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Economía

La alta costura se suma al auge de la segunda mano ante el estancamiento de las ventas

Las marcas de lujo lanzan iniciativas y colaboraciones para revender prendas usadas, un mercado en rápido crecimiento

La alta costura se suma al auge de la segunda mano ante el estancamiento de las ventas

Imagen de archivo de una tienda de Versace en la calle Serrano de Madrid. | EP

Las marcas europeas de alta costura se enfrentan a un panorama lleno de turbulencias. Aunque muchas de ellas mantienen su rentabilidad, las ventas se han ido estancando –o han entrado incluso en retroceso– en un momento en el que el sector textil en general ha tenido que reinventarse ante desafíos como la digitalización, la revisión de las cadenas de suministro y proveedores de materiales o la estrategia de presencialidad a través de su red de tiendas físicas.

En este contexto, varias compañías se han subido al carro de la principal tendencia que vive el sector de la moda actualmente: la reventa de artículos usados. Un informe de Boston Consulting Group para Vestiaire cuantifica el mercado de productos de moda y lujo de segunda mano en unos 220.000 millones de dólares (188.670 millones de euros) a escala global, y apunta además a su rápido crecimiento, con la previsión de que alcance los 360.000 millones de dólares (308.730 millones de euros) en 2030.

Un informe de Oxford Economics para Humana estimó las ventas de ropa de segunda mano en Europa en unos 7.000 millones de euros anuales. Esto incluye prendas de todo tipo, pero revela que la dimensión de este mercado, en imparable crecimiento, ya equivale al 15% de la facturación de la moda de lujo. Ante estos datos y la tendencia de las tiendas vintage, que se ha ido haciendo fuerte en las calles españolas en los últimos años, las marcas tanto de fast fashion como de alta costura se han ido sumando al carro con iniciativas propias que impulsan la reventa. Entre estas últimas se encuentran desde Valentino Vintage hasta la colaboración de Burberry con Vestiaire, pasando por Upcycled by Miu Miu.

«Las marcas de lujo antes se enfocaban a un nivel de renta alto, pero se las han apañado para convencer o dar oportunidades a gente que no tiene este poder adquisitivo tan alto, sino que forman parte de un círculo social en el que necesitan aparentar estatus», señala Neus Soler, profesora de Economía y Empresa de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). Circunscribe esta tendencia al grupo de personas que: «vive a base de tarjeta de crédito y que cuando ves qué sueldo tienen te preguntas cómo puede ser que tengan un coche así». Este perfil de cliente se conforma con «no tener el último modelo Loewe, pero sí los que están retirando de la colección».

En cambio, quien vende estas prendas usadas «es un perfil de consumidor caprichoso, que se cansa en seguida de todo, compran un modelo pero a los 24 días se cansan y es una forma de ganar espacio en el armario y de sentirse bien», ya que una parte de esta «élite» responde bien a los eslóganes en torno a «la rueda de la economía circular», según la especialista en marketing y moda. A modo de ejemplo, recuerda que «con los artículos de lujo, se hacen muchas ediciones limitadas y se vende todo», aunque luego pueden caer en el desuso y el olvido.

«Los productos de marcas reconocidas son siempre los más buscados y fáciles de vender», añade Xin Jing, propietaria de Friperie Madrid. En su tienda vintage ha detectado que, para el cliente, «una prenda clásica vintage de marca ofrece una mejor relación calidad-precio», especialmente en la situación actual de «aumento de precios en general y la disminución del control y los estándares de calidad en las grandes marcas». «Además, si en algún momento decides venderla, el valor se mantiene mejor gracias a su prestigio», apunta. Asimismo, los clásicos de Levis son un favorito en este establecimiento, que también registra una alta demanda de ropa deportiva de Adidas, Nike y Polo, así como de artículos de piel como chaquetas, pantalones, faldas y botas, pantalones anchos de tela y vaquero, accesorios como bolsos, cinturones y joyas o bisutería, pero también ropa de marcas a precios más asequibles.

Esta temporada son tendencia la estética dosmilera (Y2K) y el estilo street style y deportivo, incluyendo camisetas de fútbol o chándales. Tal y como explica Jing, en España «la gente no estaba dispuesta a pagar mucho, incluso por marcas como Burberry o Yves Saint Laurent, porque consideraban que eran de segunda mano» y preferían pagar menos por una prenda nueva de Zara, pero «en los últimos tres años hemos visto un auge en el sector vintage y de segunda mano», en el cual se valora más la sostenibilidad, en parte porque los influencers han popularizado la ropa reciclada. «Hoy en día, hay una gran cantidad de tiendas vintage en el centro de la ciudad, así como opciones online y aplicaciones. De repente, lo vintage se ha vuelto mucho más atractivo y cool».

Algunas marcas como Gucci se han enfrentado a la paradoja de una demanda en retroceso mientras triunfan en las apps o tiendas especializadas en reventa de lujo. De hecho, según datos de BCG, el mercado de moda de segunda mano crece tres veces más rápido que el de ropa nueva. Para Soler, «todas las marcas están buscando la manera de revender productos, por ejemplo, Zara con su Pre-Owned», aunque se muestra crítica con estas iniciativas porque «pueden acabar fomentando más el consumo» y aportan valor a las compañías, pero no necesariamente al consumidor, que ya cuenta con apps como Vinted o Wallapop.

«Las marcas lo fomentan y así recopilan datos para tomar decisiones empresariales», aunque la tendencia de la sostenibilidad, la economía circular y la segunda mano van más allá, pues el sector entero orbita ahora en torno a estos principios, lo que genera «oportunidades de negocio incluso para tiendas pequeñas o talleres de cómo convertir tejanos en un bolso», indica la profesora. Un cambio de la industria que responde a una tendencia de la sociedad, que cada vez exige más pasos en esta dirección. Recientemente, el Gobierno italiano presentó un proyecto de ley con impuestos al ultra fast fashion, después de que Francia estableciese medidas similares.

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