The Objective
El podcast de El Liberal

Fernández-Villaverde: «El problema de Cataluña es de gasto: construir un protoestado es caro»

«País Vasco y Navarra detraen recursos de la caja común a pesar de ser de las regiones más ricas»

Jesús Fernández-Villaverde (Madrid, 1972) cursó E3 (o sea, derecho y empresariales) en Icade, se doctoró en economía por la Universidad de Minnesota y en la actualidad es catedrático en la de Pennsylvania. Ha dado clases en Oxford, Princeton, Harvard y Yale, pero todo esto, con ser muy impresionante, apenas da una idea de su erudición casi ecuménica. A Jesús la economía se le queda pequeña. Tiene la curiosidad de un hombre del Renacimiento y, en cuanto puede, incursiona en campos limítrofes y no tan limítrofes.

Les voy a contar un caso verídico, como diría Paco Gandía, que viví en primera persona.

En marzo de 2020, recién decretado el confinamiento por la covid, decidí escribir un reportaje sobre cuánto podía alargarse aquello. Tiré de agenda y empecé a llamar a distintos expertos, pero el resultado no fue alentador. «La duración es muy incierta», me decía uno. «Nos falta información», apuntaba otro. «También esto pasará», me consolaba un tercero.

En mi desesperación por dar con algo de sustancia, decidí consultar a Jesús.

«Ya sé que no eres epidemiólogo —le escribí en un correo—, pero estás todo el día leyendo y seguro que algo tienes que opinar».

A las pocas hora me llegaba su respuesta.

«Aunque no soy epidemiólogo —admitía—, me gano la vida resolviendo ecuaciones diferenciales y la evolución de una enfermedad es un sistema de ecuaciones diferenciales muy sencillito».

Lo de «un sistema de ecuaciones diferenciales muy sencillito» me llegó al alma, pero, en cualquier caso, ahí mismo y sobre la marcha, me hizo una simulación bastante precisa, que luego aprovechó para escribir a medias con Charles I. Jones, otro cerebro de Stanford, un artículo que puede consultarse en el National Bureau of Economic Research y que Tyler Cowen difundió rápidamente en su influyente blog Marginal Revolution porque, decía, al fin alguien había elaborado un modelo decente de la pandemia.

Así es Jesús. No hay materia que se le resista. Si una duda le hace señas a 10.000 kilómetros, lo deja todo, se arroja sobre ella y la desmenuza hasta que ya no es duda. Da igual de qué se trate: el cambio climático, el sistema electoral, la economía italiana o, como es el caso del libro que ha publicado a medias con Francisco de la Torre, el pacto entre PSC y ERC para dotar de «soberanía fiscal» a Cataluña, que considera «la mutación más importante de nuestro sistema constitucional desde 1978».

Por ahí arranca nuestra conversación, que se puede escuchar íntegra en la web de THE OBJECTIVE y de la que sigue una versión extractada y editada.

Pregunta- ¿Por qué la financiación singular de Cataluña supondría, de materializarse, una transformación radical del Estado?

Respuesta- Uno de los grandes economistas de todos los tiempos, Joseph Schumpeter, con quien guardo, por cierto, una relación académica directa [fue efectivamente el director de tesis de Paul Samuelson, quien a su vez dirigió la de Lawrence Klein, quien dirigió la de Tim Cooley, quien dirigió la de Lee Ohanian, quien dirigió la de Jesús; o sea, Schumpeter vendría a ser su trastataradirector de tesis], Schumpeter pronunció en 1918 una conferencia magistral [La crisis del Estado fiscal] que se ha convertido en un clásico de la historia del pensamiento económico y en la que dice que «la expresión “Estado fiscal” casi puede considerarse como un pleonasmo», porque, para él, los términos Estado y fiscal son prácticamente equivalentes. Los impuestos no solo crearon el Estado moderno, sino que conforman su estructura fundamental y lo determinan todo.

Piensa en la economía política de Franco. Era completamente distinta de la actual porque el régimen fiscal era distinto. Si cambias el régimen fiscal, cambias el Estado.

