The Objective
El podcast de El Liberal

Amancio López Seijas: «Quienes dicen que hoy se vive peor que antes no saben de qué hablan»

«El Estado de bienestar es un gran logro de la humanidad, pero está para proteger al débil, no para repartir paguitas»

Si me lo permiten, voy a empezar con una reflexión filosófica sobre la relación entre ética y éxito. Para muchos, el enriquecimiento está indisolublemente vinculado a la falta de escrúpulos, y en ello seguramente ha influido Hollywood, cuyo catálogo de películas está lleno de emprendedores que no se paran en barras, como el Charles Foster Kane de Ciudadano Kane, el Gordon Gekko de Wall Street o el Jordan Belfort de El lobo de Wall Street.

Esta mala imagen, que tiene que ver en no poca medida con la envidia que suscitan los ricos y famosos, siempre me ha resultado chocante, porque un individuo sin escrúpulos difícilmente trenza las alianzas que son imprescindibles para llegar a lo más alto.

Por eso me alegró mucho leer la caracterización que Amancio López Seijas (Camporramiro, Lugo, 1955) hacía en una entrevista del buen líder. Decía que «debe tener altura de miras y luces largas, pensar en grande y después ser fiable, creíble e íntegro». Y añadía a renglón seguido: «A mí sí me gustaría que, si alguien me definiera, lo hiciera como un hombre íntegro, con eso me es suficiente».

No es poca aspiración, y nuestra conversación para El pódcast de El Liberal, de la que sigue una versión editada y extractada, desgrana los distintos factores, incluido el ético, que han ayudado a López Seijas a levantar Grupo Hotusa, una organización que da empleo a 6.000 personas; que el año pasado facturó 1.560 millones de euros y ganó 115 millones, y de la que forman parte los 280 hoteles de Eurostars.

PREGUNTA.- Todo comenzó, según tengo entendido, con la creación…

RESPUESTA.- [Interrumpiéndome] Permíteme volver a tu presentación, a esa idea de que el éxito se basa en la falta de escrúpulos. Me parece una falsedad y, sobre todo, un error. Puede funcionar para negocios especulativos y de corto vuelo, pero si pretendes levantar algo duradero, sin dinero, experiencia ni formación y a partir de cero, únicamente prosperarás si creen en ti. Y esa confianza se consigue con integridad y principios. En definitiva, siendo fiable.

Esto es algo que, en mi opinión, se aprende en casa. Como no interiorices esos valores desde pequeño, después ya es tarde. El propio liderazgo lo concibo como se entiende en la familia y en la escuela. ¿Qué hacen los padres con los hijos y los maestros con los alumnos? Dar ejemplo, ser referentes de compromiso y de laboriosidad. En eso consiste la ética, y se equivoca quien la confunde con la estética o la cosmética. Si no la practicas con pleno convencimiento y desde dentro, si te limitas a aparentarla y no crees en ella, nadie creerá en ti tampoco.

P.- Tu carrera profesional arrancó en plena crisis.

R.- Fue en 1977. Habían pasado cuatro años del primer choque petrolífero, que había sumido Europa en una profunda recesión, de la que España no empezaría a recuperarse hasta bien entrada la década de 1980. Los hoteles urbanos vivían un momento delicado y se nos ocurrió que podíamos facilitarles prestaciones útiles [una central de reservas, la compra conjunta de suministros, etcétera] para que pudieran competir con las cadenas nacionales e internacionales… Fue una experiencia magnífica, pero dura: había que convencer cada día a mucha gente de la calidad de nuestra labor.

La organización [el Grupo Hotusa] sigue existiendo y creciendo. Casi todos nuestros rivales desaparecieron con la llegada de la tecnología y la venta online, lo que nos ha permitido seguir ampliando la oferta. Hoy en día, el área de Keytel [la unidad de negocio encargada de dar servicio a hoteles independientes y pequeñas cadenas] cuenta con más de 3.500 establecimientos asociados.

P.- La fundación de tu propia cadena es posterior.

