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La otra cara del dinero

Vacaciones tiesas: vender los muebles para una escapadita de película

«Tendencias como la venta por Wallapop intentan llenar el hueco entre los muy dispares crecimientos del gasto vacacional y de los sueldos»

Vacaciones tiesas: vender los muebles para una escapadita de película

Un grupo de viajeros en barco. | Pixabay

La dismorfia financiera que nos devora anuncia arenas movedizas, pero las vacaciones son innegociables. Necesitamos infestar las redes sociales de nuestras fotos en la playa paradisiaca o la naturaleza acogedora («por las noches nos teníamos que poner una rebequita»). Para dar envidia. Aunque la cuenta corriente esté tiritando. Algo así como el palillo de dientes que el hidalgo empobrecido de antaño ostentaba por las calles para que creyeran que había comido carne. En eso ha quedado la tan española honra. 

Ya sabe: la economía española «va como una moto», pero los salarios de los españoles están entre los que menos subieron de la UE en 2024. Sin embargo… El Informe Europeo de Pagos de Consumidores de Intrum dice que somos los terceros en capacidad financiera para viajes y experiencias premium. Y el Observatorio Nacional del Turismo Emisor (ObservaTUR), que el presupuesto previsto para las vacaciones de este verano era de 739 euros por español, 62 más que el año pasado. 

Mónica Pérez, directora de Comunicación, Estudios y Relaciones Institucionales de InfoJobs, explica en un estudio ad hoc que «en los últimos años estamos viendo cómo han aumentado los gastos asociados a este periodo de descanso. Un crecimiento que, además, no está en consonancia con la evolución de los salarios». Mientras que en los dos últimos años el gasto vacacional ha crecido un 8% y un 9%, la remuneración ofrecida por las empresas en las vacantes de empleo lo ha hecho en un 3% y un 2%. 

Para los expertos de InfoJobs, «esta diferencia entre una variación y otra pone de manifiesto que los costes del alojamiento, el transporte o la restauración están creciendo a una mayor velocidad que los ingresos obtenidos por los empleados/as». Obvio. Pero, para un servidor, también insinúa que estamos un poco obsesionados con las vacaciones: nos resistimos con uñas y dientes a recortar por ahí. Ayuda también el firme liderazgo de la clase gobernante: ya contamos por aquí los 15.000 euros que Pedro Sánchez y su séquito gasta cada verano en comida y bebida en La Mareta.

Los que, por lo que sea, no tenemos acceso directo al erario público, tenemos que apañárnosla para cuadrar presupuestos vacacionales. A veces de la forma más rupestre. Según el estudio La Red del Cambio 2025, realizado por Wallapop y la consultora Ipsos, el 14% de los españoles que utilizan este tipo de plataformas de compra y venta de productos reutilizados utilizan los ingresos que obtienen para pagar sus vacaciones de verano. El informe calcula que «sabiendo que, de media, cada persona genera un importe adicional de 1.112 euros al año gracias a la reutilización de productos, los usuarios de plataformas como Wallapop este año podrían viajar a destinos paradisíacos que son tendencia como: Punta Cana (890 euros), Riviera Maya (950), Tailandia (895) o Japón (1.050)». 

No mencionan el pequeño inconveniente de que, a cambio, a lo mejor te quedas sin muebles. Por ejemplo. Quizá por eso, más adelante rebajan el tono y mencionan «otro gasto común en la economía española, las escapadas: pequeños viajes de fin de semana o aprovechando algún festivo que también acaban llevándose un pedazo del presupuesto anual de las familias». Según sus datos, los españoles gastan al año una media de 480 euros en este concepto, «una cantidad que podrían cubrir si vendieran todo aquello que tienen en casa, pero no están utilizando pues, los españoles afirman tener en casa productos que no utilizan y que podrían vender por un valor de 404 euros».

Eso ya cuadra un poco más. Aunque hay escapadas y escapadas. Y el concepto de ocio aspiracional no ayuda. Según el estudio Turismo 2025: Nuevas formas de viajar de la EAE Business School, «el turismo ha dejado de concebirse exclusivamente como el desplazamiento hacia un destino geográfico para orientarse cada vez más hacia las vivencias, los significados y los aprendizajes que el viaje proporciona». Esto se traduce, entre otras cosas, en el llamado «turismo cinematográfico», que reconoce practicar 28% de los españoles. El 38% se inspira en documentales, el 37% en series y el 36% en cine.

Una mina. Según un informe de KPMG, en 2022 el mercado global del turismo cinematográfico alcanzaba los 68.000 millones de dólares, con proyecciones de crecimiento sostenido. La EAE pone «ejemplos paradigmáticos como Nueva Zelanda con El señor de los anillos, Dubrovnik con Juego de tronos o Escocia con Outlander», que «muestran cómo un producto audiovisual puede resignificar territorios enteros y generar nuevas rutas culturales». No suena muy barato… «Más allá del dato económico, el turismo cinematográfico presenta impactos diferenciales y estratégicos: desestacionaliza y descentraliza flujos, aumenta el gasto medio por visitante (hasta un 40% más en algunos destinos, como Nueva Zelanda), prolonga las estancias», etc.

Afortunadamente, las nuevas tecnologías nos van a salvar del chorreo financiero. Otra de las conclusiones del estudio de la EAE es que «la evolución de tecnologías como la realidad virtual, la realidad aumentada, la inteligencia artificial y el metaverso anticipa una ‘digitalización’ creciente del turismo: una fusión progresiva entre lo físico y lo digital que transforma tanto la vivencia del viaje como el perfil del viajero». Siempre nos quedará pedirle a la IA de turno que nos apañe una foto nuestra en el rincón más premium de Dubrovnik haciéndole una carantoña al pequeño Tyrion Lannister. Seguro que nos ponen un montón de likes en el Instagram y, además, no tendremos que vender la mecedora de la abuela, la pobre, con lo vintage que es ella. LOL.   

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