«Lo que ERC y PSC plantean es que Cataluña pase del régimen común al foral. Y como reclamar un cupo catalán es poco solidario, se han inventado lo de la “financiación singular”»

P.- ¿Y cómo es nuestro régimen fiscal?

R.- Muy peculiar. Hay 15 comunidades sujetas al régimen común y otras dos (País Vasco y Navarra) al sistema foral. Centrémonos en las primeras. La legislación establece una división de competencias entre el Estado central y las comunidades, así como un reparto en la recaudación de impuestos. No es un modelo perfecto, pero es relativamente sensato y muy similar al alemán. En ciencia política se denomina «federalismo cooperativo» y permite dar autonomía a las regiones, a la vez que mantiene la igualdad en la prestación de servicios esenciales [como educación, sanidad, dependencia, etcétera].

Lo que Esquerra Republicana y otros nacionalistas quieren es pasar de este régimen común al foral. Y como reclamar un cupo catalán suena poco solidario, se han inventado lo de la «financiación singular».

«Como el dinero de Barcelona se quede en Barcelona, nos cargamos el estado de bienestar»

P.- ¿Y por qué es eso malo?

R.- ¡Uf! Necesitaría cinco horas para responderte, nuestro libro no tiene 400 páginas por casualidad… Pero, muy sucintamente, hay problemas técnicos y hay problemas de justicia.

Para empezar, no puedes fragmentar la agencia tributaria. La recaudación debe estar centralizada. De hecho, la del IVA debería encomendarse a una agencia europea. La fragmentación sale cara y, sobre todo, dificulta la persecución del fraude. En España, la Asociación de Inspectores de Hacienda ha calificado los regímenes forales de agujeros negros. ¿Por qué? Te cuento un caso. Tú eres una empresa en Pamplona (llamémosla Volkswagen) y montas una estructura fiscal artificial gracias a la cual a la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT) le dices que el IVA se lo has pagado a la Diputación Foral, y a la Diputación Foral, que se lo has pagado a la AEAT.

Me dirás que es un truco muy burdo, pero ha ocurrido realmente. Lo denunció un diario de la izquierda abertzale que se conoce que odia más a Volkswagen por ser multinacional que por evadir impuestos a la Hacienda española.

«El País Vasco, la segunda región más rica, y Navarra, la tercera, reciben dinero del resto del país. No solo no aportan a la caja común, sino que detraen recursos de ella»

P.- Parece la maquinación de un adolescente…

R.- Exacto. Le dice a mamá que papá le ha dado permiso para jugar al fútbol, mamá dice: «Ah, bueno, entonces vale», y luego va a papá y le dice: «Es que mamá me ha dado permiso», y al final se va a jugar al fútbol. Eso, que ya es difícil de controlar entre dos, imagina cómo es con cuatro diputaciones forales. Y lo que pasará si se suma al juego Cataluña, que representa el 17% de la economía española. Te vas a llevar por delante buena parte de la recaudación.

P.- Hablabas también de problemas de justicia.

R.- Así es. ¿En qué se basa un estado de bienestar? En que los ciudadanos (¡ojo, no los territorios, los ciudadanos!) que más ganan pagan más y los que menos ganan reciben más. Esto genera transferencias. En cualquier economía, incluida la española, tienes más ciudadanos de renta alta en Barcelona y Madrid que en Mérida o Talavera de la Reina. Por tanto, existen redistribuciones territoriales entre Barcelona y Talavera de la Reina, y entre Madrid y Mérida. Pero si de repente dices: «No, el dinero de Barcelona se tiene que quedar en Barcelona», te cargas el estado de bienestar.

«Cataluña recibe lo que le corresponde: 3.800 euros por habitante, 500 euros más que la media de las comunidades de régimen común»

P.- En Madrid insistimos en que el País Vasco y Navarra reciben un trato fiscal privilegiado, pero mis colegas vascos y navarros dicen que ellos pagan muchos impuestos.