R.- Empezamos en la década de 1990, haciéndonos con algunos establecimientos, y en 2005 los agrupamos bajo la marca Eurostars.

«Nuestros abuelos eran analfabetos y cruzaban sin temor el Atlántico. Hoy, jóvenes licenciados lo ven todo más difícil. ¡Hombre! ¡Hay que tener un poco de actitud!»

P.- ¿Y qué recuerdas como más significativo de aquellos primeros años?

R.- Que éramos muy jóvenes, que no teníamos formación adecuada ni dinero ni experiencia… ¿Cómo sobrevivimos? Gracias al sentido común, inspirados en la idea machadiana de que «se hace camino al andar» y a fuerza de golpes, que es la forma de que las lecciones se te queden grabadas de forma imborrable y no repitas errores. Esa experiencia te enseña a mantenerte en constante alerta y a no perder jamás el vértigo, porque no hay nada más peligroso que acomodarte cuando empiezan a ir bien las cosas. Si pierdes el vértigo, ya no hay remedio, porque la ley de la gravedad sigue en vigor.

P.- Los mileniales se quejan de que son la primera generación que vivirá peor que sus padres, pero vosotros no lo tuvisteis precisamente fácil.

R.- Pues fíjate que a mí me parece que las oportunidades surgen precisamente en los tiempos de dificultad. Las épocas de confort son agradables, pero no fomentan ese espíritu aventurero que nace de la necesidad. Y te diré que acabas cogiéndole el gusto a ese entorno de cambio constante. Yo suelo comparar la vida empresarial con el mundo del deporte, donde la competencia, la superación y las reglas claras motivan al máximo a los contendientes. Los emprendedores deberían inspirarse en ese modelo.

«Las oportunidades surgen precisamente en los tiempos de dificultad. Las épocas de confort son agradables, pero no fomentan el espíritu emprendedor»

P.- España destaca en fútbol porque La Liga es un entorno ferozmente competitivo y meritocrático.

R.- El fútbol y el deporte en general. La intensidad de la competición puede llevar a excesos, pero fomenta un estrés positivo que incentiva la superación personal y colectiva. Tiene momentos duros, pero la recompensa de alcanzar metas, incluso más allá de lo previsto, es inmensa. A los jóvenes yo les digo: «¿Pero tú sabes siquiera hasta dónde puedes llegar? Igual te sorprendes si lo intentas…». Esa es la esencia del espíritu emprendedor, que yo entiendo siempre vinculado a un propósito y a un deseo de permanencia. Insisto en que no hablo de negocios especulativos de corto plazo, que son otra cosa.

El presidente de Grupo Hotusa y la cadena Eurostars, Amancio López Seijas, durante un momento de la grabación de El podcast de El Liberal. | Kevin Borja

P.- Tu mensaje a las nuevas generaciones es que justamente porque las cosas están mal, hay más oportunidades.

R.- Exacto. Aparte de que los que afirman que ahora se vive peor no saben realmente de qué hablan. Las dificultades del pasado eran reales. Recuerdo un debate en Galicia, con licenciados en Administración y Dirección de Empresas. Muchos preferían ser ejecutivos antes que empresarios, porque decían que ahora está todo muy complicado. ¿Muy complicado? Nuestros abuelos, siendo analfabetos, cruzaron el Atlántico sin temor alguno. Hoy, jóvenes formados en la universidad y con másters lo ven todo mucho más difícil. ¡Hombre! ¡Hay que tener un poco de actitud ante la vida! Si todo lo que buscas es comodidad, tienes un problema.

Así que no, no estoy en absoluto de acuerdo en que ahora se viva peor. No niego que haya un problema con la vivienda, un problema que, por cierto, me resulta incomprensible: si la población crece, ¿por qué no se legisla para que se construya más?

Hecha esta salvedad, en ningún lugar ni en ninguna época de la historia se ha vivido como ahora. Eso no significa que debamos conformarnos, pero tampoco olvidemos cómo eran las cosas antes. Pensemos en la enorme diáspora gallega. A principios del siglo XX, La Coruña tenía 45.000 habitantes. En Buenos Aires había 150.000 gallegos.

