La cabeza de Carlos Torres en la presidencia de BBVA pende de un hilo
Los inversores mirarán con lupa cada paso que dé ahora tras fracasar en la opa sobre el Sabadell

El presidente de BBVA, Carlos Torres. | EP
La presidencia de Carlos Torres en BBVA pende de un hilo tras el fracaso de la oferta pública de adquisición (opa) sobre el Sabadell. El ejecutivo ha peleado contra viento y marea para sacar adelante la operación, pero su empeño no ha dado el resultado que esperaba. Se trata de la segunda vez que intenta hacerse con el banco catalán, después de que en 2020 iniciara unas conversaciones de fusión que acabaron en nada.
Fuentes financieras señalan a THE OBJECTIVE que su cargo está en juego por la falta de visión en la estrategia y por haberse enfrascado en una transacción que ha sumido al grupo vasco en un desgaste, tras año y medio de batalla, con el coste que ello supone. Falta por conocer la factura de la campaña de publicidad que ha inundado televisiones, radios y otros medios para que los accionistas acudieran a la oferta. Y los clientes que ha podido perder, o no ganar, durante este periodo.
Las mismas fuentes sostienen que el fracaso de la opa en sí no tiene que derivar en una salida inmediata del cargo, al que accedió a finales de 2018. Pero indican que los inversores y el consejo de administración, al que ha embarcado en este proyecto frustrado, mirarán con lupa cada paso que dé a partir de ahora y, al menor descuido, exigirán su cabeza.
En distintas ocasiones, cuando los acontecimientos de la opa no eran favorables para sus intereses, Torres siempre ha señalado que el mantenimiento en la presidencia no dependía del resultado de la propuesta de adquisición lanzada de manera hostil sobre el Sabadell.
Poco después de que la CNMV informara de que BBVA no había logrado su objetivo de tomar el control del catalán ni de siquiera poder intentarlo de nuevo con una segunda opa en efectivo, el propio Torres, a través de un vídeo difundido por la entidad, quitaba importancia al fracaso y remarcaba que el grupo iba a poder cumplir con los objetivos establecidos para el periodo 2025-2028 y que, por tanto, el banco se mantendría a la cabeza de Europa en crecimiento y rentabilidad.
Pero es su propia cabeza la que está en juego ahora. Por varios motivos, no solo por su segundo intento fallido sobre el Sabadell. Los grandes inversores le habían pedido hacerse con el catalán para diversificar la fuente de ingresos y ganancias del grupo con sede en Bilbao, muy dependientes de México y achicadas por Turquía. Y no lo ha conseguido.
En la batalla que le ha enfrentado al banco vallesano, BBVA ha librado una ardua pelea con el Gobierno, al que ha llevado a Tribunal Supremo. Ahora este recurso ya no servirá para nada, porque el fin era tumbar las medidas impuestas por el Consejo de Ministros para adelantar la fusión de ambos bancos, prohibida hasta 2028. Y una empresa tiene más dificultades para emprender sus planes sin el respaldo gubernamental. Es evidente que el actual Gobierno ha dejado de ser amigo del banco que pilota Carlos Torres.
El sentir generalizado es que su mandato ha quedado muy debilitado para dirigir el segundo mayor banco español, que es fundamental para la estabilidad del país. Si se mantiene en el cargo, no podrá fallar en ninguna de sus decisiones a partir de ahora. aunque estas sean de menor calado que la opa.
Su empeño en sacar adelante la oferta sobre el Sabadell ha sido tal que convenció al Consejo del banco para mantener la propuesta pocos días después de que el Gobierno interviniera en la operación, a pesar de que la rentabilidad esperada sería menor y que ha estado confundiendo a los inversores en las últimas semanas con mensajes repetidos hasta la saciedad en las que se daba por hecho el control del Sabadell. Sus palabras resuenan en las casas de análisis y las firmas de inversión, incluso en aquellas que le reclamaron que se lanzara a por la entidad catalana contra viento y marea sin medir las consecuencias de una derrota.
Torres fue reelegido este mismo año como presidente de BBVA hasta 2028. Está por ver si llega en el puesto hasta entonces o se ve desalojado del sillón de mando en un banco en el que tiene numerosos enemigos, entre ellos la vieja guardia vasca, que un día perdió el poder de la entidad y que en toda la opa ha estado haciendo equilibrios para no apoyarla abiertamente, con la excepción de las declaraciones recientes del PNV en las que se mostraba a favor de la propuesta de adquisición. Es probable que algunos de los miembros del denominado «clan de Neguri» aprovechen esta ocasión para volver a tomar el timón de la entidad con sede en Bilbao. Con o sin el apoyo del Gobierno.