R.- Aquí hay dos cosas diferentes. La primera se refiere al País Vasco y Navarra. En estos momentos, y esto hay que decirlo de manera clara y meridiana, están recibiendo transferencias fiscales del resto de España. El País Vasco, la segunda comunidad con mayor PIB per cápita del país, y Navarra, la tercera, reciben dinero del resto del país. No solo no aportan a la caja común, sino que detraen recursos de ella.

P.- ¿Cómo puede ser?

R.- Centrémonos en el País Vasco, que es más fácil de explicar. Paga aproximadamente 1.500 millones de euros al año en concepto de cupo, que es su contribución al mantenimiento de los servicios centrales del Estado: defensa, justicia, representación exterior, etcétera. Evidentemente, con esos 1.500 millones no cubren ni de broma la parte que les corresponde, pero olvidémonos de eso. Aquí hay dos problemas.

El primero es el llamado «ajuste del IVA». El IVA se cobra a las empresas para que se lo repercutan a los consumidores, ya que grava el consumo, no la producción. Si tú tienes una fábrica de electrodomésticos en Bilbao y le vendes un televisor a un bilbaíno, le cargas un 21% adicional que ingresas en la Diputación Foral de Vizcaya. Ahora bien, ¿qué pasa si la empresa que le vende el televisor a ese bilbaíno es de Madrid? Ingresará el IVA en la AEAT, que es la que recauda los impuestos en las autonomías de régimen común, con lo que el dinero del consumidor bilbaíno acabará en las arcas de la Hacienda española.

Para compensar esa pérdida de ingresos, tenemos una fórmula por la cual de todo el IVA recaudado en las 15 comunidades del régimen común una parte se la damos al País Vasco.

«El problema de Cataluña es de gasto, no de ingresos. Sus gobernantes han decidido construir una estructura de protoestado por la puerta de atrás, y eso sale muy caro»

P.- ¿Una parte de todo el IVA recaudado?

R.- De todo. Supón que en Zamora hay un señor al que le gusta tanto THE OBJECTIVE que os paga 50 euros al año. El señor ha nacido y ha vivido toda su vida en Zamora, y vosotros estáis aquí en Madrid, en pleno barrio de Salamanca, pero un porcentaje del IVA que se aplica a esos 50 euros se va a la Diputación de Vizcaya.

[En 2022, el País Vasco cobró 2.692 millones de euros en concepto de ajuste del IVA. Esta compensación no la reciben solo los regímenes forales, sino todas las regiones. Sucede, sin embargo, que el ajuste del IVA en las autonomías de régimen común se calcula en función de su consumo interior, mientras que en el País Vasco este criterio se ignora. De haberse tenido en cuenta, en 2022 habría percibido 784 millones, no 2.692, es decir, 1.908 millones más. Dado que ese año abonó al Estado un cupo de 1.467 millones, el País Vasco se benefició de una transferencia neta de 441 millones].

«¿Cuánto destina Madrid a acción exterior? Cuatro millones de euros. ¿Y cuánto gasta Cataluña? 76 millones. ¿Y cuál es la mayor pensión pública? La del expresidente catalán»

P.- Muy bonito.

R.- Pero espera, que no he acabado. Lo del ajuste del IVA no es lo peor, es solo el pecado venial. Ahora te voy a contar el mortal, y es que El País Vasco tiene unos 4.800 millones de euros de déficit en pensiones contributivas. ¿Y quién cubre la diferencia?

P.- El resto de los españoles.

R.- Les estamos pagando a los vascos las pensiones, que para más inri están entre las más generosas de España. Y aún hay más. Porque ahora llega Pedro Sánchez y dice: «Vamos a subir las prestaciones un 4%». ¿Y de dónde sale dinero? Como el sistema no da más de sí, del déficit. Así que los diputados del PNV y de Bildu van a Barakaldo y les dicen a los jubilados que les han subido las pensiones, cuando los que les pagamos la subida somos el resto de los españoles… ¡Y encima tus colegas tienen la cara dura de decirte que pagan muchos impuestos! ¡No, hombre, no! El País Vasco y Navarra viven en estos momentos del resto de España, y por eso en el libro hablamos de privilegios territoriales.

