La parálisis política y la burocracia lastran la inversión extranjera a niveles de la pandemia
El retroceso borra de un plumazo los avances y devuelve el flujo de capital exterior a cifras comparables a las de 2013

Ilustración de Alejandra Svriz.
La inversión extranjera en España se ha desplomado en 2025, situándose en niveles por debajo de los registrados en la pandemia. La caída es tan contundente que es necesario remontarse a los peores meses de la crisis financiera para encontrar cifras similares. Los datos que ofrece DataInvex, analizados por THE OBJECTIVE, reflejan que durante el primer semestre de 2025, los flujos de inversión bruta apenas superaron los 8.476 millones de euros, un 60% menos que un año antes.
En términos históricos, el retroceso borra de un plumazo los avances acumulados desde la pandemia de covid y devuelve el flujo de capital exterior a cifras comparables a las de 2013, en plena resaca de la crisis de deuda. El capital extranjero ha interpretado en los últimos trimestres que España se ha vuelto un destino menos seguro para sus inversiones, menos previsible y más caro.
La cifra es aún más alarmante si se observa en detalle: en el segundo trimestre apenas llegaron 3.992 millones, la cifra más baja en ese periodo desde 2014. Pero si el dato de inversiones es malo, no lo es menos el de desinversiones. La desinversión extranjera —las salidas de capital por ventas o liquidaciones de activos de no residentes en España— se ha convertido en el otro lado del deterioro inversor.
Menos inversión y más desinversión
El 2024 las desinversiones se dispararon un 115% interanual. Esta dinámica continuó en 2025: en el primer trimestre, la desinversión alcanzó 2.024 millones de euros, un 36% más respecto al mismo periodo del año anterior. El resultado es una pinza: menos entradas y más salidas, que erosionan la inversión neta y refuerzan la lectura de pérdida de confianza.
Pese a los datos negativos que se recogen en la herramienta de consulta de la estadística de inversión española en el exterior, el Gobierno ha intentado restar dramatismo a la evidencia. En dos recientes respuestas parlamentarias a las que ha tenido acceso THE OBJECTIVE, el Ejecutivo atribuye la caída a «la enorme incertidumbre geopolítica».

La justificación del Gobierno
También señala otras causas, como «encarecimiento del capital por los tipos de interés» y un supuesto «efecto estadístico» tras grandes operaciones corporativas de ejercicios previos. Para el Ejecutivo, los flujos de inversión extranjera en España se han comportado de una forma similar a la de los países del entorno.
En España en particular, la caída de la inversión de este semestre se explica parcialmente por el efecto base, ya que los datos del primer semestre de 2024 fueron particularmente buenos, señala el Gobierno. Sin embargo, la comparación internacional desmiente esa lectura. Países con los mismos condicionantes externos —como Portugal, Polonia e Italia— han conseguido mantener o incluso aumentar los flujos de inversión directa en el mismo periodo Por otra parte, la mitad de la caída de la inversión de este semestre se explica por la menor inversión procedente de Estados Unidos y Reino Unido.
El Ejecutivo defiende los atractivos de España para atraer inversión, pero las cifras reflejan otra realidad. La retórica del crecimiento robusto se sostiene sobre un empleo público al alza, puestos de trabajo temporales y precarios, consumo financiado por deuda y gasto expansivo, pero no sobre la confianza empresarial ni la productividad.
En el ámbito internacional, el país tampoco proyecta la imagen de estabilidad que tuvo en la década anterior. La inseguridad jurídica, las tensiones territoriales, la guerra regulatoria entre ministerios y la judicialización de decisiones económicas han erosionado la credibilidad del entorno inversor.
Interpelación parlamentaria
En sus respuestas parlamentarias a Vox, fechadas en septiembre y octubre, el Ejecutivo reconoce el desplome, aunque lo atribuye a factores «externos y transitorios». Pero el discurso oficial, que responsabiliza al contexto internacional, deja sin abordar lo que los analistas y empresarios perciben como el problema de fondo: una pérdida sostenida de confianza en la economía española y su marco regulatorio que no invita a invertir.
España ha dejado de ser un destino atractivo para el capital internacional. Los datos, que publica el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa, muestran más que una simple ralentización. Reflejan un deterioro sostenido de la confianza inversora, un desgaste del marco institucional y un clima empresarial cada vez más incierto. La situación política, la parálisis legislativa, elevada presión fiscal y el contexto internacional consolidan esta negativa situación.
