Filmin se vende, el ADN se mantiene
Sin novedades sobre la operación, una cosa parece clara: nadie cubre el nicho del cine de autor como la plataforma española de streaming

La interfaz de Filmin.
La progresión de Filmin, plataforma española de streaming, invita tanto al optimismo que su accionista mayoritario, Nazca Capital (53%), gestora de fondos creada por Carlos Carbó y Álvaro Mariategui, tantea seriamente la venta de la compañía. Seaya (19%) también participa en el proyecto. En 2022, Filmin facturó 19,7 millones; un año después, los ingresos escalaron hasta 22,6 millones con 1,5 de beneficios.
Ninguna otra iniciativa audiovisual española de naturaleza independiente se acerca siquiera al logro que supuso levantar aquella ronda liderada por Nazca y Seaya (19,3 millones) a finales de 2020. Lo más parecido quizás sea Divergente, promovida por la aceleradora ISII Group, estrenada el pasado 9 de diciembre con el reclamo de unos contenidos siempre por debajo de la hora de duración y con una previsión de facturación a cierre de 2025 de entre tres y cinco millones.
Aunque la composición del accionariado cambie en el futuro, la esencia de Filmin sigue siendo la misma. Frente a la comida rápida de Netflix y al menú algo menos empachoso de HBO, la plataforma con sede en Barcelona ofrece al espectador 15.000 títulos de cine clásico y de autor, documentales y series. El conjunto propuesto se aleja de las grandes tendencias actuales, marcadas por una alarmante escasez de inventiva y por la estrategia de los esfuerzos cortos, con capítulos que en el caso de muchas series apenas rozan los 30 minutos.
Juan Carlos Tous, CEO de Filmin, cultiva un perfil discreto mientras se dilucida si alguna organización se anima a hacerse con la compañía. Su toque preciosista, en cualquier caso, es obvio. Lo que distingue a este enorme silo de títulos no es sólo el prestigio medio de los largometrajes escogidos, sino el hecho de que un equipo editorial los agrupe por colecciones. Estas se despliegan en función de temáticas o del ritmo que imprime la actualidad, de modo que el usuario indaga desde casa en repertorios como los hits europeos, el universo de la ciencia-ficción, la historia en comedia o amores para recordar.
¿Efecto Trump?
Pese a que el número oficial de usuarios no está claro, la empresa afirma que su cuota de mercado en España oscila entre el 5% y el 10%. Este sería argumento suficiente para que gigantes como Amazon o Movistar + muevan ficha y pujen por una pieza cuyo valor de venta ronda los 50 millones, si antes Donald Trump no provoca una crisis económica mundial que acobarde a los inversores y liquide las expectativas del ecosistema de startups, que ya enfilaba una clara recuperación tras el VC winter.
¿O efecto vinilo?
Toda gran tendencia encierra una gran excepción. Ocurre con el cine pero también con la música y la fotografía. El cassette mató al vinilo; el CD mató al cassette; el MP3 mató al CD; y Spotify lo terminó de matar todo. Y, sin embargo, en lo que parece un espléndido círculo redentor, el vinilo ha vuelto del mismo modo que los fabricantes de carrete han retomado sus producciones a la vista del regreso de las cámaras analógicas en pleno imperio de lo digital.
El mérito de Filmin reside justo ahí. Ha conectado a un público diferente, más pausado y reflexivo, con la obra indeleble de Billy Wilder, el magnetismo de Paul Newman, imposible de igualar por ninguna estrella del presente, o el clínic visual y narrativo de Twin Peaks, la serie del fallecido David Lynch, un verdadero iconoclasta. Se plantea la duda de si el futuro comprador de la plataforma mantendrá esta huella u optará por diluirla en la plasta de la mediocridad que a menudo simbolizan las grandes casas del streaming. Desde un ángulo puramente empresarial, comprar Filmin para castrarla no tiene sentido, ya que nadie más cubre ese nicho ni lo cubre con semejante eficacia. Los puristas pueden dormir tranquilos.