«Si los catalanes creen que su muy honorable expresidente se merece una pensión de más de 100.000 euros, adelante, pero que no digan luego que los estamos infrafinanciando»

P.- Pedro Sánchez defiende que la financiación singular de Cataluña es un paso hacia la federalización.

R.- En mis tiempos de alumno de Icade, cada vez que salía el tema de la organización territorial en algún debate, nunca faltaba uno que levantaba la mano y decía: «La solución a los problemas de España es una federación». Y todo el mundo asentía. Lo de la federación es como la paz o la tortilla de patatas. ¿Quién puede estar en contra? El derecho alemán ha acuñado un nombre para estos conceptos. Los llama «términos jurídicos indeterminados» y son cosas que suenan fenomenal, pero que carecen de contenido específico y que cada cual entiende como le da la gana.

P.- Son como los significantes vacíos de [Ernesto] Laclau [el mentor de Podemos].

R.- Igual. Lo científico, por tanto, es buscar indicadores objetivos de descentralización y ver en qué grado los satisfacen los distintos países. Eso es lo que ha hecho un grupo de investigadores de la Comisión Europea. Han elaborado un índice global de descentralización, que se desglosa en tres subíndices: fiscal, administrativa y política. Su conclusión es que España es el segundo país de la Unión más descentralizado fiscal y administrativamente y el tercero políticamente. No importa que en la Constitución no ponga que somos una federación; lo que importa es lo que hacemos, y en la práctica hemos creado una estructura cuasifederal.

«Contra lo que muchos creen, la financiación singular no supondrá un chorro de dinero. Sobre el papel salen 3.400 millones, que se quedarán en bastante menos por el fraude»

P.- ¿Y no se puede descentralizar más?

R.- A esta pregunta hay dos posibles respuestas, una subjetiva y otra objetiva. La subjetiva es la del que dice: «Mira, es que yo no quiero tener nada que ver contigo», y contra eso yo no puedo decir nada. A unos les gusta el verde y a otros el amarillo. Muy bien.

Pero cuando consideras el asunto desde un punto de vista objetivo, lo que se aprecia es que España sufre un exceso de descentralización que está teniendo consecuencias negativas en el bienestar. Se vio con la crisis financiera [de 2008], cuyo tumor estaba localizado en unas cajas de ahorro a las que no se podía meter mano porque dependían de las autonomías. Se ha vuelto a ver con las terribles riadas de Valencia y la descoordinación entre el Gobierno central y la Generalitat. Y se ve cada día en la fractura del mercado interior. Mis amigos empresarios me dicen que para una compañía madrileña es más fácil abrir una sucursal en París que en Burgos. «Prefiero que me saquen dos muelas sin anestesia a tener que tratar con la comunidad Tal», me dicen.

Así que si me preguntas qué opino de descentralizar más, yo te digo que estoy en contra, porque no va a ayudar a que los españoles tengamos mejor educación, mejor sanidad ni mejores salarios. Ahora bien, si me dices que a ti eso te da igual, porque lo que tú quieres es vivir junto al campanario de tu pueblo, comiendo berzas, pues nada, dale duro a tu campanario y a tus berzas.

«¿Por qué Cataluña ha crecido menos que Madrid? Por muchos motivos, pero el principal es que Madrid ha aplicado políticas económicas más sensatas»

P.- Los dos grandes modelos federales son el alemán y el estadounidense. ¿En qué se diferencian? Da la impresión de que el segundo está más cerca de lo que sería una confederación.

R.- Eso último era cierto antes del New Deal [el programa intervencionista desarrollado por Franklin D. Roosevelt en la década de 1930]. Desde entonces, Estados Unidos ha reducido muchísimo la autonomía de los estados y, de hecho, hay áreas en las que está más centralizado que España [unidad de mercado, justicia, política exterior].

