Lo siento, pero Trump no es un gran negociador
La guerra comercial prosigue, no hay avances diplomáticos y, si saca su rebaja tributaria, será a riesgo de una recesión

El 'premier' Keir Starmer y el presidente Donald Trump estrechan la mano tras celebrar una rueda de prensa en el ala este de la Casa Blanca el pasado 27 de febrero. | Ron Sachs (Zuma Press)
Tras el anuncio de los acuerdos comerciales con China y el Reino Unido, las bolsas han recuperado el optimismo, el índice VIX «del miedo» ha caído por debajo de su media histórica y los defensores de Donald Trump (que los hay) exhiben una sonrisa condescendiente.
—¿Veis como era lo que yo os decía? —argumentan triunfales—. Es un gran negociador. Sus modales podrán ser cuestionables, ahí os doy la razón, pero hacía falta alguien que pusiera firmes a los socios de Estados Unidos y no me sorprendería que el mundo acabara con menos barreras al comercio. Los americanos están además encantados, porque les va a bajar los impuestos.
¿Es Trump un gran negociador? ¿Acabará el mundo con menos barreras al comercio? ¿Y cómo pretende bajar los impuestos?
Primero dispara
Como negociador, la metodología de Trump es elemental: primero dispara y después pregunta. ¿Qué tal le funciona?
Además de los acuerdos con China y el Reino Unido, «el 6 de mayo anunció una tregua con los hutíes —enumera The Economist—. El 10 se atribuyó el mérito de un alto el fuego entre India y Pakistán. Al día siguiente, un enviado suyo se reunió con funcionarios iraníes para discutir un posible tratado nuclear». También ha realizado una gira por Oriente Próximo, donde ha prometido normalizar las relaciones con Siria. «Gaza —concluye la revista— está en la agenda. Y ha presionado a Rusia y Ucrania para que se reúnan […] en Estambul».
Es una ejecutoria a simple vista impresionante. Sin embargo, cuando se baja a los detalles, deja bastante que desear.
Un tratado microscópico
Vamos primero con los supuestos éxitos comerciales.
En relación con China, «hemos pasado de un nivel arancelario insensato a otro que es simplemente una locura —dictamina el nobel Paul Krugman—. El comercio bilateral, que habría desaparecido por completo de haberse mantenido la tasa del 145%, ahora ‘apenas’ caerá un 65%». ¿Y qué impacto cabe esperar en el bienestar de los estadounidenses? «El arancel funciona como un impuesto indirecto y, por tanto, regresivo, que afecta especialmente a los hogares más humildes». Walmart ya ha anunciado que empezará a subir precios a finales de mes, y todos sabemos el perfil social de sus clientes.
Con el resto del mundo, Estados Unidos mantiene una barrera del 10% «que no se veía en generaciones», según Krugman.
En cuanto al tratado alcanzado con el premier Keir Starmer, «calificarlo de minúsculo sería muy generoso —dice el economista Joseph Politano—; es microscópico». Primero, porque el Reino Unido «no representa más que el 2% de los bienes que importa Estados Unidos (es decir, menos que Vietnam, Taiwán, Irlanda, India o Italia)». Y segundo, porque cubre «un 14% de los artículos británicos. El impacto general —concluye Politano— va a ser imperceptible».
Un héroe de la retirada
Si en el terreno comercial no hay mucho de qué felicitarse, en el diplomático resulta igualmente prematuro lanzar las campanas al vuelo.
Aunque la normalización de las relaciones con Siria sería un avance, de momento es una promesa y está condicionada al reconocimiento de Israel y a progresos en la lucha contra el yihadismo por parte de Damasco. Los términos de la tregua con los hutíes no se han hecho públicos, pero The Economist sospecha que afectan exclusivamente a los mercantes estadounidenses. Las conversaciones con Irán no contemplan la tecnología de misiles ni el apoyo a las milicias y, en Gaza, Trump se ha lavado las manos.
Finalmente, en Ucrania ha puesto sobre la mesa un plan de paz que reconoce la anexión de todos los territorios ocupados por Rusia (Crimea y las regiones de Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia) y prohíbe el ingreso de Kiev en la OTAN. Es una estrategia negociadora un poco extraña. Si ofreces a Putin todo lo que ya tiene, ¿qué saca sentándose a hablar? Tendrás que darle algo más.
Tan magros logros no deberían sorprendernos. El historial de expectativas defraudadas y abandonos de Trump es amplio, tanto en el ámbito privado (torre internacional de Bakú, hotel de Toronto, resort de Baja, club de golf de Río Grande), como en el público (acuérdense del muro con México).
Lo que nos lleva a su promesa de bajar los impuestos.
Sueños fiscales
«Cuando los aranceles entren en vigor —anunciaba el pasado 27 de abril Trump en las redes sociales—, la declaración de la renta de muchas personas se reducirá sustancialmente, incluso tal vez desaparezca por completo». Y añadía que tenía puesto «el foco» en quienes ganan hasta 200.000 dólares al año».
Peter Navarro, el principal asesor comercial de la Casa Blanca, calcula que Estados Unidos podría recaudar en aduana unos 600.000 millones de dólares al año. ¿Cómo ha llegado a esa cifra? Muy sencillo: ha cogido los 3,3 billones de dólares en importaciones del año pasado y les ha aplicado una tarifa del 20%.
«Semejante enfoque —dice The Economist— ignora principios económicos elementales. Unos aranceles más altos reducirán la demanda de bienes extranjeros y, por consiguiente, la base impositiva». Se trata del mismo fenómeno que sustenta la curva de Laffer, de la que Trump es un gran defensor. Cuando se tienen en cuenta estos desincentivos, el Penn Wharton Project rebaja las expectativas a 290.000 millones y la Tax Foundation, a 140.000 millones, cifras muy inferiores a los 737.000 millones que costaría que «desaparezca por completo» la obligación de tributar a quienes ganan hasta 200.000 dólares.
—Bueno —me dirán—, pero algo permitirán aliviar la factura del contribuyente.
Sin duda, pero si Trump necesita unos aranceles del 20% para llevar a cabo la rebaja fiscal, sus partidarios tendrán que explicar cómo va a acabar el mundo con menos barreras al comercio.
Otra muesca en la culata
Nada sustancial ha cambiado en los últimos días.
La guerra comercial prosigue, no hay avances notables en el frente diplomático y, si finalmente Trump saca adelante una rebaja tributaria significativa, será a costa de elevar los aranceles a niveles desconocidos en generaciones o de engordar aún más el déficit presupuestario. Sea por lo primero o por lo segundo, la consecuencia inevitable será una desaceleración, cuando no una franca recesión. Otra muesca en la culata de Trump.
¿Y por qué suben, entonces, el Dow Jones, el S&P500, el FTSE, el CAC, el DAX ?
Los inversores interpretan la leve mejoría en todos los frentes como un adelanto de la mejoría general que vendrá a continuación. Así es como se gana dinero en bolsa: comprando con el rumor y vendiendo con la noticia, anticipándose a la tendencia, descontando un escenario que solo existe en la imaginación. Buena suerte.