The Objective
La otra cara del dinero

¿Ha hecho la mafia una oferta que (algunos) en la NBA no han podido rechazar?

Apellidos legendarios aparecen en un caso de apuestas ilegales que involucra a estrellas millonarias

¿Ha hecho la mafia una oferta que (algunos) en la NBA no han podido rechazar?

Chauncey Billups. | Europa Press

Escándalo mayúsculo en la NBA. La euforia por el comienzo de temporada se ha visto oscurecida por la tremenda noticia de la detención de varias estrellas involucradas en un muy turbio asunto de apuestas. Entre ellos está nada menos que Chauncey Billups, miembro del Hall of Fame por sus días como jugador y actual entrenador de los Portland Trail Blazers. También Terry Rozier, una de las estrellas de los Miami Heat. 

Rozier, de 31 años, tiene esta temporada un sueldo de 25 millones de dólares. Desde la 2019-2020 no baja de los 15. Billups no pilló esta época dorada de la NBA, pero tacita a tacita, sumó 106 millones de dólares en sus 17 temporadas, según Spotrac.com. Ahora, a sus 49 años, se tiene que conformar con un sueldo de entrenador, paradójicamente inferior al de los jugadores, aunque se supone que es el jefe. Él cobró la temporada pasada 4,7 millones de los Blazers, según Oregon Live. Tampoco debería tener problemas para llegar a final de mes.

¿Por qué se mete gente como esta en semejante lío? 

Mientras medios como la CNN se enredaban en detalles sobre la operación del FBI —la mafia organizaba partidas de póquer amañadas con códigos de barras en las barajas y gafas con rayos X, por ejemplo—, The New York Times aprovechaba que jugaba como local para darle al asunto un tono de novela negra al más puro estilo Dashiell Hammett: «El edificio bajo de ladrillo de la Avenida Lexington, en Manhattan, parecía como cualquier otro de la manzana […] un hombre —lo llamaremos, como hacen los fiscales, John Doe #1— entró a y se sentó en una mesa de póquer de una habitación trasera a la que solo se podía acceder con invitación. Se jugaba Texas Hold’em. Había mucho en juego. Por allí andaba un guardia de seguridad conocido como Bruce el Albanés o, alternativamente y de forma más reveladora, Big Bruce. Se unieron otros jugadores. John Doe #1 creía que tenía las mismas posibilidades que cualquiera de ellos».

Fascinante. Sin embargo, quizá fueran los editores de USA Today quienes mejor apuntaron a la pregunta de fondo. «Gambino. Bonanno. Genovese. Lucchese. Conozca a las familias mafiosas involucradas en el escándalo de las apuestas de la NBA», proponían en un seductor titular. Apellidos míticos de tipos que, como recuerda Neal Pollack en The Spectator con cinéfilo acierto, hacen ese tipo de ofertas que ni las estrellas de la NBA pueden rechazar. Dicen los ingleses que Billups «cayó víctima de las siniestras tentaciones del ‘juego privado’, donde todos los profesionales del póquer saben que está el dinero real». Y ya no pudo deshacerse del abrazo de la familia…

Michael Jordan, el mejor jugador de todos los tiempos, también tuvo un importante problema con las apuestas. Su fama, cuestión de estado, probablemente impida que se llegue a saber alguna vez hasta qué punto, con el punto culminante, en 1993, del extraño asesinato de su padre. La excelente serie El último baile deja ver el carácter ultracompetitivo, al borde de la psicopatía, que llevó a Jordan a lo más alto. Se ve que, una vez en esas alturas, no es fácil parar. Cuenta Record que un día llegó a apostar un millón de dólares… en una pachanga al golf con un antiguo quarterback de la NFL.

Para gente como Jordan, Billups o Rozier perder algún que otro millón a las cartas a lo mejor no es un problema. Sí que lo es la gente que comercia con sus dosis de adrenalina. Los Bonanno, Genovese, Lucchese y Gambino contrataron a las estrellas de la NBA para atraer a millonarios de todo tipo a las partidas que organizaban en su garito de Nueva York: «La tentación de jugar con verdaderos jugadores profesionales de baloncesto, a quienes hemos visto en televisión y probablemente en quienes hemos apostado antes, es bastante alta», explica Pollack, que concluye con la gran hipótesis: «No es ningún misterio que la mafia organice turbias partidas de póquer. No es nada nuevo. Ni que los ricos caigan en sus trampas. La verdadera pregunta gira en torno a Billups, que arriesgó su brillante reputación y su cuantiosa fortuna para ayudar a los delincuentes a hacer trampas en las cartas. Solo podemos suponer que la mafia le hizo una oferta irresistible».

Aquella memorable escena de El Padrino, con la rechazable masculinidad tóxica de Marlon Brando…

Antes de su conclusión, Pollack deja caer como quien no quiere la cosa que Rozier, la estrella de los Miami Heat, «también fingió una lesión para perder partidos, o al menos manipular las estadísticas de la NBA, ganando miles de dólares en apuestas deportivas. Así que la NBA está al menos parcialmente amañada, gran sorpresa». Lo deja ahí, tras el sarcasmo, para seguir hablando de cartas marcadas (hoy en día, con códigos de barras, que no se diga que la mafia no evoluciona). Habrá que ver si el FBI hace lo mismo. Lo de dejarlo ahí, no lo de marcar las cartas, quiero decir…

La historia estadounidense está marcada por la oscura encrucijada de deporte, dinero y crimen. En 1919, cuando el país comenzaba a enseñorearse del planeta tras ganar la Primera Guerra Mundial, saltó a la prensa el llamado «Escándalo de las Medias Negras»: ocho miembros de los Chicago White Sox (medias blancas, en inglés) fueron expulsados de por vida del béisbol profesional por dejarse ganar las series finales ante los Cincinnati Reds. El gánster Arnold Rothstein se hizo famoso por la gestión del amaño. El caso se estudia hoy en los más sesudos centros académicos. Véase, por ejemplo, esta reseña en el Journal of Sport History del libro History, Memory and Baseball’s Original Sin: The Telling and Retelling of the Black Sox Scandal, de Daniel Nathan, publicado por la University of Illinois Press.

Varios medios, incluido The New York Times, han incluido el nombre de LeBron James en el escándalo del momento. Palabras mayores. La superestrella de los Lakers aparece de forma muy tangencial: uno de los detenidos, Damon Jones, jugó 11 años en la NBA y coincidió con LeBron en los Cleveland Cavaliers. Ahora se ha sabido que le pasó a ciertos apostadores un chivatazo sobre que un jugador «destacado» de los Lakers no iba a jugar en un partido contra los Milwaukee Bucks el 9 de febrero de 2023. LeBron no jugó ese partido por una lesión de tobillo. Tiene pinta de que simplemente le comentó un detalle de su día a día a un viejo amigo, sin darle más importancia. El caso es que ganaron los Bucks. 

La mafia mancha todo lo que toca. Chavales como Lamine Yamal deberían tomar nota. Hablando de su famosa fiesta de cumpleaños, Manu Gálvez ya explicó por aquí que «nada habla de tu inmadurez como querer emular a Tony Soprano».

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