desde, por lo menos, los 100.000 hijos de San Luis.
R.- Totalmente.
«El modo en que se gestiona la actual expansión es pan para hoy y hambre para mañana. Estamos implementando cambios de país rico: reducción de la jornada laboral, incremento de prestaciones…»
P.- En lo estrictamente económico, España crece más y crea más empleo que nadie en la UE. Vamos, como un cohete, en palabras del presidente.
R.- Mi hijo [Pieter Garicano] y yo llevamos a medias el blog Silicon Continent, y él ha escrito un artículo explicando por qué el boom que vive España no es sólido. Los motores son tres: el turismo, como siempre; el gasto público, vía fondos europeos, y la inmigración: España es quizás el país del mundo que más inmigrantes está recibiendo en proporción a su población y, como somos más, producimos más, pero sin que mejore la renta per cápita. Si miras lo que ingresa una familia española hoy y lo que ingresaba en 2008, no hay prácticamente diferencia. Lo que ha subido es el gasto en pensiones. El jubilado medio gana hoy más que el asalariado medio.
«Los jóvenes españoles no se están yendo por capricho. Se van porque ven que les hemos echado una carga enorme sobre la espalda»
P.- ¿Tiene futuro un país donde se gana más sin trabajar que trabajando?
R.- Yo creo que no. España tiene fortalezas fantásticas: una estructura productiva que no se verá afectada por la inteligencia artificial, porque el empleo turístico no se puede automatizar; una energía barata gracias a la abundancia de sol, aunque nos hemos pegado un tiro en un pie con el cierre de las nucleares, y una calidad de vida excepcional. Todo ello hace que sea muy atractivo mudarse aquí.
Pero el modo en que se gestiona la actual expansión es pan para hoy y hambre para mañana. Estamos implementando cambios de países ricos: reducción de la jornada laboral, incremento de las prestaciones sociales, hiperregulación… Todo esto es un lastre que nos aleja de Europa. Desde 2008 nos hemos descolgado de Europa. Los datos son inapelables. [En 2008, la renta per cápita española representaba el 95% de la europea; hoy ha caído al 70%].
Necesitamos ganar productividad. Estamos centrados en el reparto, en quitar a unos para dar a otros, cuando lo que hay que hacer es incrementar el tamaño de la tarta. Los jóvenes no se están yendo por capricho. Se van porque ven que les hemos echado una carga enorme sobre la espalda y, si los más eficientes emigran, terminaremos por no poder con el Estado.
«Estamos obsesionados con el reparto. No intentamos ser más productivos, nos conformamos con quedarnos como estamos e ir tirando y produciendo cada vez menos»
P.- ¿Y qué hay que hacer para mejorar la productividad?
R.- Lo que recomienda Draghi para Europa. Hay que presentar un informe sobre las principales 2.000 o 3.000 leyes autonómicas y nacionales y ver cuántas se pueden eliminar. Hay que facilitar la adopción de la inteligencia artificial (IA), porque eso nos ayudará a compensar el envejecimiento de la población. Hay que recuperar la natalidad y hacer todo lo posible para que los españoles puedan tener hijos. La evolución demográfica es alarmante. Tenemos la décima tasa de fertilidad más baja del mundo y la quinta esperanza de vida más alta y, si a ello le añadimos unas pensiones que se encuentran entre las más generosas de la OCDE en tasa de reemplazo [el porcentaje que supone respecto del último salario cobrado], el resultado es explosivo.
«Hemos desarrollado un sistema regulatorio que hace imposible construir. Los políticos no paran de poner obstáculos y luego se sorprenden de que nadie se anime a hacer viviendas»
P.- Más reformas.
R.- Muchos programas sociales son insostenibles. Tenemos que desmantelar el mecanismo de extracción de rentas que hemos creado, porque envía señales erróneas. No puede ser que un joven piense que es mejor opositar para, una vez en la Administración, regular la IA en lugar de contribuir a desarrollarla. Fíjate que ya tenemos una Agencia Española para la Supervisión de la Inteligencia Artificial, aunque en España no hay ninguna compañía de inteligencia artificial… Somos unos artistas de la burocracia, eso hay que reconocerlo. El historiador Anthony Beaver decía que ya en el siglo XVII media España vivía de la otra media: curas, aristócratas, funcionarios.
«Trump habría sido un gran presidente de haberse limitado a restablecer el control fronterizo, recuperar la libertad de expresión y atajar el despilfarro y la inflación»
P.- El salario mínimo interprofesional (SMI) ha subido en España el 61% desde que Sánchez gobierna.
R.- En términos nominales.
P.- No sé si ha habido otro país en el que haya subido tanto.
R.- Quizás México.
P.- En Dinamarca no hay SMI.
