The Objective
La otra cara del dinero

¿Y si el trumpismo no muere con Trump?

Las políticas del presidente no son improvisaciones, sino el fruto de un plan diseñado durante su etapa en la oposición

¿Y si el trumpismo no muere con Trump?

Ursula von der Leyen da explicaciones a Donald Trump durante las conversaciones comerciales que ambos mantuvieron el pasado julio en Turnberry, Escocia. | White House

Aunque la mansedumbre con que la Comisión Europea ha aceptado un arancel del 15% sobre las exportaciones a Estados Unidos ha sido acogida con un estruendoso abucheo por parte del público general, entre los expertos la reacción ha sido más templada.

«El acuerdo es sin duda positivo para el mercado —dice Janet Mui, analista jefe de la gestora de fondos británica RBC Brewin Dolphin—, ya que elimina la enorme incertidumbre que había lastrado la confianza empresarial». Y el gigante financiero Pimco reconoce que el nuevo gravamen «reducirá el crecimiento de la zona euro en casi un punto porcentual», que no es poca cosa, pero ¿cuál habría sido el coste de prolongar el suspense, y no digamos ya de entrar en una guerra comercial abierta?

En el ánimo de Bruselas parece haber pesado, finalmente, la convicción de que estamos ante un desvío de la ortodoxia temporal, y no ante un cambio de ciclo, como la revolución conservadora de los 80. La presidencia de Donald Trump no es más que una borrasca pasajera y basta con aguantar el tirón hasta que el inevitable relevo en la Casa Blanca permita recuperar la normalidad. Pero ¿estamos seguros de que el trumpismo morirá con Trump?

¿Las improvisaciones de un inepto…

Para empezar, el panorama dista de haberse despejado, como aseguran en RBC Brewin Dolphin y Pimco. «Se podría pensar —escribe el Nobel Paul Krugman— que la incertidumbre arancelaria disminuirá ahora que Trump ha llegado a ‘acuerdos’ con algunos de sus principales socios. Pero no estamos ante tratados formales. Las interpretaciones de Trump sobre lo que ha firmado (como su insistencia en que la UE le ha prometido un fondo secreto de 600 000 millones con el que ‘puedo hacer lo que me dé la gana’) han sido desmentidas por los propios interesados. La incertidumbre, por tanto, va a seguir siendo elevada».

Los europeos, por su parte, pecan de ingenuos si piensan que los aranceles son como un sombrero, que uno se quita y se pone fácilmente.

«Los presidentes [estadounidenses] que pretendan reducir las barreras comerciales deberán afrontar el furioso cabildeo de las compañías que se han habituado a refugiarse detrás de ellas —advierte The Economist—. Pocos votantes reclamarán además el cambio [porque las ventajas inmediatas son modestas]. Y los congresistas podrían mostrarse reacios a renunciar a los ingresos fiscales que proporcionan los aranceles […]. El nuevo sistema no solo es dañino. Podría persistir bastante después de que Trump se haya retirado a jugar al golf».

Y eso en el supuesto de que estemos ante las improvisaciones de un presidente inepto, porque bien podría suceder que no estemos ante un caso aislado, sino ante la manifestación de un movimiento más profundo.

…o un plan oculto?

Esta última es la tesis que plantea Arcano Research en su informe ‘¿Tiene Trump un plan oculto?’. Sus autores explican que muchos expertos califican sus políticas de «erráticas o volátiles», pero la realidad es que «fueron cuidadosamente diseñadas durante la etapa en la oposición» por «pensadores de gran influencia» que se quejan de que el mundo ha cargado tareas descomunales sobre los hombros de los Estados Unidos.

Pensemos en la estabilidad financiera.

Aunque el presidente francés Valéry Giscard d’Estaing popularizó la idea de que la consagración del dólar como divisa de reserva en Bretton Woods suponía «un privilegio exorbitante», los ideólogos de Trump hacen hincapié en que genera una demanda artificial que lo encarece, reduce la competitividad de sus manufacturas y lo sume en déficits comerciales elevados y persistentes.

¿Y no disfrutan gracias a ello los consumidores estadounidenses de bienes más económicos y, por tanto, de un mayor bienestar?