¿Cómo funciona el sistema americano? A grandes rasgos, hay un Gobierno federal que se dedica a hacer lo que hace un Gobierno federal, para lo que recauda un impuesto sobre la renta federal. Todos los años, los contribuyentes tenemos que cumplimentar el formulario 1040 y enviárselo a la IRS [Servicio de Impuestos Internos, por sus siglas en inglés]. Pero luego está la hacienda estatal (en mi caso, la de Pennsylvania), para la que tienes que hacer otra declaración totalmente diferente, con su formulario y su regulación específica. Son dos declaraciones cada año como mínimo. Porque si recibes ingresos de diferentes fuentes, como es mi caso, te tocan cinco o seis declaraciones al año. Abril es un mes divertidísimo…

¿Cuál es la consecuencia de esta multiplicidad? Pues que en Misisipi son pobres y, como además no les gustan los impuestos, tienen una educación pública pésima. En Massachusetts, por el contrario, son más ricos, tienen impuestos altos y los gestionan mejor, así que la educación pública es muy buena. Y yo te pregunto: ¿quieres vivir en un país con divergencias brutales en servicios sociales y educación, como las que hay entre Misisipi y Massachusetts? Si tu respuesta es afirmativa, entonces tu modelo es el americano.

El segundo tipo de federalismo es el alemán, que utiliza la redistribución territorial para que el niño en Baviera reciba la misma educación que el niño de Brandeburgo. En España decidimos copiar este sistema y es al que ahora los catalanes dicen: «No, por favor, esto no lo queremos bajo ningún concepto».

«Para los nacionalistas el peor enemigo no es Madrid. A quien odian es a Barcelona, que es castellanohablante, no vota nacionalista y absorbe la actividad del resto de Cataluña»

P.- El sistema confederal es aún más insolidario.

R.- En una confederación se generan grandes desigualdades. Si a un socialista y a un republicano esto les parece bien, fenomenal, pero que lo digan abiertamente, y que expliquen a continuación por qué se consideran de izquierdas.

La experiencia histórica también revela que las confederaciones funcionan mal. Por eso la historia de Estados Unidos en los últimos 250 años ha sido un proceso constante de centralización: se han dado cuenta de que hay muchísimas cosas que no se pueden llevar de manera tan descentralizada como el proyecto inicial de 1776.

P.- Suiza es una confederación y funciona bien.

R.- La Confederación Helvética lo es solo en el nombre. Según el Índice de Autoridad Regional de Oxford, los cantones suizos tienen menos competencias que los Länder alemanes. Son esas paradojas de la política. Tú te puedes llamar confederación, aunque luego seas una federación, igual que te puedes llamar Sumar, aunque lo único que hagas luego sea restar.

«Durante 40 años, la política de la Generalitat ha ido orientada a perjudicar a Barcelona. El último ejemplo ha sido la ampliación del aeropuerto del Prat»

P.- La justificación que PSC y ERC dan al pacto es «la infrafinanciación sostenida en el tiempo que ha sufrido Cataluña». ¿No recibe Cataluña el dinero que le correspondería?

R.- Cataluña recibe lo que le corresponde. Según los datos de 2022 (los últimos consolidados, porque las diputaciones forales reportan tarde, mal y nunca), la media de las comunidades de régimen común es de 3.300 euros por persona y Cataluña recibió 3.800, es decir, 500 euros más. Esa cantidad adicional está perfectamente justificada, primero, porque tienen transferidas la seguridad ciudadana y las prisiones y, segundo, porque tiene una población más dispersa y relativamente joven.

«Los impuestos no solo crearon el Estado moderno, sino que conforman su estructura fundamental y lo determinan todo. Si cambias el régimen fiscal, cambias el Estado»

P.- ¿De qué se quejan, entonces?

R.- Cataluña tiene un problema de gasto, no de ingresos, derivado de que, a partir de 1981, sus gobernantes decidieron construir una estructura de protoestado, por la puerta de atrás y mientras aguardaban el momento de independizarse. Porque si algo ha quedado claro con el procés [las iniciativas impulsadas entre 2012 y 2022 por la Generalitat] es que sus promotores sabían que tarde o temprano tenían que asestar una puñalada por la espalda.