R.- Ni prácticamente en ninguno de los países nórdicos. Las retribuciones se fijan allí mediante la negociación colectiva. En España tenemos, por el contrario, la costumbre de resolverlo todo legislando, y yo haría una encuesta entre los jóvenes: les preguntaría si les parecen suficientes para vivir los 17.133 euros de renta media disponible que percibe una persona de entre 17 y 30 años. La mayoría me imagino que me respondería que no, y a continuación les diría: «¿Y sabes cuánto le cuestas al empresario? ¡Casi el doble!». Seguro que más de uno no se lo creía, pero es la cifra que sale cuando sumas las cotizaciones individuales y las de la empresa y el IRPF.
La idea de que con la pobreza se acaba empujando desde abajo no funciona. ¿Qué vas a hacer luego, cuando el SMI alcance al salario medio? ¿Obligar a los empresarios a que lo suban también? Así no se crea riqueza. Eso era lo que hacía [Juan Domingo] Perón y sabemos a dónde lleva. La prueba es que nuestros jóvenes están absolutamente contra la pared.
«Contrariamente a lo que prometió en su campaña, hay ahora menos libertad en Estados Unidos que antes, la gente teme represalias si dice lo que verdaderamente piensa»
P.- El Gobierno dice que justamente por eso sube el SMI, para darles un respiro.
R.- Pero lo que estamos viendo es que no les ha servido.
P.- Porque se van…
R.- Es que los salarios de España son ínfimos. El ciudadano medio está llevándose a casa una cantidad terroríficamente pequeña.
«Los estadounidenses llevan décadas insistiendo en que tenemos que gastar más en defensa. Les dábamos la razón, pero no actuábamos. Sánchez y Scholz son expertos en asentir y no hacer nada»
P.- Tampoco eres partidario, porque lo has comentado antes, de reducir la semana laboral. Dices que es un lujo de países ricos.
R.- Estamos obsesionados con el reparto. No intentamos ser más productivos, ni mejorar lo que hacemos. Nos conformamos con quedarnos como estamos e ir tirando y produciendo cada vez menos. Circula incluso la teoría loca de que la reducción de la jornada incrementará la productividad.
P.- Se la he oído a Pepe Álvarez, el secretario general de la UGT.
R.- Es justo al revés. Si eres más productivo, puedes trabajar menos, pero no por trabajar menos te vas a volver más eficiente. Es como decirle a un alumno: «Como tu compañero lo aprende todo en dos horas, tú también vas a estudiar a partir de hoy dos horas». Es absurdo. Reducir su tiempo de estudio no mejorará sus notas. Estamos poniendo el carro delante de los caballos. Lo que hay que hacer es elevar la productividad y, luego, todo lo demás: el sueldo, el horario, las vacaciones… A mí me da la impresión de que nos gobiernan con las recetas de Latinoamérica, pero con las antiguas, porque ni siquiera allí hacen las cosas que hacemos aquí. Boric, AMLO y Lula tienen el buen sentido macroeconómico de no gastar lo que no tienen. En España estamos metidos en una espiral financiada por Europa, y nos está llevando a una economía muy poco productiva.
«El superávit comercial de China es de un billón de euros y esa avalancha está expulsando del mercado a los competidores de otros países»
P.- Has mencionado antes las pensiones. El actual gobernador del Banco de España y ex ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, dice que con su reforma el sistema español ha fortalecido su estabilidad.
R.- Su reforma consistió en eliminar el ajuste dinámico, que han implantado el resto de los países europeos; actualizar las pensiones al IPC, e introducir el Mecanismo de Equidad Intergeneracional [que implica básicamente un aumento de las cotizaciones]. El resultado, según el Ageing Report de la Comisión Europea, es que en 2070 el gasto en pensiones de España será siete puntos porcentuales superior, con lo que se ha vuelto menos sostenible, no más. Por supuesto que siempre puedes exprimir la gallina de los huevos de oro subiendo los impuestos o las cotizaciones, pero corres el peligro de que los jóvenes se planten y digan: «¿Qué es eso de que mi trabajo vale 30.000 y solo me llevo 18.000? Me voy a otro lado».
P.- Históricamente la innovación tecnológica ha sido buena para el empleo, pero muchos creen que con la IA no va a suceder lo mismo.
R.- La IA es la mayor oportunidad de los últimos 50 años. Va a permitir que las máquinas asuman el trabajo intelectual rutinario, igual que hicieron antes con el manual. La gran pregunta es cómo de buena llegará a ser. En su nivel actual, la IA mejorará la eficiencia en un montón de áreas. Los enfermeros diagnosticarán enfermedades, los médicos detectarán más fácilmente cualquier anomalía en una radiografía y los abogados comprobarán rápidamente si un contrato se ajusta a la legislación vigente. El mercado laboral va a cambiar radicalmente, surgirán nuevas profesiones, como ha sucedido en las décadas pasadas con el gestor de redes sociales o el coach, que antes no existían o eran marginales.