Auténtica soberanía

Es posible, pero a costa de colocarse en una situación muy vulnerable, porque su crecimiento depende de que los países acreedores quieran seguir financiándole.

El comercio, argumentan los asesores de Trump, no es esa herramienta ricardiana que permite que cada nación se especialice en aquello en que es más eficiente. De acuerdo con las enseñanzas de Albert O. Hirschman, defienden que el comercio es una herramienta de poder y, si un país quiere ser verdaderamente soberano, no puede tener desequilibrios en su balanza por cuenta corriente. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si mañana China se anexionara Taiwán, donde se fabrica el 60% de los microchips más avanzados?

Para mitigar este riesgo, es necesario reducir los déficits externos y Stephen Miran, director del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca y probable sucesor de James Powell al frente de la Fed, considera que no hay herramienta más indicada que los aranceles.

Y al que no quiera ser libre, lo obligaremos

La crítica de los trumpistas al liberalismo no se limita a David Ricardo y su teoría de la ventaja comparativa.

Siguiendo los argumentos del politólogo Patrick Deneen, también piensan que el liberalismo ha fracasado en el ámbito social, porque ha roto los lazos comunitarios, ha aumentado la desigualdad y ha polarizado a la población. Con un cauteloso uso del lenguaje, Deneen no propone restringir libertades, sino «resignificarlas» y supeditarlas al «bien común». Este último quizás les parezca un concepto vaporoso y debatible, pero no se preocupen: para evitar malentendidos, una autodenominada (y cooptada) «élite virtuosa» se encargará de definir en qué consiste y de guiarnos desde su autoridad moral.

El Proyecto 2025

Ni Trump es un presidente inepto ni está improvisando.

«En la difusión de esta ideología —explica Arcano Research— ha jugado un papel fundamental el think tank ultraconservador The Heritage Foundation y su Proyecto 2025, esbozado durante los años de oposición para imponer el control de las altas instituciones de Estados Unidos por parte no de funcionarios independientes, sino de políticos ultraconservadores cuando se retomara el poder. —Y añade—: Muchas de las acciones llevadas a cabo al inicio del segundo mandato de Trump ya estaban previstas en el Proyecto 2025, incluyendo medidas como el cierre de USAID [la agencia encargada de distribuir la ayuda exterior de Estados Unidos], la toma de control de la CFTC [la Comisión de Negociación de Futuros de Productos Básicos, clave para regular el universo cripto] y [la ocupación] del Departamento de Estado, así como la politización de los nombramientos de generales».

«Su implementación —concluye Arcano Research— está siendo extremadamente rápida y es posible hacer un seguimiento detallado de su ejecución aquí».

Cómo sacar provecho de Trump

Entiendo que Ursula von der Leyen tenía pocas alternativas y, en su negociación con Trump, ha optado por la menos dañina para los europeos.

«Debería haber gravado las importaciones estadounidenses», he oído reclamar, pero ¿quién es la víctima principal de una subida de aranceles? Diga lo que diga la Casa Blanca, el consumidor final. «Los estudios sobre el impacto de los aranceles impuestos por Trump durante su primer mandato, que fueron menos elevados y más específicos —escribe Rogé Karma en The Atlantic—, han determinado que el empleo industrial se mantuvo o cayó». Y The Budget Lab, un centro de investigación de Yale, calcula que el Día de la Liberación costará entre 2.100 y 3.800 dólares anuales a cada familia estadounidense.

Eso no significa que los europeos debamos quedarnos mano sobre mano.

Como aconsejaba Plutarco, hay que sacar provecho de los enemigos. La gente desperdicia sus comentarios desagradables, y hace mal, porque el amor es ciego, pero el odio es penetrante. A diferencia de tus seres queridos, tus rivales están siempre dispuestos a señalarte tus errores más ínfimos, y es propio de una persona inteligente aprovecharse de ello.

En ese sentido, Trump ha sido una bendición. Deberíamos tomar nota cuando dice que los europeos gastamos poco en defensa o que nos estamos asfixiando en nuestra propia fronda regulatoria, porque nos va a hacer falta mucha más capacidad militar y mucha más eficiencia para sobrevivir en el mundo que viene.

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