«Durante siglos, en muchas zonas de España y Europa, la única posibilidad de progreso era alistarse en el ejército o meterse a cura. Conviene recordar de dónde venimos»

P.- Buenos Aires era la primera ciudad gallega…

R.- Y si echamos la vista aún más atrás, lo que nos encontramos es una existencia plagada de obstáculos. Durante siglos, en muchas zonas de España y Europa, la única posibilidad real de progreso era alistarse en el ejército o meterse a cura. Conviene recordar de dónde venimos para entender nuestro presente y hacia dónde vamos. Por eso considero esencial la formación, especialmente en humanidades: historia, filosofía, literatura… Nos proporciona contexto y nos ayuda a no caer en el fatalismo cuando las cosas van mal, ni en el optimismo ciego cuando van bien.

Ahora disponemos en Occidente de un sistema privilegiado: el Estado del bienestar, o más bien la sociedad del bienestar. Es un avance enorme. Europa, que supone menos del 10% de la población mundial, concentra más del 50% del gasto social. Es verdad que probablemente debamos aligerarlo para hacerlo sostenible, ver cómo se financia y quién lo financia, pero es sin duda uno de los mayores éxitos colectivos de la humanidad.

«El problema de la vivienda me resulta incomprensible: si la población crece, ¿por qué no se legisla para que se construya más?»

P.- ¿Cómo se te ocurrió entrar en el negocio hotelero?

R.- Llevaba trabajando en hoteles desde los 17 años, antes incluso de hacer el servicio militar. Cuando me licenciaron, era lo que mejor conocía y, a través de algunos contactos en el sector, iniciamos este proyecto. La vida te sorprende y debes estar atento a las ocasiones.

P.- ¿Detectaste alguna necesidad concreta, eso que en marketing se llama «punto de dolor»?

R.- Los hoteles, en esos años, tenían ocupaciones muy bajas y los clientes estaban muy dispersos. Había que irlos a buscar a Alemania, Francia, Holanda, Italia… Era difícil, pero la propia dificultad evidenciaba que ahí había una oportunidad de negocio.

«El número de visitantes que puede soportar una ciudad no es infinito. ¿De dónde surge la avalancha actual? De las aerolíneas ‘low cost’ y los apartamentos vacacionales»

P.- ¿A nadie se le había ocurrido que la unión hace la fuerza?

R.- En realidad, estaba todo inventado. Recuerdo que en 1981 fui a una feria francesa con nuestro proyecto de servicios compartidos, convencido prácticamente de que habíamos inventado la fórmula, y allí descubrí lo que ellos llamaban chaînes hôtelières volontaires, cadenas de hoteles independientes que se habían aliado voluntariamente. No es que hubiera una o dos. Había 33. Me quedé un poco sorprendido, pero sobrevivimos.

P.- ¿Qué aportasteis?

R.- En primer lugar, profesionalizamos el concepto. Éramos jóvenes, pero cien por cien entregados, con una implicación absoluta. Segundo, el modelo francés tenía como objetivo la explotación de territorios nacionales limitados: Normandía, la región de París… Nosotros concebimos el nuestro con vistas a la internacionalización. Tercero, aunque la tecnología del sector era muy rudimentaria, porque algunos hoteles venían casi de la Segunda Guerra Mundial, empezamos a introducir los primeros modelos [informáticos].

Si tuviera, de todos modos, que destacar un único factor, ese sería la juventud, el ansia de aprender, la perseverancia… Puedes tener una gran idea, pero lo fundamental es luchar hasta el último minuto, como en el deporte. Y sin duda la suerte desempeñó su papel: podían haberse dado unas circunstancias diferentes y todo habría salido de otro modo.

«El señor que se aloja en un hotel de cinco estrellas no es mal percibido, pero el visitante de botellón, que viene con todo pagado y no gasta nada, solo ocasiona molestias»

P.- Los economistas dicen que los Juegos Olímpicos o el Mundial de fútbol no traen cuenta a los países anfitriones. A vosotros, sin embargo, Barcelona 92 os dio un empujón.