Yo diferenciaría, de todos modos, entre tareas y empleos. Revisar documentación es una tarea que asumirá la IA, pero el empleo de abogado no desaparecerá. Esta misma entrevista podría hacerla GPT con un holograma tuyo, pero el público prefiere ver a una persona real. Es como una homilía. ¿Alguien imagina ir a misa y que no esté el cura? Técnicamente todos los fieles podrían ver la ceremonia que celebra el Papa en el Vaticano, pero quieren ver a su párroco.
En general, los trabajos que implican trato personal no van a desaparecer. Yuval Harari pone el ejemplo de los judíos ortodoxos, que en Israel siguen dedicándose a lo mismo que hace 1.000 años: estudiar el Talmud. Desde el punto de vista de la productividad, carece de cualquier valor, pero ellos son felices.
El gran riesgo es que el valor de la inteligencia humana se reduzca a cero, que dé igual ser listo que tonto porque los algoritmos se hagan cargo de todo, pero no me parece un escenario plausible. Las máquinas van a seguir necesitando que alguien les diga lo que deben hacer. Las conversaciones para una fusión empresarial las llevarán a cabo humanos, no robots. Estos podrán revisar los estados financieros, pero no dirigirán la negociación.
P.- Hay quien dice que en el futuro los robots trabajarán y nosotros nos dedicaremos a comentar el Talmud o lo que sea.
R.- Yo uso toda la IA que puedo, para aprender, para estar en la frontera y entender lo que está pasando, y mi impresión es que es mucho mejor de lo que la mayoría cree, aunque en la parte creativa flojea. Si le pido que redacte un post a partir de los que he hecho, me entrega un borrador que remeda mi estilo, pero que carece de chispa y, sobre todo, que no es original, porque escribe a partir de lo que se ha hecho previamente.
P.- ¿Qué pasa con la vivienda? Se ha convertido en un problema en todo el mundo.
R.- Hemos desarrollado un sistema regulatorio que hace imposible construir. ¿Tú te acuerdas de en qué año se puso en marcha la operación Madrid Nuevo Norte [para urbanizar los alrededores de la estación de Chamartín]? ¿En el 2000?
P.- Mucho antes. [Renfe y el Ministerio de Fomento la lanzaron en 1993].
R.- Pues compara esos plazos con el ritmo al que se creaba vivienda en los años 50 y 60 no ya en España, sino en Estados Unidos, Francia, Italia… Eso se ha acabado. Construir se ha vuelto imposible. En San Francisco, el sitio más caro del mundo, no ves ni un rascacielos. Podría ser como Singapur, pero no hay forma de levantar una torre.
Y mira Barcelona. Allí te obligan a que un tercio de cada inmueble se destine a vivienda social. Tampoco facilitan el alquiler y protegen a los okupas. ¿Quién quiere invertir en esas condiciones? Nadie. La oferta ha desaparecido y, en consecuencia, suben los precios. ¿Y cómo responden los políticos? Con más intervenciones. Limitan los alquileres, lo que reduce la rentabilidad, desincentiva la promoción y contrae aún más la oferta. Es una auténtica locura. Lo que deberíamos preguntarnos es cómo hacemos para que se vuelva a activar la construcción, pero los Gobiernos solo saben poner pegas. En Francia está prohibido desde el 1 de enero de este año arrendar las casas que no estén adecuadamente aisladas. Imagina una señora que ha metido sus ahorros en un piso de 80.000 euros y ahora se ve forzada a gastar 40.000 en homologarla climáticamente. Si no puede, es otra vivienda más que se ha sacado del mercado.
Los políticos no paran de inventarse obstáculos y luego se sorprenden de que nadie quiera construir. En Barcelona dicen que no hay sitio «por las montañas», pero basta echar un vistazo al mapa del Prat de Llobregat para comprobar toda la superficie libre que queda alrededor del aeropuerto. Y en Madrid ocurre tres cuartos de lo mismo. La ciudad podría ser mucho mayor. La M-30 tiene un perímetro de apenas 30 kilómetros. En Londres, la carretera de circunvalación equivalente, la M25, se extiende a lo largo de 188 kilómetros.
P.- Ya brevísimamente, unas palabras de China. ¿Te parece que ha descubierto un modelo superior y más igualitario de capitalismo?
R.- China está en una situación desesperada, al borde de una espiral deflacionaria. Las comunidades locales están muy endeudadas y hay millones de viviendas vacías, una situación que recuerda a la España de 2012. El desánimo es palpable en los inversores y en los consumidores. Realmente, China atraviesa una situación muy peligrosa.
P.- La típica en la que el autócrata de turno se envuelve en la bandera del nacionalismo y hace una tontería.
R.- Ese es uno de los riesgos [la invasión de Taiwán]. El otro es que todos los productos que no logran colocar a sus consumidores los están exportando al resto del planeta: coches, paneles solares, baterías, ropa… El superávit comercial de China es de un billón de euros y esa avalancha está expulsando del mercado a los competidores de otros países.
P.- Al final, regresamos al punto de partida: las quejas de Trump…
R.- Trump tenía muy fácil hacer una política sensata, porque el problema con China ciertamente existe. Habría sido un gran presidente…