El problema de este protoestado es que es muy caro y el dinero no les llega. Te voy a poner una comparación. ¿Cuánto destina la Comunidad de Madrid a acción exterior? Cuatro millones de euros, lo suficiente para tener una caseta en una feria en París o en una muestra en Fráncfort. Me parecen cuatro millones más de los necesarios, pero ese es otro asunto. ¿Y cuánto gasta Cataluña? Casi 20 veces más: 76 millones.

Otro dato revelador. ¿Cuál es la pensión más alta del sector público en España? La del expresidente de la Generalitat: más de 100.000 euros, superior incluso a la del presidente del Gobierno… A mí me parece fenomenal, yo creo en el estado de las autonomías y, si el pueblo catalán considera en su magnanimidad que su muy honorable expresidente se merece una pensión de más de 100.000 euros, adelante. Ahora, que no me vengan luego con que no la pueden pagar porque los estamos infrafinanciando.

«El federalismo nuestro es parecido al alemán, que utiliza la redistribución territorial para que el niño en Baviera reciba la misma educación que el niño de Brandeburgo»

P.- De todo lo que llevamos hablado se desprendería que a los nacionalistas no les importa mucho la suerte de las regiones más pobres, pero lo cierto es que el pacto entre PSC y ERC contempla una cuota de solidaridad.

R.- Hombre, claro, esto hay que venderlo, pero nosotros en el libro hemos hecho los números. Imaginemos que Cataluña tuviese un cupo como el vasco, pero bien hecho, porque el cupo vasco está mal calculado adrede. ¿Sabes por qué?

P.- ¿Por qué?

R.- Por los muertos en el cuartel de Intxaurrondo [durante la lucha contra ETA]. Cada vez que había que negociar, unos sacudían el árbol y otros recogían las nueces [como el expresidente del PNV Xabier Arzalluz definió el reparto de tareas entre radicales y moderados]. Pero bueno, no nos desviemos de nuestro tema.

Imaginemos que calculamos el cupo catalán correctamente. La recaudación de los impuestos gestionados por la AEAT en Cataluña alcanzó los 53.543 millones en 2023. El sueño de cualquier independentista sería quedárselos todos, pero, en primer lugar, el sistema ya le ha adelantado 23.255 millones que debe devolver y, de los 30.288 restantes, hay que detraer los 22.500 millones que suman la parte que le corresponde de los servicios estatales comunes, el pago de los intereses de la deuda, la financiación de la Seguridad Social y el presupuesto europeo. Total, que le quedan 7.780 millones para, a la vez, incrementar la financiación de la Generalitat y pagar la cuota de solidaridad.

«El otro gran modelo federal es EE. UU., donde hay divergencias brutales en servicios sociales y educación entre los estados. ¿Es eso lo que quieren ERC y PSC, dos partidos de izquierdas?»

P.- ¿Y cómo se repartirían?

R.- En el libro aventuramos que la cuota de solidaridad será de unos 4.000 millones, porque una suma inferior sería muy difícil de vender y condenaría a la desaparición del PSOE en Andalucía y Extremadura. Eso significa que la Generalitat apenas va a ingresar 3.400 millones adicionales, algo que dejará a mucha gente descontenta. Los catalanes se piensan que con la financiación singular recibirán un chorro de dinero, pero sobre el papel salen esos 3.400 millones, que además serán muchos menos, porque entre el aumento del fraude y los costes de gestión difícilmente entrarán en las arcas públicas 1.000 millones más.

Pero dentro de cuatro años habrá un nuevo pacto de legislatura con quien sea: con el Partido Popular, con el Partido Nacional del Pirulí Verde o con el Partido Liberal Democrático de la Reconciliación Nacional. Y Junts y Esquerra dirán: «Tenemos los votos para la investidura, pero, si los queréis, la cuota de solidaridad va a ser de 3.800 en lugar de 4.000». O simplemente y para que no se note tanto, no la actualizarán con la inflación, hasta que quede reducida a cero en 2050.

«El sistema de financiación autonómica no es perfecto, pero es relativamente sensato y muy similar al alemán»

P.- Es lo que decís que ha pasado en Euskadi.