R.- Los grandes eventos no deben considerarse gastos de corto plazo, sino inversiones estratégicas, como las autovías, la alta velocidad o los aeropuertos. Igual no son rentables inmediatamente, pero aportan valor con el tiempo. Por ejemplo, la celebración en Barcelona de la Copa América 2024 no solo generó un impacto inmediato, sino que reforzó la imagen de la ciudad ante un segmento de clientes de alto poder adquisitivo. Las empresas privadas no son las únicas que deben hacer marketing. También los países tienen que posicionarse y construir reputación, y para ello un gran evento bien organizado es magnífico.

P.- Los Juegos Olímpicos contribuyeron a vender Barcelona. En cambio, la Expo no le salió tan bien a Sevilla. De ahí el chiste: «Barcelona 92, Sevilla cero».

R.- Hay que saber hacer las cosas. En Lisboa, los pabellones de la Exposición de 1998 se han convertido en un parque empresarial y en un polo residencial de gran importancia, casi en una nueva ciudad. La clave es tener la mente puesta en el futuro, en lo que quedará después.

«¿Qué turismo queremos? España es un producto magnífico y deberíamos aprovecharlo para posicionarnos en el segmento de mayor poder adquisitivo»

P.- ¿Qué cambios detectas en el sector turístico?

R.- Tras la pandemia, se ha producido un efecto hedonista: la gente valora más el presente y quiere vivir experiencias. Esto ha elevado el nivel de exigencia de los clientes, que buscan productos de más calidad, y el primer desafío del sector es captar talento dispuesto a crecer profesionalmente y que vea el trabajo como una oportunidad de ascenso social. En este sentido, hemos tenido experiencias interesantes en pueblos como Chantada [Lugo, Galicia], donde muchos jóvenes han pasado de becarios a directivos en el transcurso de 12 años.

P.- ¿Qué papel desempeña la tecnología?

R.- Es imprescindible. Una compañía debe ser eficiente, cuidar la calidad y fidelizar a sus clientes, y eso requiere software y hardware. Pero más importante aún es dar con empleados que compartan la filosofía del proyecto y que se consideren parte de él, como la cantera de un equipo de fútbol. Debes conseguir que sientan la camiseta y los colores. Eso te proporciona un plus de competitividad muy difícil de superar.

«Los apartamentos vacacionales son una amenaza para la convivencia y para la propia imagen del país»

P.- ¿Qué impacto ha tenido la digitalización?

R.- Ha permitido reducir personal en algunas áreas, pero en la hostelería hay un límite: se necesitan turnos en recepción y en limpieza. Además, la innovación debe verse como una herramienta para mejorar la eficiencia de los empleados y la fidelización de los clientes, no como un sustituto de la mano de obra. Puedes automatizar muchas tareas, pero el trato humano es insustituible. Un cliente que recibe un servicio atento y amable se va encantado, y eso es muy difícil de replicar con robots.

P.- Un fenómeno chocante es el de la turismofobia. En muchas ciudades europeas estamos viendo protestas e incluso pequeñas agresiones [con pistolas de agua].

R.- Sería interesante saber si algunos de los que protestan también viajan de vez en cuando… Yo comprendo que el número de visitantes que puede soportar una ciudad no es infinito. ¿De dónde surge la avalancha actual? Hay dos factores: uno es el auge de las aerolíneas low cost, que han abaratado los vuelos, y otro, la conversión de viviendas de uso residencial en turístico. Llevamos 15 años denunciándolo. Los apartamentos vacacionales no solo suponen una competencia desleal, porque no cumplen una normativa que a nosotros se nos exige, sino que son una de las causas (aunque no la única) de la actual escasez de pisos.

La combinación de estos dos factores es lo que alimenta la turismofobia. El señor que se aloja en un hotel de cinco estrellas y que compra en tiendas de lujo no es mal percibido, porque está generando visiblemente riqueza; pero el visitante de botellón, que viene con todo pagado y no gasta nada en los comercios locales, no ocasiona más que molestias.

