El talento, el verdadero motor de la transición energética
Para atraer y retener a los mejores, es fundamental fomentar culturas de innovación y propósito. No basta con ofrecer estabilidad

Oficina del SEPE. | Europa Press
El sector energético en España vive una profunda transformación, un proceso que va mucho más allá de la tecnología y que tiene en las personas su principal catalizador. Estamos ante una oportunidad histórica no solo para modernizar nuestro modelo productivo, sino para consolidar un polo de empleo de alta calidad y futuro. Pero para lograrlo, es crucial entender las claves que mueven hoy su mercado laboral.
Los datos del primer trimestre de 2025 son reveladores. El sector alcanzó los 109.000 ocupados, lo que supone un crecimiento interanual del 11,1%, impulsado principalmente por la producción y distribución de electricidad. Hablamos de un sector altamente profesionalizado que ofrece una estabilidad muy superior a la media nacional: el 95% de los trabajadores son asalariados y un 92% disfruta de un contrato indefinido.
Este crecimiento viene acompañado de un bienvenido relevo generacional. El 58% de los ocupados ya tiene menos de 45 años, con un fuerte incremento de profesionales en la franja de 25 a 44. El talento joven se está consolidando como el motor del cambio. Además, la cualificación es una de sus señas de identidad: casi la mitad de los empleados posee estudios universitarios y, si sumamos a los titulados de formación profesional, representan más del 80% de la fuerza laboral. Dos de cada tres ocupados son perfiles técnicos y científicos, lo que subraya la naturaleza eminentemente STEM del sector.
Sin embargo, este panorama positivo no está exento de desafíos importantes. La brecha de género sigue siendo una asignatura pendiente, con solo un 29% de mujeres en plantilla, una cifra muy alejada del 46% de la media nacional. Al mismo tiempo, la transición tecnológica exige un dominio de herramientas críticas como la inteligencia artificial, la robótica o el almacenamiento energético. En este sentido, la implantación de programas de IA (72%) aún está por debajo de la media global (88%), lo que nos obliga a acelerar la preparación de los equipos.
Para que el sector lidere con éxito la transición energética, el enfoque debe centrarse en una gestión del talento más estratégica. Desde Randstad observamos que las claves para el éxito pasan por cuatro ejes fundamentales.
En primer lugar, es necesario contratar por potencial, no solo por titulaciones. En un entorno tan cambiante, la capacidad de aprendizaje y adaptación es más valiosa que una lista de conocimientos estáticos. Apostar por el talento en bruto y formarlo a medida es una inversión estratégica.
En segundo lugar, debemos crear puentes intergeneracionales. El impulso del talento joven es vital, pero debe ir de la mano de la experiencia del talento sénior. La creación de equipos mixtos, donde los profesionales con más trayectoria actúen como mentores, acelera el desarrollo de los más jóvenes y garantiza una transferencia de conocimiento crítico que no podemos permitirnos perder.
La tercera clave es la inversión en capacitación continua. Los programas de reskilling y upskilling en competencias digitales y de sostenibilidad no son una opción, sino una necesidad ineludible para mantener la competitividad de nuestra fuerza laboral.
Finalmente, para atraer y retener a los mejores, es fundamental fomentar culturas de innovación y propósito. No basta con ofrecer estabilidad; hay que construir un proyecto atractivo, donde los profesionales sientan que son protagonistas en la construcción de un futuro energético más limpio y resiliente para la sociedad.
En definitiva, España cuenta con una generación de jóvenes excepcionalmente preparados. Confiar en ellos e integrarlos plenamente en las estructuras del sector energético no solo mejorará la competitividad de las empresas, sino que hará del sector un polo de atracción de talento aún más potente. La combinación de esta nueva energía con la valiosa experiencia de los profesionales sénior es la fórmula ganadora para convertir la transición energética en un motor de empleo de calidad, innovación y progreso social.