The Objective
La otra cara del dinero

Por qué se legisla como se legisla en vivienda

Lo racional en política es ser ignorante y dejar que otro se estudie los programas y nos los regurgite luego desmenuzados

Por qué se legisla como se legisla en vivienda

Una manera fácil e inmediata de impulsar la oferta de alquiler consiste en dar más seguridad jurídica a los propietarios. | Ricardo Rubio (EP)

El domingo, al bajarse de un taxi, mi mujer dio sin querer con la puerta a un Mercedes que había aparcado. Resultó que el propietario estaba dentro y salió hecho un energúmeno.

—No veas cómo se ha puesto —me contó sinceramente afectada mi mujer, que nunca ha entendido el apasionado vínculo que algunos conductores establecen con sus vehículos. Los discípulos de Sigmund Freud tampoco lo entendían y se les ocurrió que el coche opera en ocasiones como símbolo fálico. En la película Bonnie and Clyde, la pareja protagonista sublima su frustración sexual asaltando bancos a bordo de un elegante y potente Ford V8.

Por fortuna, mi mujer no entró en tanto detalle con el dueño del Mercedes. Habría estado fuera de lugar y, en cualquier caso, no creo que su airada reacción obedezca a algo tan retorcido. La explicación hay que buscarla más bien en el estrés postraumático. Cualquiera que haya pasado por una reparación de chapa siente sudores fríos ante la mera perspectiva de repetir la experiencia. Yo mismo llevo el Prius lleno de rasponazos y únicamente después de que le arrancaran el parachoques accedí a meterlo en el taller. Estuvo un mes secuestrado.

Primero, tenía que verlo el perito, «que solo viene los miércoles». Luego había que pedir el parachoques fuera. «¿Y eso cuánto tarda?», pregunté. «Nunca se sabe, pero calcule una semana como poco». Al final, fueron dos, pero entonces se dieron cuenta de que faltaba el macarrón del lavalimpia de un faro delantero. «¿Y eso serán otras dos semanas?», aventuré aterrado. «No, no —me aseguraron—, porque eso no hay que traerlo de fuera». Pero a las dos semanas no había aparecido y, tras convencer a mi mujer de que no era una temeridad circular sin el macarrón del lavalimpia de un faro delantero, mantuve un agrio intercambio telefónico con el regente del taller y rescaté mi coche.

Debo decir que jamás he echado en falta la pieza y, a día de hoy, abrigo la sospecha de que ni siquiera existe.

Información asimétrica

Que un chapista desaprensivo se aproveche del cliente ignaro es una consecuencia de lo que los economistas llaman «información asimétrica».

El ejemplo más conocido es el de los coches de segunda mano. Como el vendedor sabe más que el comprador, este, temeroso de que le coloquen cualquier cacharro, no está dispuesto a pagar demasiado. El resultado es que los precios son inferiores a los que se darían en un mercado eficiente, como lo prueba el que un coche pierda entre el 15% y el 18% de su valor simplemente por salir del concesionario.

Un modo de sortear esta asimetría sería aprender mecánica, pero la vida ya es bastante complicada y, cuando el encargado nos comunica que el Prius no está porque el macarrón del lavalimpia no ha llegado del espacio exterior, no tenemos más remedio que fiarnos.

Cómo no elegir pareja

En general, las personas no nos documentamos ni sobre mecánica ni sobre la mayoría de los asuntos que nos afectan.

Cualquier matemático le demostrará fácilmente que el modo en que formamos pareja carece de fundamento científico. No seleccionamos a los candidatos mediante un muestreo aleatorio, ni los evaluamos de acuerdo con parámetros objetivos que consignamos en una hoja de cálculo. Nos dejamos llevar alegremente por la impresión del momento, impresión que a menudo está distorsionada por la abundante ingesta de alcohol.

Así no es extraño que más del 50% de los matrimonios acaben divorciándose. Y muy pocos me parecen.

Lo racional es ser ignorante

La frivolidad domina también nuestro comportamiento de votantes.

Como explica el economista Benito Arruñada en La culpa es nuestra, lo racional en política es ser «ignorante y concentrar el esfuerzo informativo en materias con rentabilidad privada». Igual que en la facultad había siempre un compañero que iba a clase y nos pasaba luego los apuntes mientras los demás jugábamos al mus en la cafetería, dejamos que unos pocos tertulianos se rompan los cuernos (o al menos eso aseguran) estudiando los programas de los distintos partidos y nos los regurgiten después bien desmenuzados, mientras nosotros nos dedicamos a vivir, amar y volar.

Y cuando uno de esos tertulianos argumenta transido de santa indignación en La Sexta que los alquileres deben limitarse y las hipotecas condonarse, exclamamos sin darle muchas vueltas: «¡Claro, hombre, pobres inquilinos!», y «¡Faltaría más, bancos usureros!».

Ignaros contratantes futuros

Se trata de otro caso de asimetría, aunque no hay aquí un vendedor de vehículos de ocasión ni un chapista desaprensivo.

Están, por una parte, quienes ya tienen en vigor una hipoteca o un alquiler. Son pocos, están bien informados y les trae sin cuidado que se perjudique a los futuros contratantes. Estos, por su parte, ya hemos dicho que están viviendo, amando y volando, y en ningún caso se paran a pensar que los caseros y los bancos van a reaccionar a las limitaciones y las condonaciones restringiendo la oferta de pisos e hipotecas y, por tanto, dificultando su acceso a la vivienda.

¿Cómo puede resolverse este problema? Yo soy escéptico. Fustigo la ignorancia de los contratantes futuros, pero tampoco me molesté en comprobar si los faros de mi Prius tenían lavalimpia.

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