The Objective
Macroeconomía

La inversión extranjera se desploma un 28% y marca en 2025 su peor dato en cuatro años

La burocracia, la carga impositiva, la parálisis política y los casos de corrupción ahuyentan al capital foráneo

La inversión extranjera se desploma un 28% y marca en 2025 su peor dato en cuatro años

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo. | Jesús Hellín (EP)

La inversión extranjera directa (IED) bruta ha marcado su peor registro en España en los últimos cuatro años. Los datos de la secretaría de Estado de Comercio cribados por THE OBJECTIVE indican que los 18.896 millones de euros que llegaron a nuestro país en los nueve primeros meses de este curso no solo representan una caída del 28% respecto de igual periodo, sino que además suponen la cifra más baja desde 2021 cuando entraron 14.075 millones desde el exterior. Un comportamiento entonces todavía marcado por el parón económico generado por la pandemia de coronavirus.

El año no está siendo bueno para la inversión extranjera en España, aunque el hundimiento inicial se ha atenuado con las cifras del último periodo. Es así como se produjo un retroceso del 45% en la primera parte del año, una ralentización del 60% en el primer semestre y ahora un 28% en el acumulado de los nueve meses contabilizados hasta la fecha. Con todo, esto supone que todavía la llegada de capital foráneo está 7.100 millones por debajo de los 26.077 que se registraron entre enero y septiembre de 2024.

En el tercer trimestre, se produjeron «circunstancias excepcionales», que tienen que ver con ventas de activos a empresas extranjeras, especialmente con base en Estados Unidos y en el sector de la energía. Fueron las que lograron que la inversión extranjera directa se disparara hasta los 10.148 millones, más del doble que los 4.627 de un año antes y muy por encima de todo lo que se había acumulado durante el primer semestre, cuando llegaron 8.740 millones de euros.

Caída de la inversión extranjera

No obstante, las fuentes consultadas indican que las circunstancias de inversión excepcionales que se produjeron entre julio y septiembre no se han vuelto a repetir en la última parte del año y que todo indica que todo el curso cerrará con una cifra sensiblemente más baja que lo registrado en 2024. Una caída de «al menos de dos dígitos», dicen los expertos consultados por este diario.

El caso es que, descontando operaciones puntuales, la tendencia generalizada es de desconfianza del sector inversor. La situación de las infraestructuras, en especial la debilidad del sistema energético tras el gran apagón de abril, se suma a un contexto que no es atractivo para las empresas foráneas, con una excesiva regulación que no para de crecer, cargas impositivas a las grandes corporaciones que van en aumento y una sensación de acoso y derribo al los grandes capitales, con una retórica gubernamental que demoniza a los empresarios.

Hablamos de movimientos del Gobierno que se llevan produciendo desde al menos el año 2022, algo que —según los expertos— ha sido un caldo de cultivo que ahora está generando que los proyectos se hayan paralizado tras varios cursos de maduración y de trabas para el desembarco de capital extranjero. Dicho de otra manera, este año —y los próximos— España cosechará el fruto de las críticas que lleva realizando contra las empresas en el último lustro.

Intervencionismo del Gobierno

Otra situación que pone en el punto de mira a España es el excesivo intervencionismo del Gobierno de Pedro Sánchez en las operaciones empresariales, una situación que se ha acentuado en los últimos tres años. Los inversores extranjeros ven con preocupación movimientos como el bloqueo a empresas húngaras y polacas en el caso de Talgo; o las condiciones anómalas que se pusieron a la OPA del BBVA sobre el Sabadell, sin olvidar la entrada del Estado en empresas como Telefónica o Indra y el interés de influir en otras como el grupo Prisa.

Del mismo modo, otros informes de expertos económicos también apuntan a la burocracia que obstaculiza las licencias y los permisos; nuestra posición rezagada en innovación y digitalización; los retos estructurales aún sin concluir, como la transición digital y ecológica y la sostenibilidad fiscal; y la inestabilidad política que genera incertidumbre. Una situación que a ojos de los inversores no ha cambiado en los últimos cinco años y que la ejecución de los fondos europeos —la gran esperanza del Gobierno— no ha logrado corregir.

Parálisis política

No nos olvidemos además que la caída de inversión en lo que va del año coincide con la serie de casos de corrupción que cercan al Gobierno y al PSOE con las investigaciones en curso a sus dos últimos secretarios de Organización, José Luis Ábalos y Santos Cerdán. En el caso de las empresas extranjeras, hay particular preocupación no solo por la parálisis política e institucional que estos casos están generando, sino por la sensación que dejan —en especial, en el sector de la contratación pública— de que España se está atravesando una situación de corrupción sistémica.

A esto hay que sumarle un contexto convulso de la economía internacional con aranceles cruzados en todos los países del mundo tras la guerra comercial emprendida por Estados Unidos. Una situación que ha hecho que muchos inversores prefieran paralizar sus proyectos y esperar mejores condiciones y que las grandes economías logren volver a equilibrar sus relaciones tras las constantes arremetidas del presidente de EEUU, Donald Trump.

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