Barcelona se divide entre «turismo de calidad» y el destino «más masificado del mundo»
La ciudad defiende su modelo de valor añadido y pocos visitantes, pero vecinos, activistas y los datos indican lo contrario

La Rambla de Barcelona, repleta de turistas en plena ola de calor el pasado 17 de agosto. | Alejandro García (EFE)
El Ayuntamiento de Barcelona ha destacado insistentemente su apuesta por el «turismo de calidad». El propio alcalde, Jaume Collboni, ha manifestado en varias ocasiones que la capital catalana proyecta una «imagen de excelencia» para cuidar primero a los residentes y luego a los visitantes. Ha fijado como prioridad «evitar las consecuencias negativas de la masificación turística», ha asegurado que se están tomando decisiones por parte de empresas del sector y consistorio que «están funcionando» y «van en la buena dirección» y que existen «los instrumentos» necesarios para «modular la oferta turística y atraer a los visitantes que más nos interesan», entre ellos las tasas o su promesa de cierre de los apartamentos turísticos.
En paralelo, algunas entidades y vecinos de la Ciudad Condal se muestran más escépticos con el modelo turístico de la ciudad, hartos de años de promesas de desestacionalización mientras perciben que las calles están cada vez más repletas de visitantes. Entre enero y julio de este año, atracaron en la ciudad cruceros con 2,15 millones de pasajeros, de los cuales cerca de un millón visitaron la ciudad, según datos del Puerto de Barcelona. Son cifras que marcan un crecimiento interanual del 10% y que ponen la ciudad en rumbo hacia un nuevo récord cuantitativo este 2025. Los números del INE apuntan en la misma línea: el primer semestre supuso un nuevo récord de turistas extranjeros en Cataluña, aunque con algo menos de tirón de los estadounidenses.
Todo ello en un momento en que IAG ha asignado 50 nuevos aviones a Vueling para renovar la flota antigua y «reforzar el liderazgo en Barcelona, el mercado doméstico y los corredores internacionales». La apuesta por el crecimiento cualitativo tampoco ha frenado la expansión cuantitativa en el aeropuerto de El Prat, que registró un nuevo récord de actividad con 5,5 millones de pasajeros en julio. Las conexiones se han reforzado especialmente hacia Italia, Francia, Portugal y Marruecos, mientras que se han enfriado las que unían Barcelona con ciudades británicas, según los registros de Aena.
Las agresiones turismofóbicas son más visibles que nunca en la capital catalana, las redes se inundan de vídeos y publicaciones contra los turistas, algunos edificios lucen grafitis de tourists go home y algunos comercios internacionales se llenan de pegatinas con el lema tourism kills the city, mientras que cada vez es más común que los residentes dejen de ignorar conductas incívicas y se encaren con los extranjeros, dejándoles claro que no son bienvenidos e invitándoles a volver a su país de origen. En este clima de creciente tensión, dos informes han añadido aún más leña al fuego. Se trata de la lista negra de Fodor de ciudades a no visitar por su masificación, que incluye la capital catalana, Mallorca, Venecia, Lisboa o Tokio; y el ranking que elabora Nomad y que sitúa a Barcelona como el destino más masificado del mundo, por encima de Roma, París, Nueva York y Cancún, con una supuesta densidad de 201.722 visitantes por kilómetro cuadrado o 90 turistas por cada diez residentes.
Sin embargo, varias fuentes coinciden en cuestionar el rigor metodológico de este estudio. «Es evidente que los datos están mal, para empezar, Barcelona recibe 15,5 millones de visitantes y no 20 millones como dicen ellos, además, comparamos con otras ciudades y sorprende que Barcelona, que no se encuentra ni en el top tres de destinos europeos, aparezca por encima de Roma, que normalmente ocupa la tercera posición por detrás de Londres y París, ambas con más de 41 millones, en comparación con los 13 millones que registra Roma», señalan desde el ámbito turístico local. «Cuesta entender que Barcelona tenga cifras de turismo internacional similares a Cancún, con 21 millones; París tiene una superficie de 105,4 km², mientras que aparece una de 2.824 km², suponemos que debido a que se incluye el Gran París, con su área metropolitana incluida», remachan.
Entonces, ¿la Ciudad Condal es un ejemplo de turismo de calidad o el destino más masificado del mundo? Para Marian Muro, directora general de Apartur, no es ninguna de las dos cosas. «¿Por qué está más en boga Barcelona? Porque es la primera ciudad que desarrolló lo que conocemos como el turismo urbano posicionándose mundialmente como un gran destino. Muchos años más tarde, Madrid, Málaga, Bilbao iniciaron su transformación y su apuesta por el turismo, pero aún hoy ninguna de ellas tiene el posicionamiento internacional de Barcelona. Barcelona es una ciudad que enamora. Ahora bien, el debate sobre la masificación y los límites del turismo es global. Quizás la única diferencia es que en Barcelona los responsables de su ayuntamiento en la última década han creado un relato poniendo el acento en las externalidades negativas del turismo, que las tiene y se han de reducir con conocimiento y eficacia, sin poner en valor los múltiples beneficios que también aporta esta actividad. Poco a poco han alimentado un relato que hace que hoy Barcelona sea percibida como el destino más masificado del mundo cuando no es cierto», apunta.
