Por qué en España no existen los tecno-líderes
El contraste con los EEUU de Musk, Zuckerberg, Bezos, Gates o Cook deriva de factores que van más allá del tamaño

Cena de Trump con los líderes tecnológicos de EEUU. | Brian Snyder (Reuters)
En un ensayo titulado El vértigo de la fuerza (Acantilado, 2018), el escritor suizo Étienne Barilier recuerda una reflexión de Camus: el siglo XX es el inventor del crimen lógico frente al atávico crimen pasional. El crimen lógico es administrativo, colectivo, universal; dispone de método y se muestra implacable en la ejecución. También en el siglo XX, aunque ya en sus postrimerías, surge el liderazgo tecnológico, aparentemente muy distinto del clásico liderazgo mesiánico. Donde el viejo líder azuzaba abstracciones como la patria y la grandiosidad, el tecno-líder sustenta su plan en la contabilidad, el lucro y una ambición con frecuencia desmedida.
Por ingresos, Estados Unidos cuenta entre sus empresas más importantes con Amazon (número dos en el ranking del país con 638.000 millones de dólares), Apple (391.000 millones), Alphabet (350.000), Microsoft (245.000) y Meta (165.000). Además, si se contempla el valor de mercado, la lista debe incluir a Nvidia, Tesla, Netflix, Cisco y Salesforce. Aunque Visual Capitalist se olvide de ella, en este club cabe perfectamente OpenAI, propietaria de ChatGTP, la herramienta de moda en Occidente.
De todos esos nombres brotan otros, esta vez con apellidos, los de algunas de las personas más influyentes del mundo y de la nación que todavía -a duras penas- lo lidera. En primera línea o cerca de ella siguen Jeff Bezos, Tim Cook, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai y, con sus tremendas singularidades, Elon Musk. También Sam Altman es una voz emergente y ambiciosa nacida al amparo de la inteligencia artificial.
El poder de estos magnates no es sólo económico. Con sus donaciones, se aproximan o alejan del inquilino de la Casa Blanca, condicionan políticas fiscales y suministran soluciones disruptivas a agencias estatales como la NASA o al Ejército. A Musk se le otorgó, de hecho, una capacidad decisoria sin precedentes y el hombre la exprimió hasta que el idilio con Donald Trump no dio más de sí. Esas gigantescas organizaciones ejercen en paralelo de pulmones insufladores de empleo, y no sólo en EEUU.
¿Paralelismos?
Si se compara este elenco mayoritariamente ubicado en Silicon Valley con la realidad de España, salta a la vista que no existen aquí figuras capaces de desempeñar (a escala) un rol similar. Los mejores empresarios patrios -individuos como Amancio Ortega o Juan Roig– provienen de otras industrias, aunque es cierto que aplican en sus compañías diversas capas tecnológicas, algunas de ellas verdaderamente disruptivas (ahí está Moda Re-, que recurre al know how de Inditex para reciclar y clasificar ropa con enorme precisión).
Los hermanos Encinar (Idealista) son otra referencia al crear una plataforma inmobiliaria exitosamente vendida y a la que siguen muy vinculados, uno como CEO y el otro como director de comunicación y marketing. En un peldaño mediático inferior para el público generalista hay o hubo emprendedores en serie e inversores como Iker Marcaide, Hugo Arévalo, José del Barrio, Iñaki Arrola, Félix Ruiz, Enric Asunción, Javier Pérez-Tenessa, Juan de Antonio, Jordi Romero, Javier Santiso y Pep Gómez, más los expatriados Amuda Goueli, Avi Meir y Rob Cassedy.
No sólo el tamaño explica la ausencia de un paralelismo entre el peso que unos ejercen en EEUU y el influjo mucho más liviano que otros aportan desde España. En la sociedad española, los mejores elementos se cuidan muy mucho de traspasar la línea roja de la política, un ecosistema donde, como explica Arturo Pérez-Reverte en una reciente entrevista en El Mundo, «los políticos han conformado una España útil para su negocio: polarización, corrupción, demagogia, eslóganes facilones». «Ellos han aprovechado nuestros puntos débiles. Y, sobre todo, nuestra falta de educación».