'Petromasculinidad': el Gobierno monta una exposición que vincula petróleo y franquismo
La exhibición ha sido financiada con los fondos Next Generation y muestra su firme oposición a esta energía fósil

Las ministras Sara Aagesen y Diana Morant. | EP
«Aquí hay petróleo». Así se llama la exposición que ha organizado el Ministerio para la Transición Ecológica, a través de la Fundación Biodiversidad, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La exhibición, que ha sido financiada con fondos Next Generation del Ministerio de Ciencia, presenta un concepto poco conocido por la opinión pública, como es la petromasculinidad, y vincula el desarrollo de energía fósil con una estrategia del franquismo.
La exposición, que comienza este mes de noviembre y concluye a principios de febrero, está fuertemente influida por la profesora norteamericana Cara Daggett que inventó el término de «petromasculinidad» en 2018. Un concepto que viene a reflejar una identidad masculina autoritaria y reaccionaria que surge en defensa del orden basado en los combustibles fósiles y cuya etiqueta se le ha atribuido -como si de un arma arrojadiza se tratara- a todos aquellos que discuten sobre el cambio climático o que creen que se debe llevar a cabo una transición energética más pausada.
Este concepto no solo es conocido en Estados Unidos, sino también en algunos rincones de España, como en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha llevado a cabo un seminario, y en algunos centros donde se ha expuesto la idea, como el de Bòlit, en Gerona. La nueva exposición que ha organizado el Gobierno combina este término con una época a la que suele aludir de forma recurrente: el régimen franquista (1939-1975).
«Franco generó imaginarios culturales»
En la exhibición se afirma que la petromasculinidad que se forjó en el franquismo continúa en la actualidad. «La exposición se centra en la historia cultural de la modernidad fósil en España y, en particular, durante el franquismo, trazando una línea genealógica que conecta el pasado y el presente». Según relatan, «la dictadura fomentó una serie de prospecciones petrolíferas destinadas a garantizar la soberanía energética del país durante el periodo de la autarquía, al tiempo que promovía relaciones de cooperación internacional que redujeran el aislamiento del régimen».

La exposición asegura que el franquismo trató de usar el petróleo para convencer tanto a su población como al exterior de que España era un país desarrollado. «A través de numerosas imágenes procedentes de diferentes archivos estatales y privados se evidencia cómo la dictadura generó una serie de imaginarios culturales destinados a conjurar y superar la percepción de atraso en su incorporación a los ritmos de la modernidad industrial. Tras el fracaso de los proyectos coloniales, la estética vanguardista de las infraestructuras e industrias energéticas cumplía un rol redentor en la historia del franquismo».
Cabe mencionar que el sector petrolero no surge con el franquismo. De hecho, las primeras perforaciones de petróleo comenzaron en España a finales del siglo XIX, aunque fueron aisladas y no tuvieron éxito comercial. Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) hubo un acontecimiento clave en esta actividad, porque se estableció un monopolio estatal sobre la importación, refino y distribución de productos petrolíferos en España a través de la compañía Campsa, que se convirtió en la base del sistema petrolero español durante medio siglo.
El coche reforzó el patriarcado
Además de vincular el crudo con el franquismo, la exposición va más allá y aprecia un fenómeno del que existe poca literatura y que relaciona el apego por el petróleo con «una identidad ligada a órdenes patriarcales de blancos y nuevas pulsiones autoritarias», como escribió la mencionada profesora estadounidense. «La modernidad fósil no es solo un programa de política industrial. Es además una fuente de producción de imaginarios colectivos. La narrativa curatorial incorpora las reflexiones de la investigadora Cara Daggett, quien ha definido la relación entre la subjetividad masculina y el recurso a los combustibles fósiles a través del concepto de petromasculinidad».
Según los responsables de la exposición, «una de sus fuentes de emergencia fue la exaltación fascista de la cultura de la guerra y el culto al líder durante el periodo de entreguerras. El franquismo reprodujo esos imaginarios en torno a la cruzada de la Guerra Civil y al tractor como símbolo de la autarquía económica. Más tarde, con el ascenso de las políticas desarrollistas, el automóvil privado concitó las expectativas de felicidad y libertad que asociamos con la idea de progreso, al tiempo que reforzaba las estructuras del patriarcado».
Por último, se asegura que el legado del franquismo con respecto a la apuesta por el petróleo continúa hoy: «Actualizando esa matriz histórica, la exposición muestra cómo esas cosmovisiones constituyen el sustrato subjetivo sobre el que se reconstruyen las culturas petromasculinas contemporáneas, recurriendo para ello a nuevos formatos como la imagen digital, las redes sociales o los videojuegos. Esto sucede en un momento en el que la configuración del mundo fósil salido de la Segunda Guerra Mundial se ve convulsionado por la amenaza del cambio climático, la necesidad de implementar una transición energética acelerada, la reacción antifeminista y la emergencia de líderes mundiales sádicos, fascistas y genocidas».