La complicada misión de transformar el modelo turístico de la ciudad ha recaído en José Antonio Donaire, comisionado de Gestión del Turismo Sostenible. Muro expresa su admiración para quien considera un referente ponderado y muy respetado en el sector, aunque ve difícil conciliar su argumentario en algunos temas polémicos en los que se ha pronunciado claramente con el discurso político del ayuntamiento que no va en la misma dirección. Otro interlocutor del ámbito económico coincide y recuerda que Donaire rechazó públicamente la tesis que ahora abandera el socialismo barcelonés de Collboni de que la crisis de la vivienda se pueda solucionar cerrando solamente 9.000 pisos turísticos. Este profesor de geografía e investigador procedente de Insetur y la Universidad de Girona manifestó que «es excesivo» prohibir los pisos turísticos y desmintió que fuesen los culpables de la masificación o de la falta de vivienda. Apostó por un equilibrio y argumentó que hay 16 veces más segundas residencias de personas de Barcelona que pisos turísticos en la ciudad, lo cual también genera «tensión habitacional». Donaire también se ha mostrado partidario de la democratización del turismo y, sobre el mantra del turismo de calidad, apostilló que «no solo es injusto, sino que también es imposible».
Muro se muestra crítica con la gestión actual y considera que con una buena gestión y conocimiento puede desarrollarse una estrategia mucho más sostenible. A modo de ejemplo, cree imprescindible conocer con detalle el tráfico del aeropuerto, no en números globales, que es la información que facilita AENA, sino cuántos usuarios vienen a la ciudad por negocios, cuántos por turismo, de qué mercados… Según los datos extraoficiales que maneja, aproximadamente el 52% de los vuelos comerciales de pasajeros que pasan por El Prat transportan turistas o personas que van a ver a sus familiares o amigos, el 40% por negocios y el 8% solo hacen una escala pero no pasan por la ciudad. «Con estos datos podemos definir en qué mercados interesa más o menos promocionar el turismo de negocios, en cuáles no convendría incrementar slots porque ya vienen llenos de turistas… Hoy si analizamos el plan estratégico de AENA 2030 por aeropuertos nadie pensaría que en España hay o puede haber masificación porque los planes de crecimiento son asombrosos. Falta coherencia entre los discursos y las acciones. Asimismo, las tasas aeroportuarias tb han de servir para hacer política turística incrementando las tasas, por ejemplo, en épocas de alta demanda de turismo y reduciéndolas en baja temporada para contribuir a la desestacionalización y reducir la masificación», plantea. También en movilidad identifica acciones que se pueden implantar: «¿Sirve de algo para los vecinos de la Sagrada familia penalizar con tasas a los autocares? No. Serviría de algo hacer parkings disuasorios en las entradas de BCN para estacionamiento de buses con lanzaderas que lleven a los visitantes al centro? Sí, porque la ciudad no estaría saturada de buses aparcados por todas las calles próximas a recursos turísticos», zanja.
También comenta Muro que «se ha de tener claro qué queremos promocionar de nuestra ciudad y controlar el discurso. Hoy se habla desde las instituciones responsables de turismo que Barcelona se ha de centrar en la promoción del turismo cultural. Pero, ¿cuándo no se ha promocionado en el ámbito cultural? Si lo lleva haciendo desde hace décadas. Lo que hemos de hacer es apostar y fomentar nuevas propuestas culturales, promocionar el turismo médico, el turismo literario, por ejemplo, ya que tenemos en Barcelona el premio más importante, el Planeta, lo que nos permitirá destinar una semana a la cultura literaria», desliza.
Por último, la experta sectorial reconoce que hay que redistribuir el turismo. ¿Cómo? «Siendo conscientes que Barcelona es puerta de entrada a Cataluña. Barcelona ha de tener un gran espacio que sea el escaparate de toda la riqueza y diversidad turística de Cataluña: su gastronomía, enoturismo, pueblos costeros, óleoturismo, costumbres… invitando a los visitantes a conocer toda la región», señala. «Obviamente para ello es necesario mejorar la red de transportes. En relación a la calidad es importante señalar que la calidad no va asociada al gasto o precio de los servicios. Un hotel de cinco estrellas puede dar un mal servicio o tener productos de baja calidad y un albergue dar un servicio extraordinario o al revés. La calidad va asociada a la relación entre el precio y las expectativas creadas en relación a un producto o servicio. Barcelona ha de incrementar la calidad de la oferta. Barcelona no es un destino de lujo y no tengo claro que lo tenga que ser. Pero sí que ha de ser una ciudad segura, iluminada, ha de hacer un replanteamiento absoluto de los usos», advierte. Y concluye: «No tiene sentido modificar La Rambla para que los barceloneses la disfruten cuando la oferta de restauración y comercial -llena de tiendas de souvenirs- es lamentable. No basta con mejoras ubanísticas, es preciso un replanteamiento global».