R.- El convenio del País Vasco no era originalmente demencial. Era malo, pero no demencial. Lo que ha ocurrido es que el PNV ha aplicado una estrategia muy astuta: puso el pie en la puerta en 1981 con un cupo determinado, sabiendo que podrían revisarlo a la baja durante los siguientes 40 años.

La filosofía es la siguiente. Mientras [Mariano] Rajoy tuvo mayoría absoluta en el Parlamento, las negociaciones se paralizaron y solo se reanudaron una vez que la perdió. Entonces quitaron 50 millones de aquí, 50 millones de allí… Son cantidades que se diluyen en el vasto océano de los Presupuestos Generales [de 450.000 millones en 2023]. Nadie monta un escándalo en la conferencia de prensa del Consejo de Ministros por 50 millones. Y así es como, rodaja a rodaja, el País Vasco ha ido recortando el salami hasta que al final se lo ha quedado entero, e incluso con una parte del salami del vecino.

P.- Madrid desbancó en 2019 a Cataluña como primera economía regional. ¿Qué papel ha desempeñado el sistema de financiación? A los nacionalistas se les llena la boca con el Madrid ens roba.

R.- Aquí hay que distinguir varios conceptos. Para empezar, ¿es verdad que la comunidad de Madrid tiene más actividad de la que tendría naturalmente como consecuencia de que el grueso de la Administración General del Estado está aquí? Sí. Habría que pensar en maneras de reequilibrar España territorialmente. Yo soy el primero en defenderlo, pero esto no significa que Madrid esté mejor financiada.

¿Por qué? Porque el sistema tiene en cuenta ese problema. Los nacionalistas catalanes argumentan que los funcionarios del Estado pagan el IRPF en Madrid, y es cierto. Pero el Fondo de Garantía de Servicios Públicos compensa al resto de las regiones por ese concepto. También dicen los nacionalistas que los directivos del Ibex pagan el IRPF en Madrid, y es verdad, pero los tres fondos autonómicos descuentan ese IRPF de lo que recibe Madrid.

Por eso, al final Madrid recibe 3.100 euros por persona y Cataluña 3.800 euros. No estoy diciendo que Madrid esté infrafinanciada, sino que no está sobrefinanciada: 3.100 es menos que la media de 3.400 euros.

Ahora, el segundo tema. ¿Por qué Cataluña ha crecido menos que Madrid? Por muchos motivos, pero el principal es que Madrid ha aplicado políticas económicas más sensatas. En Madrid es más fácil abrir un negocio que en Barcelona y tiene una fiscalidad autonómica más amable, y déjame puntualizar que el coste de que los madrileños paguen menos IRPF lo asume completamente su Administración; el resto de los españoles no pone ni un euro de más por ello. Los presidentes madrileños también han sido más partidarios del crecimiento, la desregulación y los incentivos empresariales que los de la Generalitat. Eso se aprecia mucho en los medios. No voy a decir que la prensa madrileña sea furiosamente liberal, pero sí es mucho más promercado que la catalana. Allí solo hay dos tipos de artículos: los que sostienen que el capitalismo es malvado y los que sostienen que es hipermalvado.

Finalmente, Cataluña ha tenido otro lastre muy importante, algo que los nacionalistas no reconocen en público, pero que a Jordi Pujol se le escapó una vez.

P.- La famosa frase de que «un país es mucho más que una ciudad, por grande, poderosa y entrañable que sea» [que recoge José María Martí Font en Barcelona y Madrid: Decadencia y auge].

R.- Para los nacionalistas el enemigo número uno no es Madrid, sino Barcelona. Ese es el gran secreto del catalanismo: a quien realmente odian es a Barcelona y su área metropolitana. ¿Por qué? Porque es castellanohablante, porque no vota nacionalista y porque absorbe la actividad del resto de Cataluña.

Pujol nunca ocultó su propósito de hacer país y, durante más de 40 años, la política de la Generalitat ha ido orientada a perjudicar a Barcelona. Esto es una barbaridad en todo momento y lugar, pero da la casualidad además de que vivimos en una era en la que el motor del crecimiento son las grandes ciudades.

