Cayumas: la sostenibilidad como tradición
Ana Cerrato, fundadora de la empresa, demuestra cómo la moda y el respeto al medio ambiente pueden ir de la mano

Los friulanes que caracterizan la marca, unas tradicionales alpargatas de origen italiano. | Cortesía de Cayumas
Vivimos en la época del fast fashion, un modelo ultrarrápido de producción masiva a bajo coste, cuyo objetivo es no perder el ritmo a las tendencias de moda para maximizar beneficios. Según investigaciones de Earth.org, algunas marcas rápidas pueden diseñar, fabricar y lanzar nuevos productos al mercado en un plazo de entre diez días y ocho semanas.
Para entender las consecuencias de este modelo de fabricación en el medio ambiente, basta con mirar las playas de Ghana, país al que, como advierte Greenpeace África, llegan 15 millones de prendas cada semana, más de la mitad en condiciones irrecuperables. Estos textiles acaban desechados en las costas, en las orillas de los ríos y en basureros informales de Accra, la capital, generando una emergencia ecológica y de salud pública. El caso ghanés no es aislado; en otros lugares del mundo, como el desierto de Atacama en Chile, se repite la devastación ambiental. Estos paisajes convertidos en vertederos evidencian el impacto de una industria que, según la ONU, figura entre los mayores contaminadores del planeta, responsable de entre el 8% y el 10% de las emisiones globales de carbono.
Ante esta realidad hay marcas sostenibles que buscan reconstruir el sector de la moda con un enfoque ético, donde el medio ambiente importe más que las tendencias y los márgenes. En este panorama aparece Ana Cerrato, quien en 2020 fundó, junto con su marido Borja de Madariaga, la firma de zapatos Cayumas.
Su motivación nace del deseo de recuperar una alternativa que lleva existiendo miles de años, la de la moda artesanal, donde, según sus palabras, «menos es más». De este modo, Cerrato contribuye a una transformación en la moda a la que «muchos se están sumando» y donde «no todo vale».

Apostar por el medio ambiente
Los friulanes de Cayumas demuestran que la sostenibilidad no es una tendencia, sino una tradición arraigada en la historia. Estos zapatos toman su nombre de Friuli, la región histórica del norte de Italia donde nacieron. En el siglo XIX, mucho antes de que se hablara de upcycling o moda consciente, los habitantes de la zona fabricaban su calzado usando lo que tenían a mano, pedazos de tela reutilizada y caucho de las bicicletas viejas familiares, adornándolos con bordados propios de cada hogar. «Los friulanes nacen de la necesidad de la comunidad de crear con lo que tenían y hacerlo lo más bonito posible», explica Ana Cerrato.
Doscientos años después, la versión contemporánea de este calzado, los Cayumas, vistos hoy por las calles de Madrid y Nueva York y usados por iconos de la moda como la actriz estadounidense Kelly Rutherford o la princesa Carolina de Mónaco, permanece fiel a sus orígenes: «el proceso es exactamente igual que en el siglo XIX», asegura Cerrato. El artesano que los confecciona, con un equipo integrado principalmente por mujeres mayores, es la quinta generación de una familia dedicada a los friulanes.
El taller, que Cerrato compara con el de Pinocho, mantiene un proceso estrictamente artesanal de principio a fin. Cada par de zapatos requiere una hora de trabajo y es cosido a mano. No se utilizan máquinas, pegamentos ni grapas. Los materiales siguen siendo los mismos, la tela y el caucho de ruedas de bicicleta, que antes provenían de unas pocas bicicletas de cada casa y hoy se apilan en montañas dentro del taller, evidenciando la magnitud del componente reciclado.
Un modelo duradero y «sin prisa»
Con Cayumas, Ana Cerrato, que se define como «nostálgica», quiso volver a un pasado donde los productos eran elaborados «sin prisa». Harta de las prácticas nocivas de la industria de la moda, buscaba demostrar que el diseño artesanal y sostenible no solo es mejor para el planeta, sino que culmina en productos mucho más duraderos. De hecho, una de las grandes consecuencias del modelo de producción ultrarrápido es la pérdida de calidad, ya que para ofrecer precios más bajos y mantener márgenes altos, las marcas fast fashion sacrifican tanto los materiales como los estándares altos en los procesos de producción.
El resultado de ese sacrificio es visible en los patrones actuales de consumo, con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advirtiendo que hoy compramos un 60% más de ropa que hace quince años, con cada prenda durando menos de la mitad del tiempo que entonces.
Cerrato explica que desde que los friulanes se popularizaron, algunas marcas comenzaron a copiar el diseño de Cayumas «absolutamente igual», pero produciéndolas en sus propias fábricas en lugar de talleres. Para la elaboración de esos zapatos recurren a materiales sintéticos como el pegamento y el poliéster, un textil no biodegradable derivado del petróleo. Dado su bajo precio, el poliéster es uno de los textiles más utilizados por la industria de la moda, aunque los efectos para el medio ambiente sean graves. Un informe del Parlamento Europeo subraya que una sola carga de ropa de poliéster en la lavadora puede liberar 700 000 fibras microplásticas, las cuales contaminan ríos y mares y acaban por entrar en la cadena alimentaria humana.
Paradójicamente, Cerrato señala que las marcas que utilizan materiales sintéticos para fabricar zapatos parecidos a sus friulanes no siempre venden más barato; en ciertos casos cobran lo mismo que Cayumas e incluso más. Para la fundadora, se trata de una estrategia destinada a hacer creer al consumidor que los productos son de mayor calidad o hechos de materiales más costosos, aunque la realidad sea todo lo contrario. No obstante, Cerrato defiende que la calidad de los productos artesanales habla por sí sola: «Cuando una clienta llega a Cayumas después de comprar una marca rápida, con un diseño parecido, alucina. Se da cuenta de la diferencia».

El desafío de la moda sostenible
Emprender en el ámbito de la moda sostenible resulta más desafiante que en el modelo tradicional, ya que conseguir materiales ecológicos y optar por métodos de producción responsables requiere una inversión mayor de dinero, esfuerzo, conocimiento y tiempo. Otro reto constante para las marcas conscientes es garantizar la transparencia en las prácticas laborales y ambientales a lo largo de toda la cadena de suministro.
La fundadora de Cayumas insiste que quienes quieran dedicarse a este sector deben tener claros sus objetivos: «No pretendan hacerse millonarios». Reconoce que los márgenes son reducidos y que la producción artesanal tiene un límite. A menudo reciben pedidos demasiado grandes para su capacidad de producción, y aunque estas oportunidades puedan resultar lucrativas, es imposible aceptarlas si quieren mantener sus estándares. Conociendo esta realidad, distintas fábricas les han ofrecido producir los friulanes, pero Cerrato afirma que el resultado nunca es el mismo: «Te dicen que te van a hacer una copia exactamente igual. Pero no lo es, porque tiene pegamento, porque tiene poliéster». Mantiene que la diferencia en calidad e impacto social del producto «realmente merece la pena».
En este mundo obsesionado por la maximización, más ganancias, más consumo, más velocidad, Cayumas subraya el valor del slow fashion que vuelve a los orígenes, da prioridad a la excelencia y antepone la conservación del planeta como valor fundamental.