Lo que la final de la Champions nos cuenta del Gran Dinero Mundial
El Inter, antaño pura tradición italiana, acaba de pasar de manos chinas a americanas, y el PSG navega en petrodólares tras el fracaso del capital francés

Los jugadores del PSG celebrando el pase a la final de la UEFA Champions League. | Adam Davy / PA Wire / dpa
Con la geopolítica más bien revueltilla, cualquier paseo por los intestinos del Gran Dinero Mundial da un poco de vértigo. El sábado que viene, el PSG y el Inter de Milán se enfrentan en algo así como su desaguadero folklórico definitivo: la final de la Champions League. Las historias financieras de ambos clubes resultan de lo más ilustrativas.
El PSG es un club relativamente nuevo. Surgió en 1970 de la fusión del Paris Football Club y el Stade Saint-Germain. Un invento parido por un grupo de empresarios franceses que lideraban Guy Crescent, Pierre-Étienne Guyot y Henri Patrelle. El primero empezó como camionero y fundó un negocio de transporte; el segundo, más glamuroso, hizo carrera al frente de las federaciones francesas de golf y tiro con armas de caza; el tercero aprovechó su tirón como futbolista para convertirse en un exitoso ejecutivo.
La industria más la institucionalidad deportiva con una cara bonita de bisagra. Todo muy francés. En París, sin embargo, el fútbol no entusiasmaba. Demasiado vulgar, probablemente. Y la cosa no tiraba: hasta 1991, ganaron una raquítica liga y dos tristes copas de Francia. Además, el aire del poderío financiero cambiaba de dirección, tirando más las isobaras mediáticas. Si Berlusconi compró el Milan en 1986, Canal+ hizo lo propio con el PSG cinco años después. Metió el dinero suficiente como para hacer un equipo potente y en 1993 volvieron a ganar la liga; dos años después llegó la gran reválida internacional con la Recopa de Europa. Y ya está… A París seguía sin gustarle el fútbol, los resultados no se mantuvieron y las finanzas se fueron a pique.
En 2006 llegó la globalización. Antes de lo que todos sabemos, estuvieron los americanos. Canal+ vendió el club a una cosa montado por Colony Capital, Butler Capital Partners y Morgan Stanley. El club seguía sin ganarle a nadie, pero esta gente tenía una reconocida habilidad en la colocación de paquetes glamurosos. En 2011, el fondo sin fondo] Qatar Investment Authority compró el PSG, que desde entonces ha ganado 11 ligas (frente a las dos de toda su historia anterior). Solo le falta la reválida internacional: en 2020 llegaron a la final de la Champions pero la perdieron. Los petrodólares han probado todo tipo de fórmulas gastándose cantidades ingentes de dinero (París bien vale una Pretty Woman) para volver a estar ahí.
Frente al gladiador de los petrodólares estará el Inter de Milán. Este sí que es un histórico de los de verdad. Lo fundaron en 1908 en el restaurante Orologio de la Piazza del Duomo disidentes del Milan Football and Cricket Club (futuro Milan AC), que prohibía fichar extranjeros (eran otros tiempos, luego llegarían los Van Basten, Gullit…) Los del Internazionale eran muy modernos. Uno de sus fundadores era el artista futurista Giorgio Muggiani, que eligió la equipación y redactó el estatuto del club. Entonces esas cosas bastaban. Todavía no había llegado el gran dinero.
Primero llegó la política. Al régimen fascista no le gustaba tanta modernidad internacional y, en 1928, el Inter pasó a llamarse Società Sportiva Ambrosiana. Ya había ganado un par de títulos de liga. La Segunda Guerra Mundial acabó con la tontería fascista y el club tuvo que reinventarse. Afortunadamente, el gran dinero hizo acto de presencia. Como en el caso francés, primero se presentó en formato industrial. Aunque aromatizado con el inevitable romanticismo italiano.
El magnate del petróleo Angelo Moratti se enamoró y se casó en 1927 con una tal Erminia Cremonesi, enamorada a su vez del Inter. Como en Italia no hay consejero más poderoso que la sposa y la mamma, el bueno de Angelo compró el Inter en 1955. Y, ya puestos, decidió convertirlo en el mejor club del mundo. Fichó al argentino Helenio Herrera de entrenador y se hartó de ganar títulos, incluidas dos Copas de Europa consecutivas en los años 60, con el español Luis Suárez de figura.
En 1968, Moratti se cansó del Inter (el amor dura lo que dura) y se lo vendió a Ivanoe Fraizzoli, que había hecho fortuna con un clásico italiano: la ropa. Se ve que tampoco era Amancio Ortega o que por entonces el asunto no daba para tanto como el petróleo, el caso es que el club pasó una época más bien mustia. En 1984 lo compró Ernesto Pellegrini, magnate del siguiente clásico italiano, la restauración, y se mantuvo la dinámica grisácea.
Hasta que en 1995 se produjo uno de esos episodios operísticos tan caros al fútbol italiano. ¡Los Moratti volvían a hacerse con las riendas del Inter! Massimo, hijo de Angelo, había hecho prosperar el negocio familiar, estaba bien situado en la banca e incluso pertenecía al consejo de administración de la todopoderosa Pirelli, entre otros caladeros. Pese a meter una importante cantidad de dinero en el club, no consiguió superar el bien consolidado duopolio de Juventus y Milan AC hasta que, harto de la mediocridad, se lanzó a los brazos de José Mourinho, que le hizo ganar el triplete en 2010: Liga, Copa y la tan ansiada Champions.
Pero el pacto fáustico con Mourinho siempre deja secuelas y la globalización se infiltraba ya hasta en lo más sagrado de Italia. En 2013, Moratti vendió al indonesio Erick Thohir, hijo de uno de los fundadores de Astra International, un holding que maneja varios variados sectores del país, desde el automovilístico, al energético, pasando por el inmobiliario, los medios de comunicación… El fútbol italiano, en cambio, no se le dio bien. Tres años después, Erick le vendió el club al chino Zhang Jindong y se volvió a casa, donde la familia lo ha recolocado de ministro de Empresas Estatales, que tampoco está mal. También lo han hecho presidente de la Federación Indonesia de Fútbol, para que mate el gusanillo.
Zhang Jindong hizo su patrimonio con el holding Suning, algo parecido a lo de Thohir, pero en chino: inmobiliaria, medios de comunicación y entretenimiento, servicios financieros… Y para seguir la tradición, el magnate le cedió la presidencia del Inter a su hijo, Steven. La gestión del chaval no terminó de cuadrar y, abrumado por una deuda de 380 millones de euros que no pudo pagar, tuvo que vender a Oaktree, una gestora de activos catalogada como el mayor inversor mundial en «valores en dificultades». Cotiza en Wall Street y tiene su sede en Los Ángeles.
El titular de La gazzetta dello sport al respecto resume la situación actual del fútbol europeo: «El Inter cambia de bandera: adiós Zhang, así comienza la era americana de Oaktree». De mano en mano, como la falsa moneda.