P.- Por razones que no entendemos completamente…

R.- …pero que en ningún caso tienen que ver con el sistema de financiación autonómica español. Es un fenómeno global. Lo ves en lo bien que les ha ido (especialmente antes del covid) a Nueva York, a San Francisco o a Los Ángeles, en comparación con la mitad rural de Kansas. Es una dinámica poderosa de la economía mundial y si tu gran baza se llama Barcelona pero te dedicas a fastidiarla…

P.- La paralización de la ampliación del aeropuerto del Prat es el más reciente ejemplo.

R.- Los nacionalistas catalanes critican constantemente la ejecución de obra pública estatal en Cataluña. Dicen que en Madrid se presupuestan, digamos, 150 millones de euros y se ejecutan todos, mientras que en Cataluña siempre queda alguno pendiente.

¿Y por qué es eso así? Muy sencillo. Si en Madrid quieres ampliar Barajas, llegan las excavadoras y se ponen a mover tierra. Y si alguien dice que ha detectado la presencia de una especie protegida de murciélago, el votante medio de Madrid (sin entrar a valorar si está bien o mal) dice: «¡A freír espárragos los murciélagos!».

En Cataluña, en cambio, planteas alargar la tercera pista del Prat y al día siguiente tienes a la Asociación Vecinal manifestándose y a Ecologistas en Acción presentando una demanda judicial. Al final, no ejecutas la obra, y encima le echas la culpa a Madrid…

P.- En vuestro libro afirmáis que el éxito de Madrid se ha convertido en una amenaza para el sistema de financiación.

R.- Yo estudié en un colegio muy tradicional, donde todo giraba en torno a Aristóteles y su idea de que la virtud está en el término medio, y pienso efectivamente que necesitas un país equilibrado, donde ningún territorio destaque excesivamente ni para bien ni para mal.

Que a Madrid le vaya como le está yendo no es beneficioso ni para el resto de España ni para la propia Madrid. Esto no significa que yo quiera perjudicar a Madrid (algunas veces me han acusado de antimadrileño). En absoluto. Madrid tiene mucho mérito. Ha prosperado en buena medida gracias al acierto de sus decisiones, pero también por circunstancias que la trascienden. Se ha beneficiado de enormes ventajas de localización y de las fuerzas de la globalización. Deberíamos pensar en fórmulas para compartir esta prosperidad sobrevenida. De lo contrario, se generarán envidias y resentimientos que no son buenos para nadie.

P.- ¿Cómo se debería reformar el actual sistema de financiación que, según vosotros, se ha quedado anticuado?

R.- Es fundamental hacerlo más transparente. Hoy sales a la calle, paras a cualquier profesional (un señor con traje y corbata o una señora bien vestida), le preguntas: «Explíqueme, por favor, cómo funciona el sistema de financiación a grandes rasgos», y te apuesto una cena en el restaurante que quieras a que no lo sabe, a menos que des con un técnico del Ministerio de Hacienda.

Eso no puede ser. Necesitamos un sistema más sencillo. La situación actual es insostenible. No puede ser que Francisco de la Torre (un tipo superinteligente, compañero mío de promoción y número uno de su oposición) y yo, que algo hemos hecho en la vida, tengamos que estar a las tres de la madrugada devanándonos los sesos porque nos hemos puesto a leer la ley y no la entendemos.

P.- ¿Y qué hacemos con las haciendas forales?

R.- Muy fácil. Primero, que el País Vasco y Navarra empiecen a sufragar la parte que les corresponde en el déficit de las pensiones contributivas. Segundo, cambiar el ajuste del IVA para que refleje la realidad del consumo en el País Vasco y Navarra. Simplemente esas dos cosas. A ver qué nacionalista me puede decir algo.

P.- Decirte algo no sé, pero se van a hacer los locos.

R.- Por supuesto que se van a hacer los locos. He discutido mucho con ellos y en seguida se salen por la tangente. Pero, ¿sabes qué? La solución va a venir por la vía de los hechos, porque el País Vasco sufre un declive demográfico tremendo y, de aquí a 10 años, se va a poder gobernar España sin su apoyo. Ya está. Y si no les gusta, que se aguanten.

Publicidad