¿Despertarán los petrodólares a Disney del sueño 'woke'?
La compañía anuncia la apertura de un resort con parques temáticos en Abu Dabi, donde la homosexualidad es ilegal

Parque Disneyland, en California. | Creative Commons
Disney es una compañía muy moderna. Su problema es que la modernidad caduca. Ya explicamos por aquí el fracaso absoluto de su versión woke de Blancanieves: unos 115 millones de dólares de pérdidas para lo que solía ser una máquina registradora de grandes proporciones. ¿Habrá algún príncipe dispuesto a despertar a la bella Disney de su sueño progre?
Hace unos años, las apuestas woke todavía daban dinero: Dumbo (2019) recaudó 353 millones de dólares con un presupuesto modesto de 170 millones, y La Sirenita (2023) llegó a los 569,6 millones con un gasto 250 millones. Por supuesto, no superaron la mágica barrera los mil millones, como El Rey León (2019) y Aladín (2019). Ser woke ya empezaba a tener su coste, pero era rentable. Blancanieves parece haber pasado el Rubicón del hartazgo.
Hace un par de semanas, la compañía publicó en su web una eufórica nota anunciando “planes para un nuevo parque temático y resort con Miral en Abu Dabi”. Miral, explican, es una “empresa líder en la creación de destinos y experiencias inmersivas en Abu Dabi”. Su presidente es Mohamed Khalifa Al Mubarak, que según la ficha correspondiente de Forbes, también preside el Departamento de Cultura y Turismo del país y la Casa de la Familia Abrahámica.
Robert A. Iger, CEO de The Walt Disney Company, mostraba su ilusión por los “planes para construir un emocionante resort con parques temáticos Disney en Abu Dabi, cuya cultura es rica en arte y creatividad”. Explicaba que el nuevo producto será “auténticamente Disney y distintivamente emiratí: un oasis de extraordinario entretenimiento Disney en esta encrucijada del mundo que dará vida a nuestros personajes e historias atemporales de muchas maneras nuevas y se convertirá en una fuente de alegría e inspiración para que los habitantes de esta vasta región disfruten durante generaciones”.
Inspiración… definitivamente emiratí. En la misma nota, “Su Excelencia [sic] Mohamed Khalifa Al Mubarak” declaró, entre otras cosas, que “Abu Dabi es un lugar donde el patrimonio se fusiona con la innovación, donde preservamos nuestro pasado mientras diseñamos el futuro”. Zoe Strimpel explicaba la semana pasada hasta qué punto se preservará el pasado emiratí en el proyecto con un artículo en The Spectator titulado: “La homosexualidad será ilegal en el nuevo parque de Disney en los Emiratos Árabes Unidos”. ¿Han decidido los directivos woke tomarse una reparadora siesta?
Con una importante dosis de mala leche, Strimpel recordaba que en 1938, solo un mes después de la Noche de los Cristales Rotos, la muy nazi directora de cine Leni Riefenstahl fue invitada de honor en el estudio de Walt Disney. Tras apuntar la “asociación” de Walt con la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Estadounidenses, “una organización famosa por su antisemitismo”, concluía que “[s]i el ADN de Disney no es precisamente progresista, la compañía ha experimentado, en pleno siglo XXI, una transformación tan vertiginosa como subirse a una de las montañas rusas de sus parques temáticos. Siendo ahora una de las megaentidades más dolorosamente correctas de Estados Unidos, ha permitido que su falso progresismo se filtre en toda su empresa, de modo que en sus parques temáticos el personal ya no puede usar saludos de género”.
Añadía que “Lightyear (2022), una versión actualizada del personaje de Buzz Lightyear de Toy Story, presenta a dos personajes femeninos besándose”, y que “el remake de Blancanieves de este año, simplemente espantoso y desgarrador, presenta a los Siete Enanitos como un grupo diverso de ‘criaturas mágicas'”. Por eso, concluía, “resulta curiosa la noticia de que Disney abrirá su próximo parque temático en Abu Dabi”. Porque, “para una empresa que se alarmó por la ley de Florida de 2022 de ‘no digas gay’ que restringía la educación sexual sobre género e identidad sexual en las escuelas (el personal organizó huelgas y exigió al entonces director ejecutivo Bob Chapek que hiciera algo más que presionar entre bastidores para combatir la ley), los Emiratos Árabes Unidos podrían ser un mal lugar”.
Aventura Strimpel que “quizás Disney esté en una nueva era, una en la que el lucro ha vuelto a primar sobre la ética performativa de la justicia social. Esto podría deberse en parte al regreso del inflexible Bob Iger en 2022, tras la expulsión de Chapek […] Parece que Bob Iger se ha dado cuenta de lo obvio: Disney quiere dinero y la gente quiere diversión. Ambas tienen poco en común con la vergonzosa, y ojalá terminada, era de la ‘conciencia social’ de Disney”.
La compañía ya se deconstruyó en su momento para subirse a la ola del zeitgeist y sacarle toda la rentabilidad que pudo. ¿Está volviendo a hacerlo? Si es así, ¿qué nos dice ese movimiento? La dirección del dinero suele ser un buen indicador de las mareas sociales. El primer parque temático de Disney nació en 1955 en la sede del imperio: Anaheim, California. La expansión comenzó en 1971 con el Walt Disney World de Orlando, en la otra costa del país; en 1983 se internacionalizó con el parque de Tokio, al que se siguió en 1992 el de París. En el siglo XXI, por lo que sea, la mirada se dirigió a China: Hong Kong (2005) y Shanghái (2016).
Ahora…
Entre celebraciones del futuro crisol cultural y tal y cual que supondrá el nuevo resort, la nota de Disney dejaba caer que “120 millones de pasajeros viajan a través de Abu Dhabi y Dubai cada año, lo que convierte a Emirates en el mayor centro aéreo global del mundo”. El nexo entre la Occidente natal y el lucrativo Oriente. Hay negocio, desde luego. Un reportaje de la BBC se hacía eco de las ecuaciones a Disney de “exprimir a los clientes de sus parques temáticos”. Se ve que para eso sí que están despiertos las 24 horas de los 365 días del año. Ya lo advirtió la segunda parte de Wall Street: el dinero nunca duerme…