Y mi pregunta es: ¿Qué turismo queremos? España es un país seguro, que dispone de excelentes infraestructuras y de una historia, una cultura, una gastronomía y un clima muy atractivos. Es un producto magnífico y deberíamos aprovecharlo para posicionarnos en el segmento de mayor poder adquisitivo. Los apartamentos vacacionales son una amenaza para la convivencia y para la propia imagen del país.

«No seré yo quien se pronuncie contra los inmigrantes habiéndolo sido. Ahora bien, parece razonable que un país decida quién entra y en qué condiciones»

P.- Se ha barajado la imposición de una tasa turística para modular la avalancha.

R.- Tampoco es la solución. Hay que gestionar las externalidades con inteligencia, siendo más selectivos y recibiendo menos visitantes, pero de más calidad, como americanos y asiáticos, cuyo balance es claramente positivo.

P.- A menudo se critica el turismo de sol y playa, pero sin él no habría habido milagro económico en la década de 1960.

R.- Es cierto. Aunque se ralentizó hace algunos años, el sol y playa ha vuelto a remontar, precisamente por ese efecto hedonista que mencioné antes. Eso nos brinda una ocasión única para reconvertir los destinos más degradados… Los destinos de calidad se venden hoy muy bien. España, Portugal, Francia, Italia o Grecia son oasis de buen clima y estabilidad, alejados de los grandes conflictos mundiales. Explotémoslo.

«Tampoco resulta disparatado dar preferencia a los extranjeros culturalmente afines, que comparten nuestros valores»

P.- En paralelo a la turismofobia se ha producido en toda Europa un movimiento contra la inmigración.

R.- No seré yo quien se pronuncie contra los inmigrantes habiéndolo sido, aunque interior y sin barreras de idioma. Ya he citado igualmente la diáspora gallega de principios del siglo XX. No, no se puede rechazar la inmigración. Es imprescindible en sociedades de baja natalidad y supone una gran oportunidad.

Ahora bien, parece razonable que un país decida quién entra y en qué condiciones. También se me antoja lógico que las empresas, que son quienes contratan la mano de obra extranjera, puedan hacerlo en origen y, cuando sea necesario, la formen para integrarla en puestos que requieren una capacitación específica, como la jardinería. Ese debería ser el procedimiento, y no permitir una llegada indiscriminada de gente con la que después no se sabe qué hacer. Finalmente, tampoco resulta disparatado dar preferencia a los extranjeros culturalmente afines, que comparten nuestros valores.

El presidente de Grupo Hotusa y la cadena Eurostars, Amancio López Seijas, durante un momento de la grabación de El podcast de El Liberal‘. | Kevin Borja

En cualquier caso, es un debate que debemos abordar con rigor, sin caer en dogmas de ningún tipo, ni a favor ni en contra. Hay que analizar cada caso concreto, atendiendo a sus particularidades. Por desgracia, hoy parece que tienes que posicionarte en cualquier tema de forma radical, en blanco o negro, sin matices. Es un disparate. Esta cuestión es muy relevante para España y debe tratarse sin mantras ni fanatismos.

«La ética consiste en predicar con el ejemplo, en ser referente de compromiso y laboriosidad. Se equivoca quien la confunde con la estética o la cosmética»

P.- Otro problema grave son las pensiones. ¿Crees que son sostenibles?

R.- Garantías no existen, el futuro nunca está predeterminado: podemos intentar ser los arquitectos de nuestro destino, pero solo eso, intentarlo…

Respecto de las pensiones, es necesario hacer números, y aquí la inmigración podría ser relevante para la sostenibilidad del sistema. Pero este asunto, como el de la vivienda, no puede tratarse como si fuera elástico. Estoy seguro de que el Gobierno y la oposición lo tienen bien presente. Lamentablemente, hasta cuando existe un consenso de partida se va a la confrontación por conveniencia partidista.

