Y sobre todo, Señor, líbranos de los listos
Abunda la gente que se pasa la vida prediciendo una cosa y, cuando pasa lo contrario, te suelta: «¿Ves? Lo que yo decía»

Si Sánchez hubiera dedicado a leer THE OBJECTIVE la mitad del tiempo que su Gobierno ha estado insultándonos, la UCO no lo habría cogido tan desprevenido. | Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)
En 1991 las bolsas de Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia se plantearon la necesidad de crear un índice representativo de toda la renta variable española, a imagen del Dow Jones de Estados Unidos y del FT del Reino Unido.
En un momento dado, los impulsores del proyecto se acercaron a Recoletos, el grupo editor de Marca, Expansión, Actualidad Económica y Telva, para sondear qué les parecería que ese nuevo índice se llamara Expansión, del mismo modo que el estadounidense llevaba el nombre de la sociedad propietaria del Wall Street Journal y el británico, las iniciales del Financial Times. Cuando muchos años después me lo contó Juan Pablo de Villanueva, uno de los fundadores de Recoletos, le dije:
—¿Y por qué no se hizo finalmente?
Juan Pablo de Villanueva sacudió la cabeza con gesto de fatalidad.
—Porque estábamos rodeados de listos —me respondió.
El listo, concepto y clases
Sería un error confundir al listo con el típico idiota.
El típico idiota te la lía porque carece de luces. Es el que mete un tenedor en el microondas, para ver qué pasa. Es también el que ha obligado a las grandes compañías a advertir en los vasos de café que las bebidas calientes están calientes; en las instrucciones de los cochecitos que conviene sacar al bebé antes de plegarlos, o en las de las planchas, que hay que abstenerse de usarlas sobre la ropa cuando alguien la lleva puesta.
Aunque el nombre puede inducir a engaño, la de listo no es una categoría intelectual, sino moral.
Lo que caracteriza al listo es su afán de quedar por encima, y aprovechará toda ocasión y lugar para encaramarse a la chepa del prójimo. Aunque no es (todavía) una competición olímpica, existen dos grandes modalidades: ex post y ex ante. En la especialidad ex post, el listo es el que te enseña con presteza por dónde tenías que haber pasado para que la rueda no pinchara. En la modalidad ex ante, el listo es el que te dice que los de la Sociedad de Bolsa son unos ladrones y que si quieren llamar Expansión al nuevo índice, tendrán que pagar lo que vale. ¿Y cuánto vale? Ellos no tiene ni idea, pero da igual.
—Hay que apretarles más a estos tíos —dirán con aplomo—, si lo sabré yo.
El mejor de todos los tiempos
El afán del listo por quedar por encima no se limita a sus contemporáneos.
Al listo le encanta medirse con los prohombres del pasado, y la moda de la memoria histórica le brinda la oportunidad de iluminar al mundo con su impar talla moral. El listo se figura que si él hubiera conquistado América, habría puesto más cuidado. «Es indignante —proclamará— cómo masacramos a los aztecas». Y se mostrará, por supuesto, partidario de pedir perdón a sus descendientes, movido no tanto por la empatía o la justicia (¿no las merecen igualmente los descendientes de los tlaxcaltecas, totonacas, mixtecos y popolocas a los que, entre otros, habían masacrado los aztecas?), sino por poner de manifiesto sus elevados y exigentes estándares éticos. Su propósito es reivindicarse a costa de unos pobres infelices que hacían lo que entonces era normal, y que probablemente ellos mismos habrían hecho de haber estado en su lugar.
Porque otra característica del listo es su propensión a dejarse llevar por la corriente.
La bendición del olvido
Los listos de cierta edad le contarán que ellos trajeron la democracia, pero ocultarán que antes hicieron cola unas cuantas horas delante de la tumba de Franco, por si acaso. Naturalmente, esta maldad que digo de ellos es indemostrable (salvo en el caso de aquellos a los que fotografiaron brazo en alto en la capilla ardiente del Palacio Real). Pero no es infrecuente coger al listo en un renuncio. Cuando alguien comenta hoy en una reunión que lo de José Luis Ábalos era un secreto a voces, todos asienten ruidosamente, incluidos algunos que hasta hace poco tachaban de bulos y falsedades las denuncias pioneras de Ketty Garat y THE OBJECTIVE.
Me dirán: «Vaya caradura, ¿no?», pero no creo que mientan. Simplemente, se han olvidado.
El sesgo retrospectivo
Enfrentado ante la evidencia de una predicción errada, el listo no solo no se arredra, sino que a menudo reacciona afirmando: «Eso es lo que yo decía».
Es el sesgo retrospectivo, ampliamente documentado en psicología. «Cuando se pide a la gente que reconstruya sus opiniones pasadas, no pocos aseguran que pensaban de manera diferente a cómo en realidad pensaban», escribe el nobel Daniel Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio. Y cita un trabajo de su antiguo alumno Baruch Fischhoff. «Junto con Ruth Beyth (otra estudiante nuestra), organizó un sondeo antes de que Richard Nixon visitara China y la Unión Soviética en 1972. Los encuestados debían asignar probabilidades a 15 posibles resultados [sobre el éxito o el fracaso de la gira]». Luego, una vez que el presidente estuvo de vuelta en la Casa Blanca, pidieron a esas mismas personas que recordaran qué habían dicho.
El resultado fue «muy claro —explica Kahneman—. Si un acontecimiento se había producido, el encuestado recordaba haberle asignado una posibilidad muy superior a la que de hecho le había asignado. Y si el acontecimiento no se había producido, insistía en que lo había considerado improbable».
Estoy escandalizado
Desconcertados por la contundencia del informe de la UCO sobre Santos Cerdán, en el Gobierno han adoptado la actitud del capitán Renault en Casablanca. No han dicho textualmente: «¡Estoy escandalizado, acabo de enterarme de que en este local se juega!», pero casi.
Para el presidente Pedro Sánchez, el comportamiento de Cerdán ha supuesto una «enorme decepción». Y la vicepresidenta María Jesús Montero se siente «profundamente traicionada, dolida e indignada». Ni el uno ni la otra dan crédito a las conclusiones de la Guardia Civil. ¿Quién podía imaginar semejante infamia? Hombre, si hubieran dedicado a analizar las denuncias de THE OBJECTIVE solo una parte del tiempo que su Gobierno ha estado insultándonos, la noticia no los habría cogido tan desprevenidos.
Pero se conoce que, como Juan Pablo de Villanueva, también ellos están rodeados de listos.