El problema de las pensiones se da, además, en el contexto de otro más amplio, que es el gasto público. Habría que simplificar la Administración, que es un mal endémico y parece que incluso tabú. La digitalización debería haber servido para mejorar la eficiencia, como ha ocurrido en el sector privado, pero no ha sido así y no lo entiendo. La Administración debería tener los mismos derechos y obligaciones que cualquier administrado, no más. No es de recibo que un funcionario no responda en meses o años y luego te dé a ti 10 días para cumplir un trámite.

Te diré, de todos modos, que yo soy optimista por naturaleza; de no serlo, no me habría metido a empresario. Creo que España posee ese talante deportivo del que hablaba antes, un espíritu forjado en las dificultades que deberíamos trasladar a todos los ámbitos, para abordar los grandes retos que tenemos planteados. Pensemos en la Transición, cuando líderes de muy diversa ideología supieron anteponer el proyecto común a sus intereses particulares.

«No hay nada más peligroso que acomodarte cuando empiezan a ir bien las cosas. Si pierdes el vértigo, ya no hay remedio, porque la ley de la gravedad sigue en vigor»

P.- ¿Qué opinas de las medidas laborales que ha adoptado este Gobierno? La reducción de la jornada, las subidas del salario mínimo, la propia reforma laboral…

R.- El gran desafío de España y de Europa es la pérdida de competitividad respecto de Estados Unidos y China, y esa competitividad es en buena medida función del número de horas que trabajamos y de cómo las trabajamos, aunque también influyen la tecnología, la innovación, la burocracia y la fiscalidad. Y la pregunta que cualquier ministro de Trabajo debe tener en mente cuando prepara una iniciativa es si va a mejorar o no nuestra productividad. No hay nada más social, porque de la productividad dependen el crecimiento, el Estado de bienestar y el sistema de pensiones.

También quiero señalar que las condiciones laborales varían mucho de un sector a otro. No es lo mismo una planta industrial que una empresa de servicios con turnos, y quienes mejor conocen las diferencias son los agentes sociales.

«Puedes tener una gran idea de negocio, pero lo fundamental es luchar hasta el último minuto, como en el deporte»

P.- ¿Debería delegar la negociación de las condiciones laborales el Gobierno en sindicatos y patronal y limitarse a actuar de mediador?

R.- Un Gobierno debe intervenir en situaciones extremas. Para asuntos ordinarios, no tiene mucho sentido. Yo confío mucho en el diálogo entre los agentes sociales, del que han salido importantes mejoras.

Ahora mismo lo que más me preocupa es el aumento del absentismo, posiblemente porque mucha gente no encuentra en el trabajo una fuente de felicidad; es un tema simultáneamente cultural y de protección social.

«Hay que simplificar la Administración. La digitalización debería haber servido para mejorar la eficiencia, pero no ha sido así y no lo entiendo»

P.- Una iniciativa del Grupo Hotusa ha sido el Foro La Toja. ¿Cómo surgió la idea?

R.- Hace 18 años pusimos en marcha unas tertulias, a veces acompañadas de cena, en Barcelona y Madrid. Las coordinaban [el exministro del PP ya fallecido] Josep Piqué y [el actual presidente del Consejo Económico y Social] Antón Costas. La motivación fue entonces la inquietud ante la crisis financiera que había provocado el desplome de Lehman Brothers. Posteriormente se han abordado otros asuntos, como el procés catalán o el auge de los populismos.

Aquel formato transversal, con personas discrepantes en el fondo y en la forma, pero siempre respetuosas, nos llevó a la defensa de unos valores compartidos, difundidos desde España y Portugal hacia América. Me refiero a la democracia liberal, la economía social de mercado, los derechos humanos, la lucha contra la pobreza, la igualdad de oportunidades…

El Foro como tal nació en 2019. Elegimos como marco el Gran Hotel de La Toja, un lugar emblemático, y gracias al prestigio de Piqué y de quienes nos acompañaron, se ha consolidado como espacio de debate sereno.

«No es de recibo que un funcionario no responda en meses o años y luego te dé a ti 10 días para cumplir un trámite»

P.- Esos valores democráticos que promueve el Foro, ¿no corren peligro con Donald Trump?

R.- La deriva antidemocrática no se inicia con Trump, el totalitarismo ya existía antes… Vivimos desgraciadamente una era de enorme incertidumbre. Desde que pusimos en marcha nuestras tertulias se han encadenado el Brexit, la pandemia, la guerra de Ucrania… Y cada año que pasa hay un nuevo giro de tuerca. En algún momento hemos podido tener la impresión de que el mundo se rompía en extremos irreconciliables, pero la celebración del Foro nos ha reafirmado en la existencia de una amplia centralidad. Los debates que Mariano Rajoy y Felipe González, un presidente de centroderecha y otro de centroizquierda, han celebrado en distintos marcos demostraron que es mucho más lo que tienen en común que lo que los separa. Ese es el espíritu: buscar puntos de acuerdo, respetando las diferencias, y mantener la defensa del multilateralismo y la seguridad jurídica.

«Lo que todo ministro de Trabajo debe tener en mente cuando prepara una iniciativa es si va a mejorar la productividad»

P.- Pero, ¿y de Trump qué opinas?

R.- Pues que sus decisiones generan una enorme incertidumbre y preocupación. Pero, insisto, no olvidemos que ahora mismo hay en el mundo varios países poderosos con regímenes teocráticos.

P.- Ya, pero como falle Estados Unidos, que siempre ha sido el baluarte de la libertad…

R.- Dentro de tres años hay elecciones. La democracia tiene la virtud de la alternancia: cada cierto tiempo los ciudadanos votan y mientras ese mecanismo funcione…

«No hay nada más social que la productividad, porque de ella dependen el crecimiento, el Estado de bienestar y el sistema de pensiones»

P.- ¿Te ha sorprendido la agresividad de Trump? Siempre decíamos que durante la campaña los candidatos se mostraban radicales, pero que luego, una vez en la Casa Blanca, se contenían. Con Trump esto parece que no reza.

R- Veremos cómo evoluciona. Estamos todos preocupados y expectantes ante lo que pueda venir, pero entre tanto no debemos olvidar la proliferación de autócratas. Se presentan a sí mismos como populistas, pero se trata de un eufemismo. Quizás accedan al poder democráticamente, pero una vez en él no hay modo de echarlos.

P.- Dábamos por sentado que la democracia liberal era la forma más lógica de organización política, existía casi un consenso universal sobre su bondad…

R.- La democracia no se defiende sola; es algo que debemos tener muy presente.

«Las decisiones de Trump generan una enorme incertidumbre y preocupación, pero la deriva antidemocrática no se inicia con él, ya había totalitarismo antes»

P.- ¿Por qué la UE no tiene grandes tecnológicas, como China o Estados Unidos?

R.- No soy especialista, pero el sentido común indica que Europa carece de un mercado único real y, para determinadas actividades [que requieren inversiones gigantescas, como la inteligencia artificial], solo puedes triunfar si cuentas con una dimensión determinada, algo que depende directamente de que tengas una base de clientes amplia y de que puedas acceder a un mercado de capitales líquido y profundo [como el estadounidense].

El presidente de Grupo Hotusa y la cadena Eurostars, Amancio López Seijas, durante un momento de la grabación de El podcast de El Liberal. | Kevin Borja

Ahora bien, lo que la UE sí tiene es prestigio y reputación y, cuando se lo ha propuesto, ha triunfado. Ahí está Airbus, un proyecto conjunto europeo que ha alcanzado el liderazgo mundial en aviación comercial.

«La democracia no se defiende sola; es algo que debemos tener muy presente»

R.- Europa tiene otra ventaja: es el lugar donde todos aspiran a vivir.

P.- Sin duda. Para mí, hay dos hitos históricos fundamentales. El primero es la Declaración de Derechos Humanos, que, por cierto, reconoce derechos a las personas, no a los colectivos. El otro gran logro es el Estado del bienestar, que no podemos perder, pero cuyo mantenimiento exige tomar medidas y, sobre todo, centrarse en su función original, que es proteger a los más vulnerables, no que todo el mundo tenga su paguita.

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